“A no ser que desarrollemos nuestras emociones… Londres es muy inestable”. Este diagnóstico de la capital británica que ofrece un psiquiatra de Edmonton refleja cómo la ciudad olvida el contacto humano. La observación se recoge en una charla en el último libro del periodista británico Ben Judah.
This is London (Picador, 2016) sumerge al lector en un Londres anónimo, pobre y rico. Judah pone el punto de mira en Mayfair, Knightsbridge, Harlesden, Catford o Neasden. Son los otros Londres. Pero no sólo se queda en la localización sino que ahonda en sus gentes. En la que va en el autobús nocturno a pasar la aspiradora en las encendidas oficinas de la City, la que recoge la porquería del metro o la que pasa el tiempo encerrada entre lujos.
Tras un tiempo de corresponsal en Rusia, Judah aterrizó en su Londres natal como un alienígena. “De niño jugaba a intentar averiguar de dónde era la gente que se subía al autobús. Pero ahora no tenía ni idea de quiénes eran, qué hacían. Leyendo el periódico me di cuenta de que los columnistas, al igual que las noticias sobre las elecciones, tenían cada vez más espacio. Había más infografías y menos reporterismo”, dice el autor, quien se pateó la ciudad durante dos años.
En un trabajo callejero, el periodista entrevistó a más de cien personas. Buscaba voces para contar aquello que los medios de comunicación habían desdeñado. Y las encontró. “Podría haber escrito miles de capítulos”, confiesa. La obra comenzó como un estudio antropológico pero eso era una visión reduccionista para una ciudad infinita. Por ello encuadró el libro como la vida. “Nacimiento, llegada, lucha, transformados por Londres, destrozados por Londres, envejecimiento, demencia y muerte. Sólo al alinear las historias así, el libro cobró sentido”.
Los testimonios recogidos revelan una ciudad ciega y que se lo hace. Miradas que se cruzan sin mirarse. Anónimos que son conocidos. Conocidos que son olvidados. El catarí residente en Mayfair, el oligarca ruso que adquiere una mansión vacía en Belgravia, los mendigos del túnel subterráneo entre Park Lane y Hyde Park, la sirvienta filipina, el obrero polaco que tiene una ración de pollo y patatas fritas como jornal. Caras, personas, corazones, almas en una misma localización.
This is London es una cartografía de una megaciudad. Un aprendizaje: “Esto es Londres, hermano. Echan a los negros si no puedes seguir el ritmo”. Es una imagen de una ciudad sin límites donde “en los extremos el más rico y el más pobre, nadie sigue las reglas. Ese quebrantamiento de la ley es extremadamente peligroso y es muy perjudicial para Londres”. Judah presenta el Londres del hambre. De la vergüenza, la pena y el odio.
Decepción y humillación
“Pensaba que el dinero estaría brotando de los árboles. Y yo estaría ahí, cogiéndolo fácilmente”, se lamenta uno de los entrevistados en el libro. Pero Londres da pronto la bofetada y destruye los sueños. La decepción es inminente y muchos sin papeles y sin dinero quedan atrapados.
“La humillación… es muy dolorosa. Había querido venir aquí, convertirme en un hombre de negocios, en un hombre respetable pero vivía como un criminal, siempre corriendo, siempre asustado, siempre paranoico cuando veía a los policías”, recuerda Akwese, nacido en Ghana, en una conversación.
Pocas veces Londres tiende a ser el paraíso. La capital inglesa devora y no espera. Se está en Londres sin estarlo y la vida se convierte en un espejismo. Sin embargo, se mantienen activas las cuentas de Instagram para conservar una tapadera que ven los que se encuentran en casa. Lejos.
Se miente, se pide y se arruina la vida. “Hermano, no te puedo decir cuánto odio mendigar”, revela Akwese.
Para Ben Judah, el problema se encuentra en una imagen de Londres como una máquina de promesas. “Si estás en Filipinas, Nigeria o Polonia, estás constantemente siendo bombardeado con unas imágenes de un mundo rico, poderoso, sensual. Esas imágenes, películas, anuncios desestabilizan psicológicamente a estas personas porque les recuerda todos los días que no viven en el mundo más deseado. El libro hizo darme cuenta de que mucho de lo que sabemos de Londres es pura publicidad. Es muy difícil ver la realidad, ya que hemos creado un sistema que vende sueños en todo el mundo”.
Por ello, el periodista tenía que ver por sí mismo. Tenía que dormir con los mendigos rumanos, echar la noche con las prostitutas o conseguir una cama en las casas abarrotadas que se alquilan a los trabajadores de Europa del Este. Fue de incógnito para acceder a situaciones que de otra forma hubiera sido imposible. “Creo que la gente está horrorizada por la pobreza. Me preguntan si fue una experiencia peligrosa pero realmente está aterrados por la situación”, explica Judah.
En This is London no hay espacio para cuentos de hadas aunque entre sus hojas hay espacio para el triunfo. Son las personas que le ganaron el pulso a la ciudad, aunque los críticos optaron por quedarse con la cara mísera de Londres.
Judah se defiende: “Dos tercios de las historias del libro son de éxito aunque ninguna persona fue a trabajar a la City o es un banquero. Pero ¿qué porcentaje de personas hace esos trabajos? Esos tipos de trabajos son menos de 30.000. Los críticos vienen de ese mundo y no ven cómo es la sociedad. La mayoría de Londres trabaja en oficinas, limpia, construye o hace guardia. Los críticos están separados de la realidad. No son reporteros. Son economistas o políticos que crean opinión publica pero lo hacen desde su cocina o dormitorio en pantalones cortos. ¿Cuántos han dormido en la calle o han hablado con gente así? Ninguno”.
Ben Judah conecta rápido las ideas. Apenas deja terminar las preguntas para retomar su discurso. El periodismo flojo, como lo denomina el autor, que se autoimpone en los medios de comunicación no lo desmotiva y se siente optimista: “La gente está haciendo un nuevo periodismo. Hay muchas pequeñas revistas y salir a la calle va a ser una nueva tendencia en el periodismo y es parte de una generación transitoria. Creo que vamos a ver un renacimiento del periodismo”.
La realidad del Londres multicultural
La imagen multicultural de Londres acumula porcentajes. Cerca del 55% de la población no es blanca ni británica; el 40% de los londinenses nació fuera mientras que un 57% de los nacimientos pertenece a madres migrantes. Además, la ciudad hace de escondite para el 70% de la población sin papeles del Reino Unido. El multiculturalismo es un tema tratado en varios pasajes del libro y ahora cuenta con otra cifra.
El 40,1% de la población londinense apostó por la salida de Reino Unido de la UE: “El voto no fue contra la inmigración sino contra el cambio étnico. El carácter étnico del país ha cambiado muy deprisa y las tradiciones inglesas se están esfumando. El voto brexiter deber ser entendido como un voto contra el cambio étnico y el miedo a que los ingleses se están convirtiendo en una minoría. Para 2050, según las predicciones demográficas, Inglaterra será como Londres. El 40% del Reino Unido no será blanca”, concluye Judah.
“El multiculturalismo es bastante peligroso. Con el multiculturalismo todo está bien cuando todo va bien; si la economía es buena, si no hay escasez de viviendas, si no hay ningún asunto social, sin agitación política o sin grandes problemas. Pero si vienen mal dadas…”. Es de nuevo el psiquiatra que habla con Judah.
“¿Ves aspectos tuyos en otra persona, incluso si es totalmente diferente de ti? Si la respuesta es que sí, estás listo para el multiculturalismo”, se pregunta el psiquiatra.
Tomando sus palabras, Londres es un rascacielos. Una potencia económica y tecnológica. Pero sólo está en los cimientos en cuanto a interacción entre personas y sentimientos.