El M5S irrumpió en 2014 en el Parlamento Europeo con el 21% de los votos y 17 escaños. Cinco años después, ha retrocedido hasta el 17% y los 14 escaños. Entonces fue segunda fuerza; ahora, es tercera fuerza a causa del sorpasso de la extrema derecha de Matteo Salvini: la Lega ha pasado del 6% y cinco escaños al 34,33% y 28 escaños, una de las delegaciones más poderosas de la Eurocámara.
Entonces, en 2014, se inventaron el grupo EFDD, el grupo en el que estuvo la pasada legislatura la extrema derecha alemana de la AfD, y que formaron el M5S y UKIP. Nigel Farage ya no está en UKIP, sino en el Partido Brexit, que ha ganado las elecciones británicas con 29 escaños.
¿El problema? Que cuando se marche Farage tras el Brexit, el grupo puede desaparecer, en tanto que se necesitan al menos 25 escaños de al menos 7 países, cota a la que tendría difícil llegar el M5S sin Farage y sin la AfD. Y permanecer como no inscritos en una Cámara de 751 escaños es el ostracismo –sin influencia, representación en los órganos del Parlamento y sin recursos del grupo parlamentario–.
¿Y qué solución han buscado? Llamar a la puerta del GUE, el grupo de la Izquierda Unitaria Europea, en el que se encuentran grupos como Unidas Podemos, el Bloco de Esquerda, Syriza, Francia Insumisa o Sin Feinn, por ejemplo. Es decir, el grupo parlamentario que reúne a los partidos a la izquierda de la socialdemocracia, muchos de ellos de cultura marxista y antifascista, que casa muy poco con un partido que lleva gobernando desde hace más de un año con la Lega, un partido de extrema derecha que en el Parlamento Europeo comparte grupo con la Agrupación Nacional –antes Frente Nacional– de Marine Le Pen.
Según explican las fuentes, este martes cuatro miembros del M5S han pedido formalmente el ingreso en el GUE, con la benevolencia de la presidenta saliente, la alemana Gabi Zimmer (Die Linke). Pero buena parte del grupo no quiere acoger a quien gobierna Italia con Salvini.
El debate seguirá este miércoles, pero todo parece indicar, sobre todo si se tiene en cuenta el funcionamiento “por consenso” del GUE –es decir, con derecho a veto–, que el M5S tendrá que buscar acomodo en otra bancada de la Eurocámara.
El pasado 25 de abril se celebraba el 74 aniversario de la liberación de Italia. Una fiesta tradicionalmente de unidad en una de esas repúblicas cuya Constitución nace del antifascismo, de la derrota de Mussolini, a manos de los aliados y, también, de los partisanos, de esos partisanos inmortalizados en el Bella Ciao, banda sonora de la resistencia antifascista que llega hasta nuestros días.
Pero este 25 de abril, Matteo Salvini, el hombre fuerte del Gobierno italiano aliado del M5S, que ha trasladado su apoyo a Santiago Abascal, se negó a conmemorar la fecha. Por primera vez en la historia italiana, un gobernante italiano no celebra la derrota del fascismo en Italia y rompe la unidad. Y mientras ese 25 de abril Salvini recorría Sicilia dando mítines “a favor de la policía y contra la Mafia”; su aliada Marine Le Pen participaba en un acto en Praga con otros miembros de su internacional de ultraderecha, bautizada Europa de las Naciones.