Fue una derrota que algunos vivieron como traición. Y este domingo se han recogido los frutos de aquellos días de 2015. Grecia votó en un referéndum contra unos recortes impuestos desde la UE, el FMI y el BCE; pero que al final terminó aplicando. Y, por el camino, se cortaba de raíz la idea de un modelo alternativo de construcción europea al que estaba gestionando la gran coalición de populares y socialdemócratas acompañados por los liberales.
Syriza ha revalidado los resultados, 6 escaños, pero el crecimiento de la derecha de Nueva Democracia –a costa de los centristas y de la extrema derecha– le ha dejado en segundo lugar, a tres escaños. Tsipras ha caído derrotado, y en Grecia quien gana las legislativas tiene un plus de 50 escaños, con lo que resulta improbable articular mayorías parlamentarias alternativas al vencedor de las elecciones. Y Tsipras ha anunciado un adelanto electoral tras la derrota: los comicios estaban previstos para finales de octubre y puede que se celebren en el último fin de semana de junio.
La derrota de Tsipras ante la troika es la metáfora de la derrota de una idea alternativa, de imaginar una hipótesis alternativa por la izquierda: el grupo de la Izquierda Unitaria del Parlamento Europeo ha pasado de 52 escaños a 38. La Francia Insumisa entra con 6, pero no entra el PCF y queda lejos del resultado de Melenchon en las presidenciales de 2017 –casi la mitad–; los alemanes de Die Linke caen al 5,5%; la izquierda alternativa italiana se queda fuera de la Cámara; Unidas Podemos toca suelo... Salvo Syriza, que aguanta en escaños aunque pierde las elecciones, y el Bloco portugués, prácticamente todos los demás ceden terreno.
Un retroceso que coincide, en España, con una foto de pérdida de las ciudades del cambio y de retroceso autonómico, un mes después de quedar Unidas Podemos en 3,5 millones de votos –el 20D de 2015, el espacio representaba 5 de Podemos más uno de IU–.
El repliegue de la hipótesis del desborde por la izquierda ha venido acompañado de la posibilidad de un desborde por la extrema derecha, que tampoco ha terminado de producirse: salvo los éxitos previstos de Marine Le Pen, Matteo Salvini y Viktor Orbán, no se han producido grandes sorpresas por esos márgenes. Entre otras cosas porque en el Parlamento Europeo no hay un gran grupo de extrema derecha, sino que están repartidos entre varios.
Los que sí han mostrado músculo han sido Verdes y liberales; los primeros gracias a la izquierda; los segundos, más por la derecha –aunque el populismo tecnocrático de Macron pesque en viejos caladeros del PSF–.
Los Verdes han dado el sorpasso a los socialistas en Alemania y Francia, por ejemplo. Y, aunque no se reivindican como Tsipras en 2014-2015 como un plan B, sí reclaman otra forma de organizar la economía y la sociedad para frenar la crisis climática, asunto clave que se ha colado de forma irreversible en la conversación política europea.
¿Qué ha sido de la otra Europa que encarnó Tsipras? El rojo se torna de color verde... Aunque los grandes partidos, pese a sus retrocesos sonoros, siguen siendo socialdemócratas y populares, y les valdría con una alianza con los liberales para gobernar la UE. ¿La ampliarán a los Verdes? Las negociaciones no han hecho más que comenzar.