“A pesar de la intensidad de la depresión, los griegos son tremendamente solidarios”
Los periodistas Ana R. Cañil (Madrid, 1958) y Joaquín Estefanía (Madrid, 1951) conocieron a Manolis Tyrakis como guía en Atenas. Los dos periodistas estaban allí con su hija, que quiere seguir los pasos profesionales de sus padres, y decidieron que merecía la pena conocer la situación del país de primera mano. Era el verano de 2015 y los helenos estaban a punto de acudir a las urnas para aceptar o rechazar el rescate europeo. El intérprete pronto empatizó con la pareja y les contó la vida de su madre, Penélope, una sobreviviente a la ocupación nazi, a la guerra civil griega y a la hambruna, que logra sacar a sus numerosos descendientes adelante a base de sacrificios y mucho trabajo.
Sus hijos fueron creciendo y buscándose la vida a medida que Grecia se modernizaba e ingresaba en la Unión Europea. A finales de 2009, cuando estalló la crisis económica y se empezaron a imponer las políticas de austeridad de Bruselas, los hermanos vieron cómo sus vidas daban un vuelco: bajada de los salarios, pérdida de empleo, asfixiados con hipotecas que no pueden pagar. Una situación insostenible que desde hace un año, se ha agravado con la llegada de personas más pobres y desarraigadas que ellos, los refugiados. Grecia vive una crisis humana y padece el olvido europeo.
‘Los Tyrakis’ es el fiel reflejo de la sociedad griega, una saga familiar para entender la crisis del país heleno. Ana R. Cañil, colaboradora de eldiario.es, y Joaquín Estefanía escriben la novela para mostrar cómo vive la población a través de la historia de un linaje cretense: una madre coraje, un fanático padre ortodoxo, una prole de nueve hijos muy distintos entre sí y diecisiete nietos.
La familia Tyrakis es el reflejo de una sociedad griega aplastada por una lista larga de políticas austericidas, ¿se trata de una esta foto perfecta de lo que vive Grecia?
Ana R. Cañil: Son como nosotros. Son nueve hijos de una señora, Penélope, trabajadora y luchadora, que fue tipógrafa y superviviente de la ocupación nazi, casada con un hombre ortodoxo. Tuvo el mérito de que, a pesar de pasarlo fatal para sacar adelante a sus hijos, lo consiguió. Una señora de 85 años totalmente consciente de las políticas de recortes que han impuesto a su país, de quién es Merkel, de lo que es Bruselas, y de lo que están haciendo con su familia.
Sus hijos son muy trabajadores. Algunos tienen dos empleos, viven en casas como las nuestras, gente moderna que poco a poco han ido viendo como todo les ha ido desapareciendo. A unos les han recortado el sueldo hasta un 40%, otros han perdido parte de sus empleos o incluso les han echado del único que tenían. No tienen dinero para pagar la hipoteca y no pueden darla en dación en pago porque allí no se permite. Sin embargo, la dignidad no se la quitan. Como dice uno de los hermanos: Bruselas quiere que seamos lumpen y vivamos en chabolas, y yo digo que no. Todos se ayudan gracias a la red Tyrakis que han formado entre los nueve hermanos.
La familia Tyrakis es el típico ejemplo de una familia griega, ¿este libro podría haberse publicado en Finlandia y titularse ‘Los Pérez’ y sería el claro reflejo de una familia española?
Joaquín Estefanía: Sí, pero con la particularidad de que a todos los problemas económicos se les ha juntado la crisis de refugiados. Junto a los griegos desfilan todos los días durante un año un millón de inmigrantes, es como si de repente en España hubieran llegado cinco millones de habitantes. A pesar de la intensidad de la depresión griega, que se podría comparar con la de los años 30, se han instalado en su país unas personas mucho más pobres y desarraigas que ellos. Y, aun así, son tremendamente solidarios. No ha habido una confrontación fuerte, desde que empezaron a entrar masivamente, entre griegos y refugiados, excepto los conflictos protagonizados por Amanecer Dorado.
¿Qué opina la familia Tyrakis del acuerdo firmado entre la Unión Europea y Turquía?
J.E.: El acuerdo de la vergüenza se pueden comparar con lo que pasó a finales de la Guerra Civil española, cuando muchos españoles emigraron a Francia y el primer ministro aprueba un decreto para echar a los extranjeros indeseables.
¿Cuál hubiese sido la forma correcta de gestionar la crisis de refugiados?
A.R.C: Tendrían que haber dejado que opinase el Parlamento Europeo que lo han ninguneado. Pero no lo sé, no lo saben ni ellos. Asusta la insolidaridad, el egoísmo y cortoplacismo con el que están gobernando los políticos europeos. Espanta la brutal ceguera de Bruselas. Si vas al Pireo, puedes ver a centenares de niños abandonados. Es asombrosa la similitud de los campos de refugiados con las imágenes de la Guerra Civil y de la II Guerra Mundial. ¡Qué brutalidad! A esta situación vamos a tener que llamarlo, en vez de crisis humanitaria, crisis humana.
Existe una falta de líderes, referentes políticos y estadistas para realizar una propuesta sólida. Los gobiernos sólo están pensando en el cortoplacismo de las elecciones.
J:E.: Lo que ha hecho Europa es no existir. Han convertido este conflicto en un problema entre Grecia y Turquía. Europa se ha convertido en un estado fallido, sin una política migratoria común para poder dividir el problema entre los 28 países que la forman y, sobre todo, para aclarar y organizar qué van a hacer con los que están viviendo y con los que van a venir. Europa ha dejado de existir como club para abordar este problema.
¿Ha fracasado la ilusión de solidaridad de la ciudadanía europea?
J.E.: Existe el egoísmo europeo de creernos una de las zonas más desarrolladas y presumir de nuestro modelo social y de libertades, pero se está demostrando que hace aguas por todas partes. En las campañas electorales la palabra refugiado no ha aparecido por ninguna parte.
Entonces, ¿todos somos culpables de lo que está pasando?
A.R.C: Aquí hay responsables, unos más que otros. Muchas comunidades autónomas como Cataluña, Euskadi, Andalucía, Madrid, han hecho propuestas de recibir a los refugiados. Hay carteles de Welcome refugees y luego resulta que solo se han acogido 18 desde que estalló la gran crisis de migración. Es una vergüenza. La solidaridad allí la están teniendo las ONG y la sociedad civil.
J.E.: Ahora vamos a tener la oportunidad de ver la solidaridad porque van a empezar a venir para aquí. Como han cerrado la ruta de los Balcanes, y los refugiados son como el agua que si tus los taponas por un sitio salen por otro, se están desplazando hacia el Mediterráneo occidental.
Pero la solidaridad se ejerce de puertas hacia dentro ya que no se reclama una solución justa a la crisis de refugiados en el debate político. La sociedad no mete presión, es un drama humano apartado de nuestro día a día.
J.E.: Protestamos por lo que tenemos alrededor. No reflexionamos sobre el millón de inmigrantes que han entrado, no sabemos qué va a ser de ellos a medio y largo plazo, si se van a convertir en refugiados políticos, en migrantes económicos de primera o de segunda generación. Es importante la labor de los corresponsales en Idomeni, que cuentan lo que pasa porque si no ni nos enteraríamos.
En el libro, Manolis Tyrakis dice que “todos hasta el mismo tiene culpa de la crisis”.
J.E.: El sentimiento de culpabilidad y la necesidad de expresarnos la tenemos todos. Manolis se refiere a los abusos de la sociedad griega, a la gente que no paga impuestos, que se mete sin pagar en el metro porque no hay puertas abatibles, prejubilaciones con 50 años y restaurantes que te dan la cuenta sin IVA. Manolis es nuestro amigo, él lo dice por honestidad. La mitad de los Tyrakis se sienten mal cuando su madre se enfada porque piensa en sus nietos y en sus hijos que están pagando y van a pagar algo que ellos no han hecho. A diferencia de lo que dice Bruselas, ellos no han vivido por encima de sus posibilidades.
La dureza de la crisis económica y la entrada masiva de refugiados han propiciado que partidos extremistas como Amanecer Dorado hayan cobrado importancia, ¿qué supondría su ascenso al poder?
J.E.: La sociedad sigue en recesión, el paro y la pobreza son caldo de cultivo para los partidos extremistas. Pero además, Amanecer Dorado tiene una peculiaridad, es un brazo armado y violento. Acudieron al Pireo y pegaron a los refugiados y a los periodistas que informaban. Allí hay refugiados de segunda que deambulan por las calles, porque no tiene servicios y no saben qué hacer. Cuando ocupan una calle, los comerciantes dejar de vender. Entones se genera el caldo de cultivo. Un óptico nos contó que si el siguiente jueves no habían desaparecido de 'su' calle, llamarían a Amanecer Dorado para que los expulsara. Cuando los inmigrantes comienzan a invadir las calles principales, los echan hacia las adyacentes para que no espanten a los turistas.
A.R.C.: Los campos de refugiados están llenos de niños y adolescentes que se han quedado solos, acuden a las casas de acogida solo a dormir, el resto del día se lo pasan por deambulando por la calle y comienzan a trapichear y a robar. Eso genera rechazo. Los griegos piensan que pueden sobrevivir y superar la mala situación con el turismo, su propia economía. Tienen miedo de que los refugiados les quiten su principal fuente de riqueza, y frente a eso nadie sabe cuánto tiempo va a durar la solidaridad griega.
Pero, a pesar de la situación de crisis a la que se enfrentan los griegos, la familia Tyrakis sigue siendo positiva y mirando el futuro con optimismo.
J.E.: A pesar de todo lo que ha pasado, la compasión y la solidaridad es muy superior al racismo.
A.R.C.: Los Tyrakis son cretenses. Grecia siempre ha sido un pueblo de paso y han sido invadidos constantemente. Les queda la esperanza de que saldrán adelante. Se palpa el escepticismo y el desprecio con el que miran hacia Europa. Ellos opinan que si Europa no les quiere pues que allá ellos, serán lo que quieran ser, pero ellos son las cuna de la democracia y eso lo llevan en los genes, es el ADN del Partenón. Se lo toman con sentido del humor, un humor negro que los Tyrakis tienen muy acentuado.