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Syriza se asoma al poder

Alexis Tsipras apuesta por unas elecciones anticipadas a comienzos de 2015.

Bernardo Gutiérrez

Atenas —

Cuando Rena Dourou tomó posesión de su cargo de prefecta, comparó la conquista del Gobierno de Ática con la toma de la Bastilla en 1789. La militante de Syriza, nueva estrella de la izquierda griega, realizó su discurso en un enclave especial: un gimnasio grecorromano del distrito de Drosoupolis, en Ano Liosia, en el noreste de Atenas.

Durante medio siglo, Drosoupolis ha tenido uno de los vertederos al aire libre más grandes de Grecia. Ática, que cuenta con casi cuatro millones de habitantes, es la región más poblada e influyente del país: incluye Atenas, el Pireo y varias islas. El cargo de prefecta de Ática, que ahora ocupa Rena Dourou, equivaldría al de un presidente autonómico de España. Y por eso Syriza ofrendó el triunfo de su primer Gobierno en un humilde gimnasio. La lucha grecorromana era la metáfora. El popular distrito de Drosoupolis, el paisaje perfecto para celebrar que Rena consiguió el 50,8% de los votos.

Rena no es solo la gobernadora de Ática. Es amiga personal de Alexis Tsipras, líder de Syriza. Estuvieron juntos en las protestas antiglobalización de Génova, en 2001. Acaban de viajar juntos a Texas, a suavizar la imagen 'antisistema' de la formación. Suele negar, eso sí, sus aspiraciones en el posible Gobierno de Tsipras. Su laboratorio –y el de Syriza– es Ática. “Es muy simbólico, hasta hace poco era un bastión de la derecha o de los socialistas”, asegura Corina Vasilopoulou, una de las asesoras del Gobierno de Ática y militante de Syriza. El Ática es más que Ática: es la antesala del posible primer gobierno antiausteridad de Europa.

Una encuesta divulgada después de que Antonis Samaras no consiguiera mayoría para nombrar al nuevo presidente en la primera votación coloca a Syriza con un 24,2%. Nueva Democracia (ND) obtendría un 21%. Potami (5,6%), Pasok (5,5%), Partido Comunista (5%) y el ultraderechista Amanecer Dorado (4,5%) les seguirían en intención de voto.

Syriza ya se había convertido en las elecciones europeas en el partido más votado de Grecia, con un 26,5% de los votos. Simultáneamente a las europeas, se celebraron elecciones locales. El terremoto político se tradujo en un reguero de Gobiernos para Syriza y otros partidos menores.

La formación, además de Ática, conquistó el Gobierno de las Islas Jónicas, nueve municipios del cinturón metropolitano de Atenas (Chalandri, Filadelfia, Vironas, Ag. Paraskevi, Zografou, Egaleo, Perama, Keratsini-Drapetson y Kesairiani) y Larisa (quinta mayor ciudad del país). Otros pequeños partidos también se beneficiaron del derrumbe del bipartidismo de Nueva Democracia y del Pasok. El Partido Comunista (KKE) conquistó la alcaldía de Patras, la cuarta ciudad griega. Y un peculiar frente ciudadano (Allazoume Tin Poli) se alzó con el Gobierno de Agios Dimitrios, un suburbio del sur de Atenas.

Las europeas también confirmaron otro fenómeno político: el auge del partido Potami. Fundado por la estrella mediática Stavros Theodorakis, Potami juega a la nueva política, con una posición ambigua que apela a toda la ciudadanía. Sin embargo, los movimientos sociales recelan de Potami. “Es neoliberal, progre y ultraderechista al mismo tiempo. Es el partido hipster de los bohemios con dinero o los jóvenes emprendedores. Les molesta la corrupción y el nepotismo igual que los inmigrantes y los sin techo”, afirma la activista Tina V. La formación, sin apenas militantes de base y vínculos con los territorios, no se presentó a las elecciones locales.

Laboratorios de las izquierdas

“La narrativa neoliberal está totalmente rota en Grecia. Vivimos en el punto de mutación”. La frase la pronuncia Mihail Panagiotakis, uno de los encargados de las estrategias digitales de Syriza, en una terraza del céntrico barrio ateniense de Psiri. A su lado Theodora Kotsaka, del Instituto Nikos Poulantzas de Educación Política de Syriza, redondea la situación: “Intentamos cambiar la lógica de la izquierda de tener siempre al Estado en el centro. Estamos empezando a discutir sobre los bienes comunes y el procomún. Los griegos puede que no tengan tan clara la teoría de los comunes, pero en estos años de crisis lo practican en su día a día”.

Ambos mencionan a Rena Dourou. Y hablan de Ática como “oportunidad histórica” o “laboratorio”. Los Gobiernos locales son el primer paso. El próximo es el Gobierno central. Pero ¿la llegada de Syriza significaría un drástico cambio? Alexis Tsipras se ha esforzado en suavizar su imagen frente a los mercados. También frente a la sociedad. Su visita al monte Athos para pedir apoyo a la Iglesia ortodoxa irritó a los militantes de izquierda. “Defendemos una negociación de la deuda y la permanencia en el euro”, matiza Panagiotakis en estudiado tono conciliador.

¿Existen ya gestos o medidas en los diferentes Gobiernos locales de Syriza que puedan anticipar el rumbo de un Gobierno nacional? ¿Qué capacidad de acción tienen estos Gobiernos frente a la apisonadora de la troika y del Gobierno de Samaras? “El contexto para estos nuevos alcaldes y jefes del Gobierno regional no es nada amistoso. Intentan evitar privatizaciones masivas y las medidas neoliberales impuestas por el Gobierno central y la troika, como despedir al 15% o 20% de los funcionarios. Rena Dourou ha multiplicado por seis el presupuesto social, propone un nuevo modelo de tratamiento de residuos e intenta bloquear la venta del antiguo aeropuerto de Elliniko a un magnate griego”, asegura Corina Vasilopoulou.

Si Ática es el gran laboratorio, la metáfora del cambio de piel de Grecia se encuentra en el nuevo Gobierno de Chalandri, un antiguo reducto burgués. Su alcalde, Simos Rousos, arriesgándose a ser encarcelado por negarse a acatar las órdenes del Gobierno, está frenando los despidos masivos de sus funcionarios. “Halandri fue durante décadas una área rica de Atenas. Durante la crisis, la mayoría pasó a ser clase media o media baja. Docenas de tiendas cerradas, mucho desempleo, y el ascenso del populismo de derechas de Amanecer Dorado”, asegura Stellios Foteinopoulos, militante de Syriza y del colectivo Resistencia con los Ciudadanos de Chalandri.

El triunfo de Syriza en el conservador Chalandri fue posible gracias al apoyo de “la izquierda más radical, los maoístas, troskistas, ecologistas y ex socialdemócratas”. El nuevo “movimiento” (palabra textual) de Chalandri intenta, según Stellios Foteinopoulos, “apoyar la economía cooperativa y colocar a la gente en el centro de la política, del planeamiento urbano, de la gestión de los servicios y de la educación”.

El municipio de Agios Dimitrios, un reducto de la clase media del sur de Atenas, podría ser el contrapeso al avance de Syriza en los Gobiernos locales. Un heterogéneo frente llamado Allazoume Tin Poli consiguió ganar la alcaldía. El frente está formado por disidentes del Pasok, de Dimokratikí Aristerá –Dimar, surgido en 2010 del ala moderada de Syriza– e incluso por militantes de Potami. Pero también participan redes, colectivos y movimientos sociales independientes que vigilan al Gobierno.

“Queremos empezar a molestar al poder en Agios Dimitrios. En breve lanzaremos el Observatorio Ciudadano de Brahami (es el nombre popular de Agios Dimitrios)”, asegura el activista Theodoros Marinelis. El paso de algunos activistas catalanes, impulsores de la plataforma-herramienta Observatorio Ciudadano Municipal (OCM), fue vital. Brahami.gr usa su software y método. “Estamos trabajando también en el Observatorio Ciudadano Municipal de la región de Ática”, matiza Theodoros.

Pasok Molotov, el hundimiento

Las paredes de Exarquia, el histórico barrio anarquista de Atenas, no usan jerga partidista. Apenas dejan ver su recelo contra todos los partidos. En la pared de un café, una fotografía resume el declive del país: un cartel enmarcado con la frase 'Grecia, sueño olímpico' yace abandonado entre escombros. “La mayoría de los movimientos de Exarchia no confían tanto en Syriza. El frente de izquierdas Antarsya está surgiendo desde abajo, como alternativa”, asegura Kostas Latoufis, un militante histórico de los movimientos sociales. Antarsya aparece en las encuestas con casi un 2% de votos.

En las elecciones municipales, tanto Syriza como Antarsya recomendaron votar por los candidatos de izquierdas que pasaban a segunda ronda. No fue el caso del Partido Comunista (KKE), que pidió neutralidad. El KKE considera a Syriza su enemigo. Y lo mismo ocurre con muchos movimientos sociales. Theodoros Karyotis y Antonis Broumas, dos académicos y activistas reconocidos, alertan en un texto reciente que la llegada al poder de Syryza podría “acelerar la inquietante tendencia a la cooptación y asimilación de los movimientos sociales por parte de la gestión estatal”.

¿Qué pasará en el caso de que Antonis Samaras no consiga el apoyo de los 180 diputados que necesita para nombrar al nuevo presidente en la tercera ronda de votaciones (29 de diciembre)? En la primera, el pasado 17, apenas consiguieron 160. Nueva Democracia y el Pasok solo suman 155. Las elecciones anticipadas son muy probables.

Syriza se asoma, una vez más, al poder. ¿Será la definitiva? ¿Votarán los comunistas o simpatizantes de Antarsya por Syriza ante la oportunidad histórica? ¿Se consolidará un frente de izquierdas más allá de Syriza tras las elecciones, partiendo de los laboratorios políticos locales? ¿Subirá el populismo sui géneris de Potami?

Caminando por Exarquia, atravesando el parque autogestionado de Navarinu, Kostas Latoufis responde con una sonrisa que apunta al futuro. “Mira, vamos a esa calle, allá está la sede del Pasok. Está siempre protegida por policías. Les lanzan bombas constantemente”.

Nadie sabe qué ocurrirá en las posibles elecciones de inicios de 2015. Apenas hay una certeza: a los socialistas griegos que haciéndole el juego a la derecha y a la troika han perdido cuarenta puntos en pocos años, les espera un futuro electoral tan negro como un reciente titular: “Molotov en la oficina del Pasok”.

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