Jordan Bardella (Drancy, 1995) llegó al Parlamento Europeo en 2019 como uno de los eurodiputados más jóvenes en sentarse en un escaño. El delfín de Marine Le Pen encabezó entonces la candidatura de la Agrupación Nacional, que obtuvo 18 asientos en Estrasburgo, y arrasó el 9 de junio precipitando un terremoto en Francia que propició el adelanto de las legislativas, en las que aspira a convertirse en el primer ministro de la segunda economía de la UE. El dirigente ultraderechista ha aprovechado estos cinco años el Parlamento Europeo como plataforma para su perfil político mientras que su actividad parlamentaria ha sido prácticamente nula, sobre todo en la etapa final de la legislatura.
El ranking elaborado por BCW refleja perfectamente lo que ha sido el paso de Bardella por la Eurocámara. Mientras que le otorga un 16,19% de influencia parlamentaria (situándole en la posición 657 de 705 eurodiputados) se lleva el oro respecto a la influencia pública con un 100%. El podio lo completan la presidenta, Roberta Metsola, y en tercera posición, el expresidente catalán Carles Puigdemont, cuya influencia parlamentaria le relega al puesto 451, según los estándares de esa organización.
La ausencia parlamentaria de Bardella, que a sus 28 años lleva ya una década en política, fue objeto de polémica (y mofa) durante la campaña electoral. Él se defendió asegurando que su porcentaje de asistencia en la Eurocámara es del 94%, según informa La Stampa. No obstante, es una cifra trampa ya que se refería a las sesiones plenarias, que se celebran en Estrasburgo una vez al mes. Los eurodiputados están allí desde el lunes por la tarde y se marchan el jueves al mediodía. Parte de su sueldo depende de participar en las votaciones del pleno.
Sin embargo, la actividad parlamentaria es mucho más. Requiere reuniones, preparación de informes, negociación de expedientes legislativos... Y Bardella suspende. Su presencia en las comisiones parlamentarias se limitaba al 30%, según una estadística de FranceInfo. Desde enero sólo forma parte de las delegaciones de relaciones con África y de la Comisión de Peticiones, en la que nunca ha sido asiduo. “Jamás le vi”, confirma una de las portavoces. Al principio de la legislatura era miembro de la delegación de las relaciones con México y de la comisión especial sobre la Inteligencia Aritificial en la era digital.
Precisamente el informe final como ponente 'en la sombra' es el único que figura en su participación, aunque una de las personas que estuvo involucrada en la elaboración asegura que su involucración fue “cero”. Los representantes de Identidad y Democracia (ID) suelen quedar al margen de las negociaciones parlamentarias en buena medida por el 'cordón sanitario' impuesto a la ultraderecha.
El nombre de Bardella sólo figura en una resolución conjunta para condenar los atentados de Hamás del 7 de octubre. En el texto celebraban que la Comisión Europea paralizara las ayudas a Palestina a través de la UNRWA, que luego se retomó tras constatar que no había ninguna vinculación del personal con Hamás, como había denunciado Israel, y en la que vinculaba el uso de fondos europeos para financiar terrorismo.
Algo más prolijo ha sido su repertorio de intervenciones en el pleno, con unas 80 en los cinco años de legislatura, pese a ser el jefe de la delegación más importante de ID. En cuanto a las preguntas parlamentarias, superan el centenar para que la Comisión Europea le respondiera por escrito, pero el grueso se concentró en los dos primeros años de legislatura.
Eurófobo y xenófobo, su ideología ultra ha quedado patente en sus intervenciones parlamentarias y también en sus votaciones en las que destacan algunas posiciones prorrusas, como el voto en contra de la resolución que condenaba las injerencias rusas, la abstención en la que acusaba a Rusia de ser un estado “promotor del terrorismo” o el rechazo a la revisión del presupuesto de la UE que incluía una ayuda a Ucrania de 50.000 millones de euros. Bardella ha sido de los que ha cuestionado las sanciones a ese país por los efectos que pueden tener en la economía europea. También ha sido uno de los habituales en el 'no' a la agenda verde en votaciones como la prohibición de la venta de coches de combustión a partir de 2035 o la ley de restauración de la naturaleza, entre otras.