La portada de mañana
Acceder
16 grandes ciudades no están en el sistema VioGén
El Gobierno estudia excluir a los ultraderechistas de la acusación popular
OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

Espías, aviones y sexo entre Miami y La Habana

La casuística de cómo Estados Unidos utiliza las sentencias judiciales y el discurso antiterrorista para hostigar a Cuba es extensa. Pero existe un caso excepcionalmente curioso que apenas se ha difundido. Se trata de la demanda de la ciudadana estadounidense Ana Margarita Martínez, quien se casa en 1995 con el cubano Juan Pablo Roque.

Roque era un piloto de las Fuerzas Armadas cubanas que, en marzo de 1992, deserta de Cuba, nada nueve kilómetros durante siete horas para llegar a la playa de la base estadounidense de Guantánamo y levanta los brazos ante los marines gritando “soy un oficial cubano, estoy desertando”. En tres semanas Estados Unidos le da la residencia y Roque se instala en Miami entre los aplausos de la comunidad anticastrista. Al poco tiempo es reclutado por Hermanos al Rescate. Bajo el pretexto de socorrer a los balseros que intentan llegar a Estados Unidos desde Cuba, la organización se dedica a violar el espacio aéreo cubano, hostigar aeronaves cubanas y lanzar panfletos en La Habana llamando a la sublevación contra el Gobierno.

Atractivo –le llaman el Richard Gere del exilio– y con esa aureola heroica de piloto que se pasa al otro bando tras la hazaña de recorrer a nado un mar infestado de tiburones, se convierte en personaje habitual de las televisiones y la prensa de Miami. Una semana después de su llegada, conoce a Ana Margarita. Se casan el 1 de abril de 1995, en lo que la comunidad anticastrista denomina “el casamiento de la década”.

Lo que nadie sabía es que Roque era un agente de los servicios de seguridad cubanos, que la fuga estaba diseñada por el Ministerio del Interior de su país y que su misión era infiltrarse en la comunidad anticastrista para conocer sus actividades e informar a La Habana. En aquellas fechas Cuba está sufriendo constantes atentados terroristas organizados por las asociaciones de la Florida.

El 24 de febrero de 1996 dos aviones de la organización Hermanos al Rescate que llevan meses violando el espacio aéreo cubano, tras ser advertidos en numerosas ocasiones desde las torres de control cubanas y formalizadas las quejas a Estados Unidos, son derribados por la Fuerza Aérea Cubana, lo que provoca un incidente internacional que llega incluso al Consejo de Seguridad de la ONU.

Un día antes Juan Pablo Roque abandona Estados Unidos de forma clandestina. Para ello tiene que ir en autobús a la ciudad de Fort Lauderdale y tomar un avión hasta Tampa. Otro agente le entrega en esa ciudad un pasaje de avión a Cancún y desde allí en vuelo directo regresa a La Habana.

Aparición sorpresa en televisión

A las pocas horas del derribo de los aviones de Hermanos al Rescate, Roque aparece en las pantallas de CNN Internacional, entrevistado en la capital cubana por la periodista Lucia Newman. Allí revela que la supuesta organización humanitaria no sólo viola constantemente el espacio aéreo cubano, poniendo en peligro la seguridad de los vuelos regulares civiles, sino que también utiliza los aviones para infiltrar armas y explosivos para realizar atentados terroristas en la isla.

En Miami, desde los directivos de Hermanos al Rescate hasta su esposa Ana Margarita Martínez, todos se quedan petrificados ante el televisor. Martínez, que nunca tuvo una especial significación política, avergonzada por el engaño y necesitada de presentarse ante la comunidad anticastrista lo más alejada ideológicamente de su esposo, se convierte en una virulenta militante contra el Gobierno de Fidel Castro.

Su primer paso es anular su matrimonio en un tribunal civil. Seguidamente, según sus abogados, se considera “víctima de un acto terrorista” y demanda al Estado cubano argumentado que “un espía cubano se casó con ella y la usó para ocultar sus actividades de espionaje”. Los abogados de Ana Margarita exigen una reparación material “por haber sido violentada sexualmente”, no por su exmarido Juan Pablo Roque, sino por el Estado cubano durante los ocho meses de matrimonio.

Muy estratégicamente no demandan al esposo, sabedores sus abogados que será insolvente y que nunca aparecerá por Estados Unidos, sino que lo hacen contra el Estado cubano y reclaman que sea indemnizada con los fondos procedentes de las cuentas congeladas que el Gobierno de Cuba tiene en bancos de Estados Unidos desde 1960, tras el bloqueo que impuso Washington a La Habana.

Sexo con un espía

Como señala magistralmente el escritor brasileño Fernando Morais en su libro Los últimos soldados de la guerra fría, Ana Margarita se presenta ante la influyente comunidad de Miami como una “anticomunista ferviente” y afirma que “el sexo practicado con Juan Pablo no era consensual”, puesto que quien dormía con ella era un agente de Fidel Castro, y no el desertor por el cual Roque se había hecho pasar y de quien ella se enamoró.

“Al consentir en practicar el sexo con Roque”, afirman los abogados, “la demandante Martínez no tenía conocimiento de que se trataba de un agente de Cuba”. Y, como el casamiento de los dos fue una farsa montada por Cuba, es la República de Cuba la que tenía que pagar por el sufrimiento al que ella había sido sometida.

Los abogados de Ana Margarita desarrollan sus padecimientos en 73 puntos para cuantificar la indemnización. Entre ellos detallan los daños físicos, morales y materiales que la República de Cuba le ocasionó: lesión corporal, dolor y sufrimiento provocados por los “coitos no consentidos”, angustia mental, gastos médicos para la rehabilitación emocional y pérdida de la capacidad para disfrutar de la vida.

Todas las reclamaciones contra Cuba fueron posibles gracias a leyes federales aprobadas en 1996 y 2002, que permiten a ciudadanos demandar a gobiernos extranjeros por actos de terrorismo, y ayudan a las víctimas a recibir compensación de Estados considerados terroristas por Estados Unidos, como Cuba, Irán y Corea del Norte. Además Cuba no se presenta para su defensa en los tribunales estadounidenses.

Como resultado, Ana Margarita gana dos juicios en 2001 contra el Gobierno cubano, que es condenado por la justicia de Miami a pagar nada menos que 7,175 millones de dólares por daños personales y otros 20 millones de dólares por daños punitivos, según la sentencia del juez Alan Postman, por el papel canalla del Gobierno cubano en el fraude. Nunca en la historia se había considerado que un Estado fuera responsable y tuviera que indemnizar con más de 27 millones de dólares a una persona por haber tenido relaciones sexuales consentidas con un funcionario.

Ana Margarita no ha conseguido la totalidad del dinero, pero el expresidente George Bush ordenó en 2005 que le pagaran de esas cuentas 198.000 dólares y, mientras tanto, la esposa humillada se ha podido quedar, como pago parcial de la sentencia, con tres aviones cubanos que llegaron a territorio estadounidense. De modo que los secuestros aéreos que son considerados una acción terrorista en todo el mundo, en Estados Unidos son un mecanismo de pago de sentencias contra el terrorismo a costa de la víctima a la que le han secuestrado el avión, el Estado cubano.

Red Avispa

Juan Pablo Roque no era el único agente cubano que se encontraba en Estados Unidos con el objeto de infiltrarse en las organizaciones anticastristas que en la década de los noventa estaban organizando atentados en suelo cubano con el objeto de ahuyentar el turismo. Bajo la denominación “Red Avispa”, trece agentes recogían información para intentar impedir los atentados. Gracias a su intervención, se interceptaron mercenarios, explosivos y armas destinadas a atentar contra civiles e instalaciones cubanas.

Cuando Fidel Castro hizo llegar un informe sobre esas actividades terroristas contra Cuba a Bill Clinton para pedir su colaboración, la respuesta del FBI fue detener a los agentes cubanos. Roque fue el único que logró evitar la detención al haber salido de Estados Unidos apenas unos días antes. Cinco de los agentes cubanos fueron condenados a largas condenas de prisión o cadena perpetua por los tribunales de Florida en un ambiente de linchamiento local promovido por los grupos anticastristas. El Gobierno cubano lleva años en una campaña internacional exigiendo su liberación explicando que su misión era, precisamente, luchar contra el terrorismo. En Cuba, bajo la denominación de “Los Cinco” son considerados unos héroes antiterroristas que lograron evitar muertes y atentados en la isla.