En la noche del domingo, tras las primeras informaciones que apuntaban a Antony Blinken como el próximo secretario de Estado de Joe Biden, una antigua entrevista comenzó a circular en redes sociales. Era una conversación sobre los refugiados que Blinken había mantenido en 2016 con Coco, el personaje de Barrio Sésamo, dirigida a niños estadounidenses con posibles compañeros nuevos procedentes de países lejanos. “Todos tenemos algo que aprender y ganar de los demás, incluso si en un principio no parece que tengamos mucho en común”, dijo Blinken al esponjoso muñeco azul.
La llegada de Blinken al Departamento de Estado representa un cambio drástico, como mínimo, con relación a estos cuatro años en los que la Administración Trump ha separado de sus padres a los niños migrantes y los ha retenido en jaulas.
Blinken es un internacionalista nato en comparación con Mike Pompeo, que a lo largo de su mandato como secretario de Estado no ha dejado de hacer política interior, dando la mayor parte de sus entrevistas a emisoras conservadoras de radio en el Medio Oeste estadounidense.
Guitarrista
Blinken fue al colegio en París, donde aprendió a tocar la guitarra (tocó Another Brick in the Wall, de Pink Floyd, en su graduación) y a jugar al fútbol, además de soñar con convertirse en cineasta. Antes de entrar en la Casa Blanca bajo el mandato de Barack Obama, solía jugar un partido de fútbol semanal con altos cargos de EEUU, periodistas y diplomáticos extranjeros. En Spotify se pueden escuchar dos de sus baladas: Lip Service y Patience.
“Era un estadounidense en París, con una idea de lo que significaba ser estadounidense, con su cultura y valores, en un momento en el que había mucho antiamericanismo. Pero también vio lo que era ser un francés mirando a EEUU”, señala Rob Malley, presidente del think tank International Crisis Group y compañero de Blinken en la escuela en Francia. Blinken tiene conocimiento de Europa y ha descrito el Brexit como un “desastre total” muy peligroso para Reino Unido.
Todos esos contactos y su encanto de urbanita bilingüe irán dirigidos a calmar los crispados nervios de los aliados occidentales y para asegurarles que EEUU ha vuelto a ser un jugador tradicional de equipo. En los primeros días de la Administración Biden, la prioridad en política exterior será reincorporarse a los tratados y acuerdos que Donald Trump ha abandonado.
No hay muchas dudas de que Blinken está en la línea de Joe Biden. Lleva casi dos décadas junto al presidente electo. Después de trabajar en el Consejo de Seguridad Nacional de Bill Clinton, en 2002 se convirtió en el asesor principal de política exterior de Biden en el Senado, fue su director de personal en la comisión de Relaciones Exteriores del Senado y en 2008 trabajó para su fallida candidatura presidencial.
Cuando Obama eligió a Biden como vicepresidente, Blinken volvió a la Casa Blanca como su asesor de Seguridad Nacional. Su rostro se puede ver, al fondo, en la famosa fotografía que retrató a Obama y a su equipo mientras seguían la redada que terminó con la vida de Osama Bin Laden.
Blinken trabajó como subsecretario de Estado en los dos últimos años de la Administración Obama. Su regreso, ahora en el cargo principal, es la materialización de la continuidad, pero en entrevistas recientes Blinken también ha reconocido errores y arrepentimientos de la era Obama.
Crítico con la política en Siria
En su día, Blinken se opuso a la decisión del Gobierno de no intervenir de manera decisiva en Siria. “No supimos evitar una pérdida de vidas terrible; no supimos evitar desplazamientos masivos... algo que me pesará el resto de mis días”, confesó hace poco a la cadena CBS News.
También firmó en 2018, junto a otros exaltos cargos de Obama, una carta abierta reconociendo que el apoyo inicial de EEUU a la guerra saudí en Yemen no había logrado ponerle límites al conflicto ni terminarlo y se había transformado en un cheque en blanco bajo la Administración Trump, con un número abrumador de muertes civiles como resultado. Se espera que el Gobierno de Biden ponga fin a la participación militar en el conflicto.
Quienes lo conocen bien insisten en que su compromiso con los derechos humanos es sincero y viene de su propia experiencia. Su padrastro es un superviviente del holocausto, Samuel Pisar, que pasó por Auschwitz, Dachau y otros campos de concentración y que posteriormente se convirtió en abogado, escritor y asesor de John F. Kennedy. Blinken también trabajó en la Casa Blanca de Clinton en las intervenciones de Bosnia y Kosovo.
“Es alguien del Gobierno de Obama y del equipo de Biden que realmente entiende el papel beneficioso que puede tener para EEUU la promoción y protección de los derechos humanos”, dice Rob Berschinski, que trabajó junto a Blinken como consejero del secretario de Estado en el Departamento de Estado para democracia, derechos humanos y asuntos laborales.
Desde que Biden ganó la candidatura demócrata, Blinken ha hecho un esfuerzo para llegar al ala izquierda del partido, reduciendo al menos algunas de las diferencias, como por ejemplo con los temas de Arabia Saudí y de los objetivos climáticos. La noticia de su probable nombramiento fue rápidamente celebrada por Matt Duss, el asesor principal de Bernie Sanders en política exterior.
“Es una sabia decisión, Tony tiene toda la confianza del presidente electo y el conocimiento y la experiencia necesarios para la importante tarea de reconstruir la diplomacia estadounidense”, escribió Duss en Twitter. “También será algo nuevo y fantástico tener un diplomático de alto nivel que se ha comprometido a menudo con las bases progresistas”.
Pero también se hablaba de futuras tensiones por las viejas grietas de la política exterior estadounidense. Blinken ha sido inflexible en lo relativo al compromiso de la Administración Biden con la seguridad de Israel. También ha dicho que el apoyo militar no dependerá de las decisiones políticas que tome Israel.
En un comentario al tuit de Duss, la congresista por Michigan Rashida Tlaib, defensora de los derechos del pueblo palestino, afirmaba: “Asegúrate de que no intenta silenciarme y suprimir mi derecho de hablar contra las políticas racistas e inhumanas de Netanyahu”.
Antes o después llegarán las peleas políticas, pero lo más probable es que la luna de miel de Blinken, que a los 58 años llega al Departamento de Estado como padre de dos niños pequeños, sea prolongada. Le basta con no ser Pompeo y con tener el deseo declarado de llevar a Estados Unidos a una posición de liderazgo mundial en cuestiones globales como la COVID-19, el cambio climático y la no proliferación de armas nucleares.
En septiembre Blinken habló con el podcast Intelligence Matters sobre las prioridades en política exterior de una posible Administración Biden. “Volveríamos a aparecer en la escena internacional, pero para comprometernos con el mundo. No con el mundo como era en 2009 o en 2017 cuando dejamos el Gobierno, sino con el mundo como es ahora y como anticipamos que será en el futuro: potencias emergentes, nuevos actores superfortalecidos por la información y la tecnología, que tenemos que atraer si queremos progresar”.
Traducido por Francisco de Zárate