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Análisis

El Ejército israelí va premeditadamente a su aire

Uno de los vehículos de la ONG World Central Kitchen impactado por un misil israelí.
5 de abril de 2024 22:20 h

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En un inútil intento por escapar a las críticas y a la responsabilidad por el asesinato de siete cooperantes de la organización humanitaria World Central Kitchen (WCK), el propio primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha recurrido al clásico “son cosas que ocurren en las guerras”, mientras que su ministro de Defensa, Yoav Gallant, ha optado por achacarlo a un supuesto fallo de coordinación entre los responsables de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) y los de la citada ONG. Pero, después de unos días, las FDI han tenido que admitir su “grave error” y han anunciado que tomarán medidas contra varios altos mandos, incluidos dos comandantes que serán cesados.

Desgraciadamente, en todas las guerras –dado que en ellas siempre confluyen múltiples actores con agendas muy distintas y son muchas las variables que entran en juego y que escapan a su control– se producen daños colaterales y efectos indeseados, incluso en el caso de que los actores combatientes procuren sinceramente evitarlos. Pero en el caso de las FDI, lo que se extrae inevitablemente como conclusión –tras seis guerras con los Ejércitos árabes, dos intifadas palestinas y múltiples operaciones de castigo tanto en Gaza como en Cisjordania– es que sus excesos y sus flagrantes violaciones de las normas más elementales de la guerra ni son una casualidad ni tampoco un efecto indeseado. Por el contrario, son el resultado de factores tanto internacionales como de índole interna.

En cuanto a los primeros, basta con entender que si dichos excesos nunca han tenido para Israel ninguna consecuencia –traducida en algún tipo de sanción diplomática, comercial, judicial, económica o, menos aún, militar–, no puede extrañar que los responsables políticos y militares israelíes terminen convencidos de que pueden ordenar y hacer lo que deseen. No ha habido, simplemente, ninguna ocasión en la que Israel haya sufrido castigo alguno por saltarse las normas que a cualquier otro Estado le supondría un coste insoportable.

No ha habido ninguna ocasión en la que Israel haya sufrido castigo alguno por saltarse las normas que a cualquier otro Estado le supondría un coste insoportable

Y por si hiciera falta algún ejemplo reciente, en el contexto de la masacre que las FDI están llevando a cabo en Gaza, ahí está el asesinato en estos últimos seis meses de más de 170 trabajadores de la ONU (la mayor parte de la Agencia para los Refugiados Palestinos, UNRWA), a pesar de que esta agencia se encarga puntualmente de informar a las autoridades israelíes de las coordenadas de sus instalaciones y de sus movimientos en zona de conflicto –de acuerdo a los protocolos de deconfliction habituales entre actores humanitarios y militares–. ¿Acaso todas esas muertes son también “daños colaterales no intencionados”? ¿En nombre de qué se le otorga a las IDF una patente de corso para campar a sus anchas que no se le permitiría a ningún otro ejército del mundo?

Doble vara de medir

A partir de esa criticable realidad, que pone de manifiesto la existencia de una doble vara de medir a nivel internacional, tampoco puede extrañar que, en clave interna, el que se atreve a presentarse como el Ejército “más moral” del planeta aproveche las circunstancias para ir aún más allá. Como toda institución militar, jerarquizada y sujeta al poder civil, las FDI se guían por su propia doctrina y por sus reglamentos y manuales. Eso no excluye, por supuesto, que algún uniformado en alguna circunstancia actúe por su cuenta, saltándose lo que determinan las reglas de enfrentamiento y, amparándose en la locura de los combates, llevando a cabo un acto ignominioso.

Pero lo determinante en este caso es que las FDI ya cuentan de partida con marcos de actuación que facilitan esos excesos. Por un lado, resulta tristemente ejemplar la existencia de la conocida como 'Doctrina Dahiya', ensayada inicialmente en 2006 en territorio libanés, que establece que en el combate en zonas urbanas se debe emplear una fuerza masiva, desproporcionada, que no discrimine entre objetivos militares y civiles, con el doble objetivo de reforzar la disuasión contra cualquier enemigo que se haya atrevido a atacar intereses israelíes y lograr una victoria definitiva cuanto antes. Gaza es hoy un ejemplo meridiano de la vigencia de dicha doctrina.

Por otro, la 'Directiva Hanibal' estipula que se debe emplear toda la fuerza necesaria para impedir que cualquier enemigo de Israel capture a sus ciudadanos y, especialmente, a sus militares, aunque ello suponga su muerte. E igualmente Gaza vuelve a demostrar hasta qué punto las IDF la siguen aplicando hoy, matando incluso a israelíes capturados por Hamás cuando trataban de escapar de sus captores.

Los responsables de esos desmanes quedan en la práctica exonerados de culpa, incluso aun en las muy escasas ocasiones en las que han terminado ante un tribunal

A eso se suma que, como tantas veces se ha comprobado, los responsables de esos desmanes quedan en la práctica exonerados de culpa, incluso aun en las muy escasas ocasiones en las que han terminado ante un tribunal, sea por el asesinato caprichoso de un civil o por la matanza múltiple de civiles indefensos.

Todo eso lo sabían tanto el ejecutor directo del asesinato como el jefe militar que dio la orden de disparar al convoy de WCK y, por extensión, todos sus superiores hasta llegar a Netanyahu. En esta ocasión, dos comandantes implicados directamente en el ataque serán cesados, mientras que serán amonestados los máximos responsables de la brigada que disparó, de la división de la que forma parte y del Comando Sur (del que depende la ofensiva en Gaza).

La indignación y la presión internacionales –en concreto, del principal aliado de Israel, Estados Unidos– parecen haber pesado más que la falta de voluntad de unos para hacer valer las reglas de juego que nos hemos dado entre todos y la permisividad de una sociedad israelí que parece decidida a echar por la borda sus propios valores y principios éticos y morales. ¿Hasta cuándo?

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