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El fin de la Gran Coalición, el techo de la extrema derecha y la ola verde: diez claves de las elecciones europeas del 26M

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

La entente de populares y socialdemócratas ha perdido músculo. Los liberales y los Verdes han ensanchado espacios. La extrema derecha no crece como parecía, y quienes se han acercado a ella han salido chamuscados. Y ahora toca sacar la calculadora para gobernar la UE.

Adiós, Gran Coalición. El bipartidismo ha muerto en Europa como se le conocía hasta ahora. Socialdemócratas y populares han perdido 40 escaños cada uno, y suman 326, 50 por debajo de la mayoría absoluta en la Eurocámara, lo cual les obligará a buscar otro tipo de alianzas para poder gobernar la UE y elegir presidente de la Comisión Europea, colegio de comisarios, Consejo Europeo y presidente del Banco Central Europeo, entre otros cargos.

Ola verde frente a la extrema derecha. Los Verdes escalan de 50 a 69 escaños, ganando, colocándose por encima de la socialdemocracia en los países que actúan de locomotora de la UE, Francia y Alemania. La marea verde consolida la crisis climática como una conversación central en la política europea. Y con ello se reivindican como un actor a tener en cuenta.

Y la extrema derecha, ultraconservadores y eurófobos, repartida en tres grupos, llega a los 171, una veintena más que en 2014, menos de lo esperado por el pinchazo de los alemanes de la AfD –de 8 a 10– y de los holandeses de Geert Wilders, que pasan de 4 a cero eurodiputados. Eso sí, los tres grupos existentes, que incluyen al polaco gobernante PiS (ECR), a la Lega de Matteo Salvini (ENF) y la Agrupación Nacional de Marine Le Pen (EFDD), supondrán alrededor del 23% de la Eurocámara.

El asalto a la troika que terminó en derrota. Fue una derrota que algunos vivieron como traición. Y este domingo se han recogido los frutos de aquellos días de 2015. La derrota de Tsipras ante la troika es la metáfora de la derrota de una idea alternativa, de imaginar una hipótesis alternativa por la izquierda: el grupo de la Izquierda Unitaria del Parlamento Europeo ha pasado de 52 escaños a 39. La Francia Insumisa entra con 6, pero no entra el PCF y queda lejos del resultado de Melenchon en las presidenciales de 2017 –casi la mitad–; los alemanes de Die Linke caen al 5,5%; la izquierda alternativa italiana se queda fuera de la Cámara; Unidas Podemos toca suelo... Salvo Syriza, que aguanta en escaños aunque pierde las elecciones, y el Bloco portugués, prácticamente todos los demás ceden terreno.

El repliegue de la hipótesis del desborde por la izquierda ha venido acompañado de la posibilidad de un desborde por la extrema derecha, que tampoco ha terminado de producirse: salvo los éxitos previstos de Marine Le Pen, Matteo Salvini y Viktor Orbán, no se han producido grandes sorpresas por esos márgenes. Entre otras cosas porque en el Parlamento Europeo no hay un gran grupo de extrema derecha, sino que están repartidos entre varios.

Los que sí han mostrado músculo han sido Verdes y liberales; los primeros gracias a la izquierda; los segundos, más por la derecha –aunque el populismo tecnocrático de Macron pesque en viejos caladeros del PSF–.

La extrema derecha quema. Siempre hay excepciones, como es el caso del canciller austriaco, Sebastian Kurz, cuyo resultado exitoso debe leerse dentro del contexto de la dimisión de su ya exvicecanciller, el líder de la extrema derecha del FPÖ, Christian Strache, por haber sido cazado vendiendo favores políticos a cambio de rublos. Strache fue elegido este domingo eurodiputado.

Pero el resto de partidos que coqueteó con la narrativa extremista ha retrocedido: los Republicanos franceses han caído al 8%, el PP de Pablo Casado ha sido derrotado ampliamente por el PSOE y el giro a la derecha de Silvio Berlusconi, pidiendo al PPE acuerdos con Matteo Salvini no le ha dado ninguna alegría.

Al PPE le espera un congreso ideológico para repensar los siguientes pasos a dar: se mantiene como primer partido del Parlamento, pero con 42 escaños menos –de 212 a 180–.

Macron pierde, pero no tanto, y propulsa a los liberales. El presidente francés no hace tanto estaba en mínimos de aceptación en Francia, acosado por la movilización de los chalecos amarillos, que intentó apaciguar echando mano de los presupuestos franceses para este año.

Marine Le Pen le ha ganado por un punto y un escaño –23 a 22–, pero Macron deja al tercer situado, los Verdes, a nueve puntos de distancia a pesar de su gran salto. Pero el presidente francés sigue siendo el antagonista de Le Pen, tanto a la interna francesa –los conservadores Republicanos y los socialistas sumaron el 8% y el 6%, respectivamente– como hacia afuera y sus 22 escaños son fundamentales para los 108 que consiguen los liberales en la Eurocámara y que les hace imprescindibles en las ecuaciones.

Calculadora de pactos. Los líderes europeos son los encargados de nominar a un presidente para la Comisión Europea. Y este martes han quedado en Bruselas para cenar y comenzar a negociarlo. Pero el Parlamento Europeo es el que tiene que votarlo, y para la mayoría absoluta se necesitarán, por primera vez, tres grupos parlamentarios.

El Parlamento y la Comisión parecen comprometidos con la idea de que el presidente del Ejecutivo comunitario debe salir de los candidatos elegidos por las diferentes familias políticas, los sptizenkandidaten. Pero, a diferencia de 2014, cuando el socialdemócrata Martin Schulz entregó las armas ante el candidato de la familia mayoritaria, el popular Jean-Claude Juncker, en este caso eso no está pasando. Ni el socialdemócrata, Frans Timmermans; ni la liberal, Margrete Vestagher, han tirado la toalla, sino que se muestran dispuestos a intentar concitar más apoyos que el candidato popular, Manfred Weber.

Y eso es lo que tendrán que decidir los líderes: si se la juegan a que Weber logre la mayoría; si intentan buscarla en torno a otro spitzekandidat o recurren a alguien de fuera, como Michel Barnier o Josep Borrell, por ejemplo.

Cualquier presidente de la comisión necesitará 376 votos para asegurar la mayoría absoluta en el Parlamento, lo cual significa alianzas estables mayores, porque siempre puede haber abstenciones en asuntos concretos por parte de alguna delegación. Posibilidades:

Gran Coalicción XXL: PPE, socialistas, liberales, verdes: 504

Gran Coalición XL: PPE, socialistas, liberales: 435

“Desde Tsipras a Macron”: socialistas, liberales, verdes, Izquierda Unitaria: 363

Gran Coalición verde: PPE, socialistas, verdes: 395.

And the winner is...? Quien no quería jugar. Nigel Farage, la encarnación de quien no quiere estar en la UE, montó un partido ad hoc para las europeas. No sólo las ha ganado, sino que los 29 escaños le convierten en el partido más numeroso de la Eurocámara, junto a la CDU/CSU de Angela Merkel. Eso sí, Merkel está en Berlín y Farage en Bruselas.

Espejo doméstico. Las europeas ya están teniendo consecuencias en casa. La primera, que Alexis Tsipras ha convocado elecciones anticipadas tras ser derrotado por los conservadores de Nueva Democracia. Pero puede que haya más reacciones en otros países. El SPD vuelve a ser castigado, hasta el 15%, lo cual puede hacerle replantearse su posición en la Gran Coalición que gobierna Alemania. Del mismo modo, el liberal Charles Michel, que tuvo elecciones legislativas al tiempo y cayó derrotado, puede tener los días contados al frente del Gobierno belga.

En Italia, la Lega salió más reforzada frente a su aliado en el Gobierno, el M5S, que quedó en tercer lugar por detrás del PD; igual que el austriaco Sebastian Kurz, que amplió distancias con el resto de partidos.

Unos entran y otros no. Silvio Berlusconi, líder de Forza Italia, y exprimer ministro italiano ha sido elegido eurodiputado a sus 82 años. A diferencia de Yanis Varufakis, el exministro de finanzas de Grecia, que se presentaba por Alemania con la esperanza de lograr un escaño gracias a que es el país con más eurodiputados y no hay porcentaje de corte para ser elegido.

Participación récord. Por primera vez desde las primeras elecciones, hace 40 años, en 1979, la participación aumenta en las elecciones europeas. Y el 50,5% cosechado es la mayor, que de la historia, espoleada también por países como Bélgica y España, donde se celebraban más comicios simultáneamente.