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Quién es el hombre que ha llevado a Erdogan a la segunda vuelta en las elecciones de Turquía

Kemal Kilicdaroglu, durante un vídeo grabado en su cocina en el que denuncia el aumento del precio de las cebollas.

Javier Biosca Azcoiti

17 de mayo de 2023 22:49 h

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Kemal Kilicdaroglu lleva 13 años presidiendo el Partido Republicano del Pueblo (CHP), tiempo suficiente para perder cinco elecciones generales y dos presidenciales contra Recep Tayyip Erdogan. Esta vez, sin embargo, podía ser diferente. Kilicdaroglu ha logrado unir a buena parte de la oposición en torno a su figura y las encuestas le situaban por delante. Pero una vez más, Erdogan se impuso en las urnas el pasado domingo, aunque el eterno candidato ha forzado una segunda vuelta que se celebrará el 28 de mayo. Ya no es el favorito, pero su objetivo sigue intacto: derrocar al todopoderoso presidente tras dos décadas dirigiendo el país. “Estoy aquí hasta el final”, decía en un vídeo poselectoral mientras golpeaba la mesa de su despacho.

Kilicdaroglu entró en política tras jubilarse en 1999 como funcionario experto en economía y se afilió al Partido de la Izquierda Democrática de Bülent Ecevit. Sin embargo, no fue nominado como candidato y entonces pasó a formar parte del CHP, la histórica formación fundada por el padre de la patria, Mustafá Kemal Ataturk. En 2002, el mismo año en que Erdogan arrasa en las elecciones generales con su partido recién fundado, el AKP, Kilicdaroglu sale elegido diputado. En ese periodo, el político abraza la lucha contra la corrupción y se hace famoso por atacar a pesos pesados del partido de Erdogan, llegando a lograr la dimisión de dos vicepresidentes de la formación. Entonces, su carácter calmado y su físico le hicieron ganarse el apodo de 'Gandhi Kemal'.

En 2010, un escándalo sexual forzó la dimisión del presidente del CHP, que entonces era percibido como el partido de las élites turcas que seguía defendiendo el secularismo kemalista intransigente frente a un Erdogan que promovía un islam moderado, cercano al pueblo y próximo a Europa. Kilicdaroglu fue su sucesor e inició inmediatamente un proceso de reforma radical. Quería fundar un “nuevo Partido Republicano del Pueblo” y expulsó a viejos pesos pesados de la línea dura de la formación, virando hacia la socialdemocracia y hacia posiciones más flexibles frente a la religión. Por ejemplo, introdujo en la nueva asamblea del partido a un imam y un teólogo islámico y abandonó la vieja oposición del partido a que las mujeres llevaran velo en las universidades y oficinas públicas. “Aun así, no es posible revertir por completo los viejos sentimientos [negativos] hacia nosotros”, decía entonces. Erdogan había revolucionado el país y Kilicdaroglu intentaba adaptarse. 

En las elecciones parlamentarias de 2011 logró aumentar el porcentaje de voto del partido en seis puntos y consiguió 23 diputados más, pero seguía muy lejos de la mayoría absolutísima del AKP, que controlaba 327 de los 550 escaños. En 2014 apostó por una estrategia arriesgada para intentar derrotar a Erdogan en las presidenciales. Tejió una alianza con la formación ultranacionalista MHP (hoy socios de Erdogan), que durante los años de la violencia callejera de los 70 era uno de los grandes enemigos del CHP. Ambos partidos eligieron como candidato a Ekmeleddin Ihsanoglu, un nacionalista que llevaba 10 años como secretario general de la Organización de Cooperación Islámica. Entonces lograron un 38,4% de los votos, pero Erdogan ganó en primera ronda con un 51,7%.

Siempre a la sombra del carismático presidente turco, Kilicdaroglu dio un paso adelante en 2017, cuando uno de sus diputados fue condenado a 25 años de cárcel por cargos de espionaje. Entonces organizó una marcha caminando desde Ankara hasta Estambul para exigir justicia. “Camino con convicción… Voy a caminar cada milímetro de esos 450 kilómetros”, dijo. La marcha duró 25 días. Las autoridades acusaban al diputado de entregar a periodistas información secreta de unos camiones de los servicios de inteligencia turcos cazados en la frontera con Siria y transportando, supuestamente, armas para los rebeldes. Varios medios publicaron imágenes del armamento que iba escondido supuestamente bajo cajas de ayuda humanitaria. Tras las presiones, Erdogan reconoció que los camiones eran de los servicios secretos, pero negó que llevasen armas a Siria.

Meses antes, Turquía había aprobado en referéndum con un ajustado 51,4% y con 1,3 millones de votos de margen una polémica reforma constitucional para cambiar el país a un sistema presidencialista con amplios poderes para Erdogan. En las elecciones presidenciales del año siguiente, Erdogan volvió a ganar al CHP de Kilicdaroglu y en las parlamentarias, Kilicdaroglu volvía a mejorar resultados, pero seguía a años luz del AKP del presidente. Su primera gran victoria como líder del partido llegó en 2019, cuando el CHP se hizo con las alcaldías de Ankara y Estambul, que llevaban desde el 94 controladas por el AKP y sus predecesores. Tanto Erdogan como Kilicdaroglu se volcaron activamente en la campaña. La justicia incluso mandó repetir la votación en Estambul, pero el CHP multiplicó su margen de victoria.

De las cebollas al equilibrio con los nacionalistas

Durante esta campaña electoral, Kilicdaroglu ha intentado explotar ese perfil sencillo y unificador frente a la polarización de Erdogan. Durante sus mítines, levanta las manos dibujando un corazón con los dedos y publica sus vídeos desde su humilde cocina denunciando las políticas de Erdogan. También ha prometido que si gana, no se mudará al colosal palacio de 1.100 habitaciones construido por Erdogan.

Ha conseguido unificar a buena parte de la oposición en una amplia alianza anti-Erdogan: islamistas, nacionalistas, kurdos… Incluso ha presumido de su origen aleví, una minoría tradicionalmente discriminada en Turquía, como palanca para superar los problemas identitarios y el sectarismo en el país. El eslabón más débil esta vez parece haber sido el difícil equilibrio entre los nacionalistas más duros que consideran intolerable cualquier concesión o aproximación al partido prokurdo HDP, pero los votos de esta formación, tercera en la Asamblea, son fundamentales. 

Erdogan lo sabía y lo ha explotado, llegando incluso a difundir vídeos manipulados en los que uno de los cofundadores de la milicia kurda PKK, considerada organización terrorista por la UE y EEUU, parecía pedir el voto por Kilicdaroglu. El Gobierno considera a la formación como el brazo político del grupo armado. Erdogan también ha querido explotar los viejos miedos hacia el secularismo del CHP intentando aprovechar e introducir en el debate una imagen en la que Kilicdaroglu aparece pisando con zapatos una alfombra de oración. El opositor dice que fue involuntario, pidió perdón y denunció una campaña de difamación.

Sin embargo, para la segunda vuelta, Kilicdaroglu tiene que hacer un movimiento y ha optado por endurecer su discurso para captar los votos nacionalistas que se le han escapado. “No abandonaremos esta patria a la mentalidad que nos ha traído 10 millones de refugiados ilegales”. “La frontera es nuestro honor. Con este flujo de refugiados no podemos proteger nuestro honor. Esta riada de gente irregular se infiltra en nuestras venas a diario y amenaza nuestra supervivencia”, ha añadido en un discurso claramente racista.

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