“Brasil está institucionalmente en alerta”, dice Esther Solano, doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de la Universidad Federal de São Paulo, a menos de dos meses de las elecciones presidenciales. Los ataques del presidente de Brasil contra el voto electrónico preocupan a la autora de libros como El odio como política. La reinvención de las derechas en Brasil y La paradoja de Bolsonaro. Para Solano, la falta de reconocimiento de una eventual victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en las presidenciales del 2 de octubre es un escenario probable.
¿Tiene posibilidades Lula da Silva de ganar en primera vuelta?
Es posible pero realmente complicado. El escenario más probable es que Lula gane, pero en segunda vuelta.
¿Ir a segunda vuelta complica más al candidato del PT?
En ese caso, la elección se reorganiza. Aquí en Brasil, siempre decimos que una segunda vuelta es una elección diferente. Y de hecho, es así. La campaña de Lula está trabajando para que sea elegido en primera vuelta, a riesgo de ir a una segunda vuelta y tener que recomenzar la estrategia electoral.
¿Por qué ha repuntado la intención de voto a Bolsonaro?
Hay dos cuestiones muy importantes: la cuestión económica y la espiritual-religiosa. La gran subida de Bolsonaro responde al crecimiento en el segmento religioso evangélico. Lo que está consiguiendo hacer el presidente es capturar buena parte del voto evangélico mediante un proceso retórico de demonización del Partido de los Trabajadores (PT). Todo un proceso de demonización basado en la idea de que el PT representa el caos moral, el caos familiar, que va en contra de la familia tradicional, en contra de las costumbres, incluso en contra de las propias iglesias evangélicas.
¿Identifica a las iglesias evangélicas como un actor político relevante en este tramo de la campaña?
Notamos una politización muy intensa de las iglesias, que se han convertido en una fuente enorme de militancia de Bolsonaro. El papel de la primera dama, Michelle Bolsonaro, se ha convertido en un elemento central en esta cuestión. Por lo tanto, notamos un aumento en intención de voto a Bolsonaro en el segmento espiritual, religioso, evangélico, pero sobre todo pentecostal.
Los programas de asistencia social como Auxilio Brasil ¿forman parte de la estrategia electoral de Bolsonaro?
Bolsonaro todavía no ha conseguido remontar en las encuestas gracias al Auxilio Brasil porque la gente la entiende como una medida desesperada, electoral.
¿Cómo analiza la estrategia de Lula de llevar de candidato a vicepresidente a un histórico adversario como Geraldo Alckmin?
Lo que hace Lula es ampliar el espectro de fuerzas, ampliar el diálogo, ampliar las posibles bases de gobernabilidad, no solamente para las elecciones sino también para un futuro gobierno. Alckmin es un tipo con trayectoria política, que es respetado, tiene muchos años de experiencia y representa una política bastante sólida.
¿Podrá gobernar Lula con una alianza electoral de 10 partidos?
Lula es un especialista en gobernabilidad, en lo que llamamos en Brasil la pulverización del sistema representativo brasileño. Esto es: tenemos muchos partidos representados en el Congreso. Y Lula justamente es un especialista, un articulador político, pero evidentemente será difícil. Entonces, la estrategia es evidentemente primero electoral, porque al que abre puertas a segmentos políticos más de derecha, pero luego a la hora de gobernar también deberá articular con los distintos partidos.
No es la primera vez que Lula diseña grandes acuerdos electorales como este...
Es muy importante reconocer que no es la primera vez que Lula tiene esta estrategia. Cuando Lula llega al poder en 2003 es porque en 2002 se presenta con José Alencar, una figura de derecha, un empresario muy reconocido, en una alianza relativamente parecida. Digamos que Lula hace una elección que es más o menos una alianza, que es más o menos similar, porque él se siente cómodo con este tipo de acuerdos.
¿Cuáles creen que son los puntos fuertes de la campaña del PT?
Entre los puntos fuertes de la campaña está el legado, la memoria histórica de los tiempos lulistas, donde la cuestión económica estaba mucho mejor en términos de empleo, con la inflación mucho más controlada. Era un país en el que se vivía materialmente mejor, pero también en términos del orgullo de ser brasileño. La idea de que Lula también cuidaba más del país, cuidaba más de la gente.
¿El cuidado en un sentido amplio?
Sí, por ejemplo, el cuidado con el medio ambiente, con el Amazonas, con las minorías, las mujeres, los colectivos LGBTI, el movimiento negro. Un punto fuerte de la campaña del PT pasa por la idea de que mientras Bolsonaro es un tipo muy autoritario, muy violento, muy agresivo. Lula busca presentarse como alguien conciliador, de diálogo, de moderación, del cuidado.
Bolsonaro lleva como candidato a vicepresidente al exministro de Defensa, el general del Ejército Walter Braga Netto. ¿Puede contarnos quién es?
Braga Netto es un general muy importante dentro del Ejército brasileño, pero sobre todo es uno de los generales más políticos de Bolsonaro. Es un tipo que ganó mucha relevancia retomando la intervención federal en Río de Janeiro. Río es un estado también muy importante el punto de vista simbólico, porque es el Estado raíz del personalismo, el feudo del voluntarismo y es un lugar donde todo lo que pasa es de orden de la seguridad pública. Río tiene todo para ser un simbolismo.
¿Qué simboliza Braga Netto en la fórmula presidencial?
Su presencia simboliza la proximidad de Bolsonaro con las Fuerzas Armadas, el papel de un Gobierno fuertemente militar. Pero también una apuesta de Bolsonaro por afianzar su grupo político, su base electoral favorita: masculina, de clase media, blanca, del sur sudeste, que se ve muy reflejada en ese papel del militar como aquel que resguarda el orden, los valores de la jerarquía, de la disciplina, de la autoridad. Es el militarismo político. Braga Netto viene a reforzar ese papel de lo masculino, del orden, de la autoridad, de la jerarquía, del continuismo.
¿Hay riesgo de que Bolsonaro no reconozca una eventual victoria de Lula?
Sí, el riesgo de que Bolsonaro no reconozca los resultados es alto, sobre todo por lo que está pasando en Brasil. Por ejemplo, la carta en defensa de la democracia, el acto del 11 de agosto que reunió mucha gente en São Paulo, la respuesta a Bolsonaro de la justicia electoral, del Supremo Tribunal Federal. Todo está encarado a respetar las elecciones, a respetar el orden democrático, a que Bolsonaro respete esto. Brasil está institucionalmente en alerta de este riesgo. Por eso, se están creando grandes frentes para bloquear esta posibilidad.
¿Cuáles son las regiones que pueden definir el escenario?
Más que a un mapa regional del voto, lo que hay que atender son a los grupos sociales que van a delimitar el potencial de voto de cada candidato. Hace un mes y medio, la intención de voto entre evangélicos estaba más o menos la mitad a Lula, la otra mitad a Bolsonaro. Ahora, en poquísimo tiempo, la diferencia es de es 40-30%. Los evangélicos, en poco tiempo, han ido hacia Bolsonaro.
¿Qué otro grupo social puede definir la elección?
Hay que prestar mucha atención a las mujeres, porque ellas representan un segmento poblacional que vota en su mayoría a Lula. Pero este sector está sufriendo una embestida muy fuerte de Bolsonaro, sobre todo de Michelle Bolsonaro, pero también de muchas iglesias.
¿Y por clase social?
Un tercer grupo son los beneficiarios del Auxilio Brasil, que de momento se están quedando con Lula. Lo que dicen las primeras encuestas es que por ahora no ha habido una desbandada de votos hacia Bolsonaro. Por el contrario, la mayoría de gente que recibe asistencia social sigue permaneciendo fiel a Lula.
¿La inflación juega en contra del Gobierno?
La inflación ya está más controlada. Hay que prestar atención a los grupos, lo que denominamos aquí de dos a cinco salarios mínimos, sueldos base, que son grupos que sienten mucho el efecto de las cuestiones económicas: el Auxilio Brasil, los precios, la inflación, la gasolina.
¿Dónde van los votos de los más golpeados por la economía?
Lula bate récords entre los más pobres. La gente que gana un sueldo mínimo vota a Lula en un 60%. Entonces, Lula tiene mucho que ganar ahí. El rótulo de “padre de los pobres entre los más pobres” no cambiará.