- “A Israel le gusta el statu quo y ve que tiene una oportunidad para mejorarlo mediante acciones unilaterales. Esto es para ellos el Israel normal”
En mayo del 67, un mes antes de la Guerra de los Seis Días que permitió a Israel ocupar Cisjordania y Gaza, determinadas figuras clave de Israel recibieron una caja que contenía instrucciones sobre cómo gobernar un territorio árabe ocupado, entre otros documentos y textos académicos relacionados con la guerra. Así lo recoge Ilan Pappé, profesor israelí de Historia en la Universidad de Exeter (Reino Unido), en su libro La cárcel más grande la tierra (Capitán Swing).
Con las sucesivas guerras, Israel ha ido progresando en el objetivo sionista de controlar la totalidad de la Palestina histórica, argumenta Pappé. Desde el 55% que se le concedió en el plan de partición de la ONU, al 78% que pasó a controlar en 1948, hasta el 100% obtenido tras la guerra de 1967. El libro se centra especialmente en este último periodo de absorción total y el complejo sistema diseñado para controlar los territorios sin anexionarlos oficialmente –el elevado número de palestinos haría desaparecer el carácter judío de Israel.
“En esencia, la ideología sionista sostiene que solo un control absoluto de la mayor parte de Palestina posible con el menor número de palestinos posible garantizará la supervivencia de Israel. Si reduces el carácter sionista de Israel, conseguirás desmilitarizarlo”, señala Pappé a eldiario.es.
En su libro, Pappé navega por las innumerables actas de reuniones del Gobierno antes, durante y después de la guerra del 67 y demuestra que Israel estaba esperando la guerra, e incluso provocándola, para lanzar su ofensiva final sobre Cisjordania y Gaza.
Tan solo había discrepancias entre aquellos resueltos a lograrlo de cualquier forma y aquellos que exigían moderación, apodados dentro del propio Gobierno como “palomas”. “No se entra en una guerra por prestigio. No se dejan huérfanos y viudas por prestigio”, declaró a sus compañeros el entonces ministro de Exteriores y “paloma”, Abba Eban. Pero Israel acabó lanzando su ataque preventivo sobre Egipto, provocando la respuesta de Jordania y desencadenando una guerra de menos de una semana que le permitió hacerse con toda la Palestina histórica.
Como muchos otros en Israel, David Ben Gurión –primer ministro de Israel entre 1955 y 1963–, el hombre que consideraba que la decisión de no ocupar Cisjordania tras la victoria de 1948 había sido un error fatal y que preparó a su Ejército para apropiarse de ella en 1957 aprovechando una crisis con Egipto, empezó a dudar en 1958 de la sensatez de dicha política. “Lamentablemente, esta vez los palestinos no van a huir”. Ben Gurión abogó posteriormente por devolver Cisjordania para mantener los éxitos demográficos de Israel.
Durante aquellos ajetreados días, el ministro Yosef Burg, auguró: “Vamos a tener que conservar los territorios durante mucho tiempo, a la vez que afirmamos en el exterior que deseamos alcanzar la paz”. No estaba equivocado.
Medio siglo después, la ocupación continúa, pero Pappé cree que utilizar ese término no es correcto: “Deberíamos utilizar la palabra colonización”, señala. “Sé que este es un concepto del siglo XIX, pero hasta que se nos ocurra algo para este siglo, esta es la mejor forma de definir las políticas israelíes en Cisjordania y Gaza. El proyecto no consiste en una ocupación militar temporal, sino en judaizar y desarabizar estos territorios”, añade.
“El importante crecimiento demográfico de los palestinos en Israel es declarado cada año por el Gobierno de Israel como una amenaza existencial a la seguridad nacional. Esto significa que no importa cuántos palestinos vivan en Israel, lo que importa es que los ciudadanos del Estado son considerados como un peligro para la seguridad nacional y esta es la base para todas las políticas racistas y peligrosas del futuro”, sostiene el autor.
Israel ha utilizado el estado de guerra para mantener y extender su colonización y ello, argumenta Pappé, ha disipado cualquier posibilidad de llegar a la solución de los dos Estados –la más aceptada internacionalmente–. “Desde 2000, Israel ha establecido un Estado-apartheid sobre toda la Palestina histórica”, señala. “Este tipo de partición solo puede significar una 'bantustanización' (territorios segregados para los negros en Sudáfrica y Namibia), lo que significa concretamente que habrá una pequeña porción de la tierra con autonomía relativa del régimen racista, pero que será un enclave controlado desde fuera y sin esperanzas reales de libertad”, añade.
“Dado que estamos luchando contra un Estado que no es democrático para los palestinos, deberíamos luchar por un Estado democrático para todos los palestinos y judíos. Esto solo se puede lograr con una solución de un solo Estado. El derecho de los refugiados palestinos a volver solo se puede implementar también en el marco de un único Estado”, asegura el autor.
Sin embargo, Pappé cree que Israel no frenará su proyecto sionista hasta tenerlo completamente terminado. “A Israel le gusta el statu quo y ve que tiene una oportunidad para mejorarlo mediante acciones unilaterales. Esto es para ellos el Israel normal”, afirma. “El proyecto sionista es un proyecto colonial. Trasladó a gente perseguida de Europa y colonizó la tierra de otros. Esto también ocurrió en Norteamérica, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica”, concluye.