Miles de personas vestidas de negro han salido a las calles de Teherán este jueves para despedir al líder político de Hamás, Ismail Haniyeh, asesinado el miércoles de madrugada en la capital iraní en un ataque que tanto el anfitrión como el grupo palestino han atribuido a Israel. Los asistentes han coreado gritos de “muerte a Israel” y “muerte a Estados Unidos”, ondeando banderas de Irán, de Palestina y del grupo chií libanés Hizbulá, integrante del llamado 'Eje de la Resistencia'.
Esa alianza informal, encabezada por el régimen de Irán y de la que forman parte milicias contrarias a Israel y a Estados Unidos, se ha llevado dos duros golpes esta semana: la muerte de Haniyeh, el máximo dirigente de Hamás que ha sido eliminado desde el comienzo de la guerra en Gaza hace casi diez meses; y el fallecimiento de Fuad Shukr, comandante militar de Hizbulá, en un ataque contra el bastión de este movimiento político y armado en el sur de Beirut. La autoría de ese segundo asesinato selectivo sí fue asumida por Israel, mientras que el ataque que acabó con la vida de Haniyeh en su alojamiento de Teherán no ha sido reivindicado.
Irán ha prometido que se vengará por el homicidio de su aliado palestino, que se encontraba alojado en una residencia para los huéspedes importantes de la Guardia Revolucionaria iraní. Según ha revelado este jueves el periódico The New York Times, Haniyeh murió por el estallido de un artefacto explosivo que había sido introducido en esa residencia donde se había alojado anteriormente y llevaba escondido unos dos meses, según cinco fuentes oficiales de Oriente Medio. La bomba fue detonada desde la distancia, cuando el líder palestino se encontraba en la habitación del complejo residencial conocido como Neshat.
El diario estadounidense ha detallado que la explosión sacudió el edificio, hizo estallar los cristales de algunas ventanas y causó el colapso parcial de un muro exterior del edificio. A pesar de que Estados Unidos lo haya negado, las cinco fuentes oficiales han dicho a The New York Times que Israel informó del ataque al Gobierno de Joe Biden y de otros países occidentales.
Una “respuesta adecuada”
El hecho de que el ataque tuviera lugar en suelo iraní y mientras Haniyeh estaba bajo la protección de la Guardia Revolucionaria, pone en evidencia al régimen de Teherán y su aparato de seguridad, y le obliga a responder de alguna forma a la afrenta. Tres fuentes oficiales iraníes han declarado a The New York Times que los fallos que permitieron la ejecución del plan son una “tremenda vergüenza” para el poderoso cuerpo de seguridad, que suele emplear el complejo de Neshat para sus reuniones secretas y otros encuentros.
El presidente del Parlamento iraní, Mohammad Bagher Qalibaf, ha reiterado la amenaza lanzada ayer por el líder supremo de Irán, Ali Jameneí, asegurando que es un “deber” responder al crimen perpetrado en su territorio. Esa respuesta llegará “en el momento y el lugar adecuados”, ha dicho en declaraciones recogidas por la agencia oficial de noticias IRNA. También el secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, Ali Akbar Ahmadian, ha prometido que Israel “recibirá una respuesta adecuada” por el asesinato de Haniyeh en suelo iraní, según IRNA.
Precisamente, ese consejo es el que decidirá sobre la posible respuesta al ataque del miércoles y, si bien el presidente iraní es el jefe del órgano, Jamenei es el que tendrá la última palabra –como ocurre prácticamente con todos los asuntos en el país–.
El líder de la oficina política de Hamás, que vivía exiliado en Qatar, había acudido a Irán para participar en la ceremonia de investidura del nuevo presidente, Masud Pezeshkian, el martes 30 de julio. También viajaron a Teherán para la ocasión otras figuras destacadas, como el número dos de Hizbulá, Naim Qassim, que ha permanecido en la capital iraní para mantener reuniones con las autoridades del país. Cinco fuentes consultadas por la agencia Reuters han señalado que otros representantes de los miembros del 'Eje de la Resistencia', como los hutíes de Yemen y las milicias chiíes de Irak, van a participar en esos encuentros en los que se planteará “la forma mejor y más efectiva de represalia contra el régimen sionista”, según una fuente oficial iraní que está informada de esas reuniones.
El líder de Hizbulá, Hasan Nasralá, ha afirmado este jueves en un discurso retransmitido durante el funeral de Fuad Shukr que la batalla ha entrado en una “nueva fase” después del asesinato del máximo comandante militar del grupo chií (cuyo nombre significa “el partido de dios”). El bombardeo del que fue objetivo –que también mató a cinco civiles y hirió a cerca de 80– se produjo en represalia por un ataque que el pasado fin de semana dejó doce menores muertos en una localidad drusa de los Altos del Golán ocupados por Israel y que este último atribuyó rápidamente a Hizbulá, pese a que el movimiento se haya desvinculado. “Hemos negado de forma categórica nuestra responsabilidad por este incidente y nosotros tenemos el coraje de asumir la responsabilidad si fuera nuestra, incluso si fuera por error”, ha explicado Nasralá, que siempre habla a través de una pantalla por miedo a ser blanco de un intento de asesinato por parte de Israel.
“Estamos pagando el precio de nuestro apoyo a Gaza”, ha recordado el líder chií, agregando que cientos han pagado ya ese precio, incluidos unos 350 combatientes y cabecillas de Hizbulá, que desde el comienzo de la ofensiva contra la Franja ha intercambiado fuego a diario con las tropas israelíes al otro lado de la frontera libanesa y ha sido blanco de varios bombardeos en distintos puntos de Líbano.
Nasralá ha asegurado que están librando “una batalla abierta en todos los frentes”, que ha “entrado en una nueva fase” después de los últimos acontecimientos. Dirigiéndose a los israelíes, les ha dicho: “No sabéis cuáles son las líneas rojas que habéis cruzado, cuáles son las agresiones que habéis cometido ni a dónde vais con esto”.
Más allá de las amenazas, es una incógnita cómo reaccionarán tanto Hizbulá como Irán a los ataques contra sus territorios, aunque en el caso de Teherán es un atenuante que el asesinado no fuera un miembro destacado del régimen. Aunque no deja de ser una humillación para la Guardia Revolucionaria que Israel consiga infiltrarse en un complejo residencial y acabar con un invitado de honor, Haniyeh no era iraní ni se coordinaba con Irán para cuestiones estratégicas y tácticas. El líder político era la cara visible de Hamás y desempañaba una labor principalmente diplomática y de representación.
Evitar un choque frontal
El pasado mes de abril, Irán tuvo que responder a un ataque israelí contra su consulado en Damasco, en el que murieron varios integrantes de la Guardia Revolucionaria, que cuenta con una destacada presencia en Siria para asesorar y apoyar al régimen del presidente Bashar Al Asad en la guerra que lleva más de una década librando. En esa ocasión, Teherán optó por una represalia limitada, que no causó víctimas mortales ni graves daños, tratando de evitar así un conflicto abierto con su archienemigo judío.
Más de 300 misiles y drones fueron lanzados desde la República Islámica, en el primer ataque perpetrado directamente por sus fuerzas armadas contra Israel, pero muchos proyectiles fueron interceptados antes incluso de que alcanzaran el espacio aéreo israelí, gracias a la intervención de Estados Unidos y de otros países vecinos, como Jordania. Irán dijo en aquel momento que el ataque bautizado como 'Promesa Verdadera' no buscaba hacer el mayor daño posible.
Unos días más tarde, en medio de los temores internacionales por una escalada de la violencia entre Irán e Israel, se registró un ataque en Isfahán, cerca de una de las instalaciones nucleares iraníes más importantes, la de Natanz. No se produjeron víctimas ni daños materiales y el Gobierno de Benjamín Netanyahu no reconoció estar detrás de la ofensiva que buscaba responder al bombardeo de Irán de la misma forma comedida y simbólica. En esa ocasión, se evitó el riesgo a un choque frontal entre dos países que han amenazado con destruirse mutuamente y que podría arrastrar muy probablemente a los aliados y padrinos de cada uno: Estados Unidos, del lado israelí, y Rusia y China, del iraní, –aparte de sus aliados no estatales del 'Eje de la Resistencia'–.