En el funeral del comandante de Hizbulá asesinado por Israel en Líbano: “Entramos en la fase del ajuste de cuentas”

Miguel Flores Hormigo

Beirut —

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“No abandonaremos a Palestina”. La periferia sur de Beirut se resarce de su peor semana desde el comienzo de la ofensiva en Gaza con una idea en claro: Hizbulá seguirá luchando contra Israel desde el lado norte de la frontera, tal y como llevan haciendo desde que empezó la guerra en Gaza. La organización, que capitaliza la ‘resistencia islámica’, ha perdido de sus filas a algunos de sus principales dirigentes militares en los últimos días. En Dahie, este barrio de la capital libanesa, un bombardeo israelí acabó el viernes con el líder militar del movimiento, Ibrahim Aqil, así como con el jefe de adiestramiento del partido, Ahmed Wehbe, y otras decenas de fallecidos.

El domingo, mientras la calles cristianas de la ciudad callaban y seguían con alarma el avance de la escalada, Dahie entero se reunía en el funeral de los caídos. Dos féretros amarillos con flecos verdes por la bandera de Hizbulá gobernaban el barrio seguidos de una platea de jeques y desde los balcones los vecinos se agolpaban para ver la escena. A hombros de sus padres, una niña y un niño ondean tres banderas que, para los adeptos a Hizbulá, se sienten como una sola: la palestina, la libanesa y la del partido.

“Son mártires de todo el pueblo. Son mártires de Jerusalén y de Palestina”, predica desde la rabia del duelo una voz que muchos no alcanzan a ver de dónde viene. Delante de los ataúdes, cuatro hombres de negro rodean a un cuerpo pequeño que habla desde un púlpito. Es Naím Qásem, segundo a la cabeza de Hizbulá después de Hassan Nasrallah. A la sombra de su turbante blanco, el jeque de jeques arenga a todo un pueblo: “Que nuestros hombres se hagan mártires es un honor para nosotros [...] Hemos entrado en una nueva fase [de la guerra], y lleva por título el ajuste de cuentas”. La multitud responde: “¡Labbeika, ya Huséin!” —¡A tu servicio, Huséin!—, “¡Muerte a América!”, “¡Muerte a Israel!”.

Qásem empieza a recitar versos del Corán. Tres asitentes, Hasán y dos Alis, se dan contra el pecho como hacen hombres, mujeres y niños por igual. El golpeteo, que al poco rato empieza a doler, simboliza la aflicción de Huséin durante el martirio en Ashura. Pero ni Hasán ni uno de los Alis pretende que su sacrificio vaya más allá: “No pienso ir a combatir al frente. Por muy fea que se ponga la cosa”, asegura uno. El otro matiza: “No es por miedo, es que no creemos que se nos necesite. Nuestros soldados están preparados para lo que venga”. El tercer amigo, el otro Ali, no descarta unirse a las milicias chiíes en el sur.

Por ahora, ninguno de los tres contempla irse de Dahie. Pese a las explosiones de miles de ‘buscas’ y walkie-talkies la semana pasada, que hirieron a cerca de 4.000 personas en todo el país, los jóvenes vecinos no ven su futuro más allá de su barrio beirutí. Incluso si el sur de la capital libanesa, que se ha confirmado en los últimos días como un objetivo militar de Israel, se convierte en el escenario de una nueva guerra. El domingo por la tarde, mientras Qásem celebraba que sus cohetes hubieran alcanzado la ciudad israelí, Benjamín Netanyahu advertía a Hizbulá: “Si no entendisteis el mensaje [de esta semana], os prometo que lo entenderéis”.

El otro mensaje que Israel ha intentado trasladar tras el ataque que recibió la madrugada del domingo es que los cohetes de Hizbulá “se dirigieron a civiles”. Pero, de esa andanada de misiles, ni se conoce el número de heridos ni se han reportado fallecidos. El partido de Nasrallah sostiene que sus operaciones tienen como único objetivo instalaciones militares. A la ofensiva de Hizbulá se ha unido este domingo la Resistencia Islámica en Irak, otra agrupación de facciones armadas de la región respaldada por Irán. Un comandante de las Fuerzas de Defensa Israelíes advirtió tras los ataques procedentes del este: “Las operaciones contra Hizbulá son un mensaje para cualquiera en Oriente Próximo que pretenda hacer daño a nuestros ciudadanos”.

Por el momento, la intervención del Ejército israelí fuera de Palestina solo deja funerales en Líbano —y en Siria, donde explotaron varios de los dispositivos a principios de semana—. En las exequias más importantes del partido tras la muerte de Fuad Shukur el pasado mes de julio, Qásem aclara que ni sus milicias están debilitadas ni la misión de Hizbulá de forzar un alto el fuego en Gaza se ha visto interrumpida. “Nos disteis unidad y fuerza”, despide a Aqil y Wehbe en su funeral, y da paso a que los scouts del partido amenicen con anashid —música vocal musulmana— el cortejo de los féretros al cementerio militar. Alejándose en medio de la romería, una bandera negra con el retrato de Nasrallah recuerda con letras rojas: “La victoria y la conquista de Dios están cerca”.