Efecto Bardella: cómo Le Pen cosechó un triunfo que puede romper el cordón sanitario a la extrema derecha en Francia

Amado Herrero

París —

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Jordan Bardella, la nueva estrella de la extrema derecha en Francia, solo pudo saborear unos minutos el mayor triunfo de su corta vida política. El espacio de tiempo que tardó Emmanuel Macron en anunciar la disolución de la Asamblea y la convocatoria de nuevas elecciones. La misma noche, la lista que Bardella encabezaba en las europeas se había impuesto con claridad, con el 31,5% de los votos depositados en el país, muy por delante del partido del presidente, que se quedó en el 14,6%, y del Partido Socialista (13,8%).

De hecho, el antiguo Frente Nacional (rebautizado en 2018 como Agrupación Nacional, AN) fue la fuerza más votada en todas las regiones del país, incluidas Bretaña e Isla de Francia, dos territorios históricamente hostiles a la extrema derecha, en los que el partido cuenta además con escasa implantación local. En varios departamentos de la franja occidental, AN ha alcanzado niveles hasta ahora reservados para sus tradicionales viveros de votos, es decir la costa mediterránea y las antiguas zonas mineras del norte.

La geografía electoral muestra además que, por primera vez, el partido se ha impuesto no solo en comunidades rurales, sino en la mayoría de ciudades medianas. Y aunque París se le sigue resistiendo (solo un 8,5% en la capital) algunas de las grandes ciudades, como Marsella, Niza, Reims y Le Havre, votaron mayoritariamente a la lista del partido de Marine Le Pen.

Aun esperados, los resultados históricos de los de Le Pen y la posterior convocatoria electoral han causado un terremoto en la escena política francesa, cuya última réplica se ha sentido con fuerza este martes en las filas de la derecha, después de que el líder de Los Republicanos diera una estocada al 'cordón sanitario' contra la extrema derecha levantando sus restricciones a Le Pen. La marejada ultra amenaza con derrumbar el dique del célebre 'frente republicano' para frenar a formaciones consideradas no completamente democráticas, que ya venía tambaleándose.

A lomos de Bardella

El éxito electoral de la extrema derecha es la culminación de una larga campaña que comenzó en septiembre de 2023, propulsada por la popularidad y la imagen de Jordan Bardella y por los esfuerzos para convertir estos comicios en un plebiscito sobre la política de Emmanuel Macron.

Lo cierto es que en los discursos de Bardella se ha hablado poco de asuntos comunitarios y mucho de política interna francesa. Una estrategia a la que el Gobierno se ha prestado, con el presidente y su primer ministro, Gabriel Attal, omnipresentes en la campaña en el último mes, en un esfuerzo fallido para acortar distancias. De hecho, la televisión francesa organizó un cara a cara entre Attal y Bardella, muy criticado por el resto de candidatos, que consideraron que el Ejecutivo estaba dando una publicidad gratuita al candidato de AN.

En cualquier caso, la campaña ha permitido a la formación de extrema derecha insistir en sus dos temas favoritos: la inmigración y la seguridad. Si en 2014 el partido aún defendía la salida de Francia de la Unión, ahora Agrupación Nacional plantea cambiar Europa desde dentro en colaboración con las formaciones “aliadas” –Le Pen lidera el grupo parlamentario más ultra del Parlamento Europeo, Identidad y Democracia (ID), que comparte, por ejemplo, con el italiano Matteo Salvini y el neerlandés Geert Wilders–.

La agencia europea de costas y fronteras, Frontex, apenas mencionada durante las campañas del partido en 2014 y 2019, ahora se evoca para “devolver sistemáticamente a los migrantes a las puertas de la UE”, mientras que a nivel nacional se propone “limitar la libre circulación en el espacio Schengen únicamente a los nacionales europeos”, según explicita el programa de AN. Propuestas avaladas por el exdirector de Frontex Fabrice Leggeri, que ocupaba el tercer lugar en las listas del partido en las europeas.

Nueva fase

En los últimos años, el partido fundado por Jean-Marie Le Pen ha conseguido consolidar su base, atraer a los descontentos con la política de Macron y ampliar el electorado a nuevas generaciones. No solo entre los jóvenes, sino también en otro sector que hasta ahora se había resistido a la extrema derecha, ya que Bardella ha sabido seducir a los mayores de 60.

A sus 28 años, el protegido de Marine Le Pen encarna una nueva fase en la estrategia de “normalización” del partido, alejado de las salidas de tono de su fundador pero sin perder la línea tradicional, a la vez nacionalista y populista.

Los argumentos repetidos por sus adversarios de centro e izquierda para desacreditar la candidatura del presidente del partido de extrema derecha no han hecho mella en el electorado: ni las incoherencias y contradicciones del partido lepenista sobre la Unión Europea (dejó de defender el Frexit y la salida del euro en 2019), ni los vínculos con Vladímir Putin, ni el absentismo en el Parlamento Europeo de Bardella, ni el hecho de haber compartido grupo con los ultras alemanes de AFD.

¿Llegada al poder?

Desde hace meses, la posibilidad de que Jordan Bardella alcance el puesto de primer ministro viene siendo evocada en los medios conservadores, como la cadena CNEWS. Una idea que agrada dentro del partido, ya que Marine Le Pen prefiere centrarse en la carrera presidencial, si bien ya empiezan a aparecer voces que defienden que Bardella –que supera en popularidad a Le Pen– podría estar mejor situado.

Pero aunque el balance global de la campaña de Jordan Bardella sea favorable al partido, la exposición mediática ha ofrecido algunas grietas en su imagen: en el debate con Gabriel Attal quedó patente una falta de conocimiento sobre temas concretos que subraya una de las principales debilidades del partido de Marine Le Pen: la falta de credibilidad de una formación sin experiencia en el Gobierno nacional.

Después de que Macron anunciara la disolución de la Asamblea Nacional, fue Marine Le Pen la primera en responder –y no Bardella– durante la noche electoral que el partido celebró en un local del bosque de Vincennes, en el sur de París. Utilizando en varias ocasiones la expresión “fuerza de cambio” para referirse a su formación, Le Pen subrayó que AN ya estaba “preparada” para el Gobierno.

Marine Le Pen abre así una nueva etapa en la estrategia de normalización que se pondrá a prueba en las elecciones de junio: demostrar que su partido puede ejercer el Gobierno y que no es solo un receptáculo de votos protesta. Para convencer a los ciudadanos, tratará de apoyarse en el comportamiento por lo general discreto que los 89 diputados de extrema derecha han tenido en la Asamblea Nacional. Además, Agrupación Nacional cuenta con otro elemento que le puede acercar al poder: la posibilidad de que la derecha gaullista se reduzca a su mínima expresión bajo la tenaza impuesta por Macron y la extrema derecha.

Para romper las barreras que mantienen a la extrema derecha lejos del poder el partido necesita apoyos. Sumando los votos del partido Reconquista –la lista liderada por Marion Marechal– las formaciones ultras suman 40% de los sufragios en Francia. Y la misma noche electoral, Le Pen comenzó a hacer llamamientos para intentar convencer al ala más conservadora de Los Republicanos de que los pactos derecha-extrema derecha son posibles.

Para sorpresa general, el presidente de Los Republicanos, Éric Ciotti, ha anunciado este martes la materialización de una alianza electoral entre su partido y el de Le Pen para las legislativas, un anuncio que ha fracturado las filas conservadoras y que amenaza con conducir a muchos descontentos a apoyar a Macron. El mismo día, Maréchal, sobrina de Marine Le Pen, desveló la ruptura de negociaciones entre su partido de extrema derecha Reconquista, liderado por el extertuliano ultra Éric Zemmour, y Agrupación Nacional. No obstante, el propio Zemmour ha reclamado la unión de las derechas en una coalición que incluya Los Republicanos, Reconquista y la AN.

En una entrevista publicada este martes por Le FigaroMacron ha justificado el adelanto electoral, al subrayar que “esa decisión se imponía” a la vista del resultado en las europeas. “No podemos hacer como si no hubiera pasado nada”, subraya Macron, que descalifica a los que han dicho que está “loco” por dar la posibilidad a la formación de extrema derecha. “Era la decisión correcta en interés del país. A los franceses les digo, no tengáis miedo, id a votar”.

Aunque su puesto no está en juego (se decide en las presidenciales), un mal resultado de su coalición en las legislativas podría obligarle a nombrar un primer ministro de otro partido. “Es hora de una clarificación”, ha dicho el jefe del Estado. Mientras tanto, los partidos ultiman negociaciones y alianzas para dibujar los tres bloques que acudirán a las elecciones: la coalición presidencial y sus socios de centroderecha, las fuerzas progresistas y los ultras, que tratan de buscar nuevos aliados. De los votantes dependerá si, por primera vez bajo el actual sistema de la Quinta República, la extrema derecha gobierna en Francia.