En la vía principal de Amizmiz, varios hombres, mujeres y niños hacen cola en la acera. Algunos esperan de pie y otros, sentados sobre sus maletas de rafia. Y no desesperan. Muchos ya no tienen nada más que perder y han improvisado una parada de taxis y coches privados que los llevarán a otras zonas del país.
A escasos metros, un camión azulado repleto de provisiones con mantas, garrafas de agua y alimentos aparca frente a una de las entradas cardinales de la ciudad. Una veintena de personas se acercan a la ventanilla del conductor, al que le reclaman que baje el cargamento. No pueden aguantar ni un segundo más. El conductor grita en árabe: “¡Aún no, esperad!”. Vuelve el alboroto. Esta ciudad de 20.000 habitantes de la región de Al Houz ha sido una de las más perjudicadas durante el seísmo del pasado 8 de septiembre.
“La ayuda está tardando y cada segundo es crítico”, comenta uno de los vecinos que levanta piedras para facilitar la circulación de los coches que esperan en carretera. Unos segundos después, un grupo de personas se funde en el griterío. Una mujer le arranca el velo a otra. Otro hombre agarra un ladrillo y amenaza con lanzárselo a otro grupo más atrás. “Estamos perdiendo los nervios”, comenta uno de los espectadores de la pelea. “La gente tiene hambre, sed y han perdido casas y familiares, ¿cómo no va a haber peleas?”, insiste.
Recelo a la gestión nacional
En las televisiones nacionales aún no ha aparecido el rostro de Mohamed VI. Más de 48 horas después del fuerte seísmo que se acerca ya a los 3.000 muertos, las direcciones y declaraciones desde la cúpula del reino marroquí han sido escasas. Prácticamente inexistentes. El monarca, que voló desde París a Marruecos el sábado, no se ha dirigido a su pueblo. Tampoco ha visitado las zonas afectadas. Varias fuentes locales, que prefieren mantener el anonimato, aseguran que la gestión marroquí es “vergonzosa”. Otros señalan directamente al monarca y a su “ausencia constante”.
Lo cierto es que hasta bien entrada la tarde del sábado la población marroquí no había recibido ningún comunicado oficial del Palacio Real. Hasta que el Rey no pisó Rabat, nadie entre su equipo de gobierno, gobernadores o alcaldes anunciaron los pasos a seguir. Mientras, el Gran Atlas, sobre todo, y otras zonas del país, se derrumbaban.
A pesar de que los retratos del monarca presiden tiendas, oficinas gubernamentales, centros culturales y hasta peluquerías, Mohamed VI ya es popularmente conocido como el rey ausente. Su residencia se divide en tres: Francia, Gabón y, ocasionalmente, Marruecos. En 2022, un vídeo del monarca aparentemente bajo los efectos del alcohol en París mostró, con más fuerza, una actitud inoportuna para el representante de la nación. Ese mismo año, Mohamed VI pasó más de 200 días fuera de Marruecos.
Ayuda lenta
La ayuda de organizaciones internacionales y equipos de rescate llega como puede en un contexto de presión y catástrofe total. En declaraciones a elDiario.es, el director de Emergencias de la Cruz Roja Española, Iñigo Vila, ha explicado que las primeras 24 a 48 son las más complicadas. “Al principio no sabemos más que ha habido un terremoto y tenemos que esperar a la autorización y los últimos datos de las autoridades locales para poder operar”, declara Vila.
Los equipos de la Media Luna Roja marroquí, en coordinación con la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC), ya se han desplazado hasta el terreno para evaluar la situación y apoyar en la búsqueda y rescate. “Estamos apoyando a los compañeros de la Media Luna Roja marroquí en temas de salud, albergue, agua y saneamiento”, indica el responsable de emergencias.
Ante un escenario de desesperación entre los locales, Vila insiste en que los pasos para conseguir la autorización son lentos, pero también, necesarios. “Si llegamos a las zonas afectadas con toneladas de alimentos, pero sin un plan de distribución claro y efectivo, podemos causar otros problemas”, insiste el director.
No es una operación de velocidad, es de fondo. Así, el director de Emergencias de Cruz Roja, señala que permanecen a la espera de noticias desde la Media Luna marroquí para entrar a operar. “Los accesos son muy complicados. Hay carreteras bloqueadas que llevan a zonas remotas. Todavía desconocemos con claridad la magnitud y el daño del terremoto”, cuenta a este medio.
Geopolítica humanitaria
El terremoto de Marruecos ha sacado a relucir las diferencias del país norteafricano con sus socios –y no socios– internacionales. Hasta el momento, Mohamed VI solamente ha aceptado la ayuda humanitaria activa de cuatro países: España, Reino Unido, Emiratos Árabes Unidos y Qatar. Estos, que considera aliados, ya están operando en las zonas afectadas. A la que se suman otras fuerzas no oficiales desde Israel, con socorristas voluntarios de United Hatzalah. Desde Tel Aviv insisten en ofrecer ayuda de búsqueda de víctimas y supervivientes, pero todavía no han recibido respuesta.
Por el contrario, la ausencia de respuesta a Francia, Argelia –que ha reabierto su espacio aéreo a Marruecos, cerrado desde septiembre de 2021– y Estados Unidos resalta las fricciones. A pesar de que fuentes cercanas a la Administración afirman en varios medios que se trata de una estrategia “responsable, rigurosa y eficaz”, se está priorizando la asistencia de los países afines al reino alauí.
En septiembre de 2021, Argelia ordenó el cierre de su espacio aéreo. Argel rompía así con las relaciones diplomáticas con Rabat tras acusar a Marruecos de apoyar a grupos que califica de terroristas en los incendios que asolaron aquel año el norte del país y que causaron decenas de muerto. La realidad es que la enemistad se remonta a 1994. Desde entonces, las fronteras terrestres de ambos Estados están cerradas. Por su parte, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha asegurado ofrecer a Rabat hasta en dos ocasiones el apoyo de la nación gala, sin respuesta alguna.