La organización del Mundial de Qatar estima que durante las semanas en las que se celebre el torneo más de un millón de personas visitarán el emirato. Para calcular la huella energética de este evento hay que tener en cuenta, entre otros factores, tanto las emisiones contaminantes que se han generado durante la construcción de las infraestructuras de la competición, como las emisiones asociadas al consumo durante los días que dure este torneo y las que se van a desprender por los viajes de los seguidores internacionales.
La cifra no se conocerá hasta que finalice el Mundial, aún así la FIFA ha promocionado este evento como una competición “totalmente neutra en emisiones de carbono”. Qatar se ha gastado alrededor de 200.000 millones de dólares para preparar el Mundial. Gran parte de esa inversión se ha destinado a construir las infraestructuras que actualmente están albergando el torneo, en particular, se ha centrado en los estadios.
Esta actividad ya ha provocado varias controversias por la vulneración de los derechos humanos. Las investigaciones periodísticas realizadas para determinar el número de trabajadores migrantes que murieron levantando siete de los ocho estadios con los que cuenta la competición acaparó la atención mediática en los años previos a la celebración de este evento. Un artículo elaborado por The Guardian reveló la muerte de 6.500 migrantes procedentes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka desde la concesión del Mundial. Oficialmente, la cifra oscila entre 400 y 500 trabajadores fallecidos, según reconoció el secretario general del Comité de Organización y Legado de Qatar 2022, Hassan Al Thawadi, este lunes.
La FIFA calcula que la mitad de las emisiones proceden de los viajes
Otra investigación, en esta ocasión, realizada por la organización Carbon Market Watch, ubicada en Bruselas, desmonta las afirmaciones de la FIFA y del comité organizador sobre el impacto ecológico del evento. Los cálculos oficiales concluyen que las emisiones del torneo ascenderán a 3,6 millones de toneladas equivalentes de CO2 (MtCO2e). La distribución elaborada por los anfitriones y la federación presidida por Giovanni Infantino concluye que el 52% de esas emisiones se deberán a los viajes, el 20% al alojamiento y únicamente el 24,6% a las construcciones que se han levantado en estos últimos años para preparar el Mundial.
En Greenpeace hablan de “contabilidad creativa” al abordar estos datos. “La FIFA ha infravalorado el alcance y la cuantificación de las emisiones”, destaca Francisco del Pozo, responsable de combustibles fósiles de la ONG. Entre los “trucos” utilizados, según esta organización, abordan que “las emisiones de las construcciones de los siete estadios se han dividido entre el ciclo de vida [alrededor de 60 años], cuando probablemente la mayor parte se dejará de usar tras la Copa del Mundo”.
De una forma similar se posicionan los expertos de Carbon Market Watch en el informe titulado Tarjeta amarilla a la afirmación de neutralidad de carbono del Mundial de 2022 y liderado por Gilles Dufrasne, quien concluye en declaraciones a elDiario.es que el anuncio de neutralidad de carbono “constituye publicidad engañosa hacia el público y los reguladores”. Incidiendo en los cálculos elaborados por la FIFA y el Mundial de Qatar, desde esta ONG aprecian que la huella calculada por “los estadios permanentes construidos para la Copa del Mundo podría estar subestimada por un factor de uno a ocho, ascendiendo a 1,6 MtCO2e, en lugar de los 200.000 toneladas de CO2e publicados”.
De los siete estadios construidos, únicamente uno de ellos es temporal, es decir, su estructura “se puede desmontar por completo –recoge el informe de Carbon Market Watch– y volver a montar en otro lugar”. Las temperaturas que se registran tanto en los campos de fútbol, como en el resto de infraestructuras del país, es otra de las variables que han revisado los ecologistas para analizar el volumen de emisiones. Este factor, el calor que se registra en el país del golfo Pérsico, ha provocado que por primera vez una Copa del Mundo no se celebre en verano.
Greenpeace denuncia una “contabilidad creativa”
Durante los primeros días del Mundial el contraste de temperaturas, entre la intensidad del aire acondicionado y el calor qatarí, afectó a los jugadores de la selección española. Como resultado, varios jugadores afrontaron aquellos días con carraspera y problemas en la garganta. Los sistemas de refrigeración también forman parte de los cálculos de emisiones realizados por la FIFA.
Los informes de la federación internacional de fútbol aseguran que el torneo cuenta con una “tecnología de refrigeración de última generación en estadios con hasta un 45% de ahorro energético”. Sin embargo, tal y como denuncia la organización Carbon Market Watch, desde la federación futbolística no explican en comparación con qué datos se llega a esa conclusión y, por lo tanto, a esa rebaja.
El promotor del sistema de refrigeración, el ingeniero Saud Abdulaziz Abdul Ghani, aseveró que así serán “capaces de reducir la temperatura del estadio hasta los 20 grados y hacerlo de un modo sostenible”. “El estadio está lleno de sensores para asegurarnos de que sólo consumimos la cantidad de energía necesaria para que las instalaciones funcionen”, explicó en una entrevista en El Independiente. El desarrollador de este sistema defiende que la refrigeración que ha promovido crea una burbuja alrededor de cada espectador que esté en el campo de fútbol.
“No tiene mucho sentido construir estadios con aire acondicionado en medio del desierto y luego alardear sobre la eficiencia energética del sistema de refrigeración. Es, realmente, como prender fuego a tu casa y luego tratar de reclamar créditos por apagar el fuego”, indica Dufrasne. Aún así, insiste en que las “emisiones absolutas para todo el Mundial” de estos sistemas no suponen un factor relevante. Y recuerda, además, que en Europa hay estadios abiertos al aire libre que cuentan con calefacción en invierno.
“Es un país absolutamente fósil”
Teniendo en cuenta las altas temperaturas, el aire acondicionado es un producto muy demandado en Qatar. Entre el 60 y el 70% de la electricidad que se produce en el emirato de los Al Thani se dedica a los sistemas de refrigeración, según los datos recabados por Le Monde a través de la compañía eléctrica nacional Kahramaa en 2020. Un año antes la electricidad procedió “casi en su totalidad de combustibles fósiles, el gas natural representa el 92,4% y el petróleo, el 7,6%; según la Agencia Internacional de la Energía”, explica el diario francés.
“Qatar tiene una tasa de renovables casi ínfima, casi toda la energía eléctrica que produce es a base de quemar gas. Es el país con más emisiones per cápita del mundo. Es un país absolutamente fósil, es una sinrazón”. apunta el portavoz de Greenpeace Francisco del Pozo. Y añade que todos los costes vinculados al Mundial Doha los “ha pagado vendiendo gas y petróleo”.
El emirato del golfo Pérsico se ha consolidado como primer exportador mundial de gas licuado y el tercero con mayores reservas de gas natural. La empresa Qatar Gas está considerada como la mayor empresa productora de gas natural licuado en el mundo, tal y como explican Ignacio Álvarez-Ossorio e Ignacio Gutiérrez de Terán en el libro ‘Qatar: la perla del Golfo’ (Península).
Con una estrategia de diversificación económica, el deporte se ha convertido en una de las patas sobre las que se sostiene la diplomacia qatarí. El turismo es otro de los sectores en los que el emirato busca despuntar. Por lo tanto, el Mundial se ha convertido en su mejor escaparate. Durante las semanas en la que se esté celebrando esta competición, Qatar –un país de 2,9 millones de habitantes– espera recibir a más de un millón de visitantes.
Incidiendo en el greenwashing en el que se trabaja desde la organización, la FIFA insiste en la escasa huella ecológica del evento porque los ocho estadios en los que se celebra el Mundial se encuentran “dentro de los 50 km del centro de la capital de Qatar, Doha”. Esta situación provoca, siempre según la federación de fútbol, “que los espectadores y jugadores pasarán menos tiempo viajando y más tiempo disfrutando del torneo”.
En estas afirmaciones no se alude a las emisiones que generan los transportes del más de millón de turistas que se van a acercar a ver algún partido, así como de aquellos que se alojan en países cercanos como Emiratos Árabes, Arabia Saudí y Omán. La mitad de las emisiones que la FIFA estima para este Mundial se engloban en las actividades de los asistentes al mundial, sobre todo, viajes internacionales, alojamientos, comida, transporte local o el uso de agua.
Animan a que la FIFA repiense el formato
Para el portavoz de Greenpeace las emisiones generadas por todo este movimiento “es una sinrazón”. “La FIFA lo que promueve es que sean los viajeros compensen las emisiones; no obstante, lo mejor es que esas emisiones no ocurran”, indica Del Pozo. Su organización, en un comunicado, explica que “la experiencia ha demostrado que un número muy bajo de pasajeros de vuelo compensa voluntariamente sus emisiones”.
Ante las consecuencias medioambientales de este tipo de eventos deportivos, desde Carbon Market Watch concluyen que “la FIFA debería repensar el formato del Mundial”. Entre las posibilidades que abordan, apuestan por que los equipos jueguen en estadios cercanos y –apuntan en el informe elaborado– sin que conlleve la construcción de “ninguna infraestructura nueva, a menos que sea estrictamente necesario y pueda contribuir de manera creíble al desarrollo a largo plazo de una región”. “Otra alternativa sería desarrollar una sede permanente para la Copa del Mundo que, al igual que las Naciones Unidas, sería un territorio neutral sin la bandera de una sola nación”, añaden.
El hecho de que antes de que haya finalizado el evento, la FIFA ya cuente con una estimación de las emisiones medioambientales del torneo y se garantice que va a ser una competición de carbono cero es otra de las críticas que realizan las organizaciones ecologistas. “El balance final de emisiones y compensaciones debe establecerse en base a un cálculo de huella realizado una vez que se hayan recopilado todos los datos reales después de que haya finalizado el evento”, indica el informe liderado por Dufrasne.
El mecanismo de compensación para contrarrestar las emisiones consiste en la compra de créditos de carbono que pueden consistir, por ejemplo, en gestión forestal. “Lo que compras es el derecho a emitir asumiendo que quien te lo vende replanta o mantiene ciertos bosques”, indica Del Pozo, que considera que es una estrategia de greenwashing. En el caso de Qatar, apunta el portavoz de Greenpeace, “muchas emisiones que se quieren captar son a través de plantas y arbustos en la zona del Mundial, que son lugares desérticos donde posiblemente hace falta agua desalinizada para regarlo”.
En lugar de adquirir los créditos de carbono a través de organizaciones que ya están legitimadas y posicionadas en el mercado, los organizadores del Mundial han optado por establecer “su propio mecanismo de certificación”, indica Dufrasne, con el que evalúan los proyectos que compensan las emisiones y emiten los créditos. No solo eso. En relación con estos métodos de compensación, el portavoz de Carbon Market Watch indica que los créditos que se han comprado –solo medio millón de los estimados 3,6 millones de toneladas equivalentes de CO2– “son de muy baja calidad”.