“Es él. No hay otro”. De esta manera definió a Gabriel Boric el sociólogo y ensayista chileno Manuel Antonio Garretón junto a otros intelectuales de izquierda cercanos al Frente Amplio. Con estas palabras, respaldaron en abril la candidatura del expresidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech).
“Tenía que ser un candidato que tenga liderazgo y sensibilidad social sobre la experiencia de 2011 y 2012 [con las movilizaciones de estudiantes] pero que además tenga la capacidad de ir más allá del estallido, que sea capaz de entender la necesidad de recomponer la relación entre la política y la sociedad, que es el gran problema de la sociedad chilena”, dice el sociólogo al que Boric sigue llamando profesor.
Ganador del premio nacional de Humanidades y Ciencias Sociales de Chile, Garretón se define como un “intelectual político”. La relación entre el mundo intelectual y la política para él es imprescindible. Nacido en una familia de dirigentes sociales, en la década de 1930, su padre fundó lo que en ese momento se llamó la Falange Nacional y después se transformó en la Democracia Cristiana.
La primera participación de Garretón en la política la hizo en la universidad donde llegó a ser presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica de Chile a mediados de la década del 60. Poco tiempo después, el presidente Salvador Allende propuso su nombre como embajador en Cuba aunque el pliego de su designación no logró pasar el Congreso.
¿Por qué entendieron que Boric podía ser un buen candidato para estas elecciones?
La candidatura de Boric tiene un componente generacional, es la expresión de lo que fue el estallido social de 2011 y 2012, de la movilización estudiantil. Pero también Boric es el diputado que desde una ruptura con su partido decide firmar a título personal el acuerdo nacional [para redactar la nueva Constitución en noviembre de 2019]. Ese acto por el cual fue repudiado terminó posicionándolo como el indicado.
¿Recuerda el momento?
Recuerdo la frase de ese momento: “Es él. No hay otro”. No lo pensábamos en el sentido de “solo es él”, ni en la idea mesiánica de un líder, sino en que era muy importante que el Frente Amplio tuviera un candidato presidencial con liderazgo y sensibilidad social sobre la experiencia del 2011 y 2012 pero, además, la capacidad de ir más allá del estallido, que fuera capaz de entender la necesidad de recomponer la relación entre la política y la sociedad, que es el gran problema de la sociedad chilena. Boric es una persona capaz de combinar esos dos mundos con un proyecto de transformación.
¿Estas elecciones marcan una ruptura con el modelo heredado de la dictadura de Pinochet?
Mire, ponga atención en el resultado del plebiscito de 1988 [consulta para decidir si Augusto Pinochet debía seguir en el poder]: 55.9% votó por el No, 44.1% por el Sí. En las elecciones del domingo, el 55.9% votó a favor de Boric, 44.1% lo hizo a favor de Kast: el porcentaje es exactamente igual. Claro, usted podrá decir que es una coincidencia, una simple metáfora pero entendamos que ese dato es un instrumento de análisis. Lo que está de fondo en el resultado es el gran clivaje de la sociedad chilena: la dictadura militar. Ahora, con los mismos porcentajes de votación, una mayoría social confirma que quiere una transformación del orden económico y social heredado de la dictadura.
¿Qué pasó entre estos dos momentos?
La sociedad cambió y eso provocó un distanciamiento creciente entre la política y la sociedad. En Chile, la sociedad se constituye a través de la política. En los últimos 100 años ha sido así, no hay un solo proyecto de sociedad que no haya sido generado por los partidos, con la excepción de los años de dictadura. Si usted piensa en la industrialización y la modernización en Chile, lo hace el Frente Popular. La reforma agraria, la Democracia Cristiana. La vía chilena al socialismo es una invención de la política. Todos ellos, por supuesto, imbricados con la sociedad. Eso es lo que la dictadura no logró romper, aunque reprimió la vinculación de la sociedad con lo político.
¿Cómo define lo que vino después?
Lo que ocurrió después es un creciente distanciamiento, la incapacidad del mundo político de entender las transformaciones en la subjetividad de los nuevos actores que estaban apareciendo. La política dejó de entender lo que pasaba en la sociedad.
¿Dónde quedó el centroderecha en estas elecciones?
Noto incapacidad y agotamiento, sobre todo por la absoluta incompetencia del gobierno actual. Entonces, ante la incapacidad de la derecha, llamémosle liberal o derecha social, ¿quién puede asumir el liderazgo? Lo asume aquel que exprese la posición más dura. Por eso, por primera vez tenemos como representante de la derecha un sector que está lo más cerca de Pinochet que haya tenido Chile. No importa aquí la biografía personal sino lo que expresa esa posición.
¿Puede el centroderecha renovarse y volver ser cabeza de la oposición?
La derecha ha sido doblemente derrotada. Van a tener que recomponerse enteramente. Y así lo están planteando. Entonces tenemos un proceso que tendrá que refundar los actores políticos y que se dará en paralelo con el proceso constituyente.
¿Cuál será el mayor desafío para el nuevo gobierno?
El mayor problema será conseguir una bancada parlamentaria importante. Yo creo que va a buscar reconstituir un ideario socialista, entendiendo que va a tener que ser parte de una coalición con los partidos de la vieja Concertación y podrá hacerlo dentro del Frente Amplio o fuera de él. Eso es lo que está por verse. Lo está claro es que las nuevas fuerzas unidas a otras que no están en frente deberán ir camino a una convergencia que no sé si tomará la forma estricta de un partido pero creo que va a haber una recomposición de lo que llamamos la tradición socialista, en la cual es probable que sectores muy importantes del Partido Socialista se plieguen.
¿Hay puntos de contacto con la presidencia de Salvador Allende?
El gran problema de Salvador Allende -dejemos de lado la conspiración imperialista, la cooperación militar, la conspiración de la derecha y de los medios de comunicación controlados por la derecha- fue que no era un gobierno mayoritario [Allende ganó las elecciones de 1970 con el 36.6% y una diferencia de menos de 40.000 votos con el conservador Jorge Alessandri]. Allende nunca fue una mayoría social política expresada en las urnas. En cambio, ahora partimos de eso. Y el punto es cómo esa gran mayoría, que por supuesto sobrepasa al Frente Amplio y al Partido Comunista, se convierte en mayoría institucional en el Parlamento. Ese es el gran desafío.
¿Qué cree que estuvo en juego en estas elecciones?
Una de las cosas que ha estado en juego ha sido la legitimidad de las calles, antes expresada en el proceso constituyente, ahora expresada en un proyecto político-institucional. Lo que tenemos es un presidente con una mayoría como no se conocía en el último tiempo, con una participación impresionante de la gente y eso le da una enorme legitimidad.
Entre los elementos simbólicos de esta victoria de la izquierda está que a Boric le va a tocar poner en marcha la nueva Constitución.
Y en su partido no hay nadie que lo exprese mejor. La Constitución, que va a ser un proceso fundacional, necesita implementarse y para eso necesita de las instituciones existentes como el Gobierno.
Si analizamos los procesos constituyentes de América Latina, casos como el de Bolivia, Ecuador y Venezuela, en todos ellos aparece un pedido desde abajo conducido políticamente desde arriba por un presidente. Acá la dinámica es distinta, Boric llega con el proceso constituyente ya en marcha. ¿Eso puede traer algún tipo de problema?
Es exactamente lo que usted dice. No son autoridades que surgen de la Constituyente, ni constituyentes que surgen de las autoridades que plantean el proceso. Aquí hay una particularidad. Por lo general, tenemos una revuelta que deriva en proceso constituyente y de ahí salen las autoridades políticas. Después, los que están arriba llaman a una nueva Constitución... En Chile, existen paralelamente dos procesos y hay dos legitimidades. La legitimidad del proceso constituyente, que viene del hecho de que la sociedad siente que está haciendo una cosa que nunca hizo en tantos años de vida, que es fijar cómo quiere vivir, y la del presidente. Pensemos qué hubiera pasado si ganaba Kast y la Constitución aprobada por la Convención no le gustaba. ¿Habría llamado a votar por ella? Habríamos tenido un conflicto de legitimidad enorme. En cambio, aquí tenemos exactamente lo contrario.
¿Hay dos procesos simultáneos que se complementan?
Exacto, estamos en presencia de algo inédito, que son dos procesos paralelos que tienen dinámicas y autonomías propias. La dinámica propia de un proceso constituyente que tiene un componente retórico fundamental, que busca responder a todo los problemas de una de la sociedad a plantearse todas las grandes principios y metas hacia el futuro, pero que no puede necesariamente implementarlo. Y aquello que es capaz de implementarlo, la política. Tenemos legitimidades complementarias. Y creo que esto es extremadamente positivo.
¿Estamos ante una nueva izquierda?
Estamos en presencia de una izquierda que representa muchas diversidades, que tiene una cierta solidez y que ahora se ratifica por la elección del presidente. Esta es una izquierda que tiene sus raíces en las movilizaciones estudiantiles de 2012, que no fueron solo estudiantiles sino también territoriales, medioambientales, feministas y de los pueblos originarios. Esta izquierda nace allí y se organiza para convertirse en un actor distinto a lo que había sido la izquierda de la Concertación y de Nueva Mayoría en la cual estaba incluido el Partido Comunista. Esta es una izquierda muy vinculada a los movimientos sociales, muy crítica al modo de hacer política del centroizquierda. Hay ahí un componente generacional muy importante y sorprendente. Estamos hablando de una izquierda que pudo resistir el embate clásico de los últimos tiempos, el embate a lo efímero.
¿Cómo analiza el primer discurso de Boric como presidente electo?
El discurso de la victoria es enteramente distinto al tono de la primera vuelta. En el discurso del domingo hubo dos discursos en uno. Una primera parte, donde le habla a todo el país y le dice “yo tengo un proyecto de país que ha sido apoyado por la gran mayoría”. Una segunda parte que es nítido el discurso de la primera vuelta, el de la radicalidad de la transformación. Entonces dice: “Tengo que contar con ustedes, haré las transformaciones pero con participación, conversación, negociación, porque están todos llamados a apoyar este proyecto”. Y yo creo que en ese sentido es un gran discurso que muestra la tensión que va a haber en el Gobierno.
Muchos analistas lo definen como un momento de refundación ¿Estamos ante ese escenario?
Estamos en un período de refundación. Por eso vamos a ver surgir nuevos actores políticos que plantean una relación con la sociedad diferente. Por primera vez en la historia de Chile no hay centro político orgánico hegemónico. Chile era una anomalía en el mundo. América Latina no tiene el centro político orgánico. Bueno, Chile lo tenía y ahora no lo tiene, dejó de existir como tal.
¿Hay lugar para el centro?
Puede haber partidos de centro y los habrá. Hay electorado de centro, pero desapareció el centro político orgánico como eje de la política.
Y en ese contexto, ¿cómo ve al Partido Socialista?
Pues creo que el Partido Socialista selló su decadencia con su incapacidad de llevar un liderazgo presidencial. La elección anterior boicoteó la candidatura de Ricardo Lagos, después de eso ha venido de tumbo en tumbo, se ha ido mucha gente.
¿De qué hablamos cuando hablamos del Partido Comunista en Chile hoy?
El PC es un partido que ha sido muy democrático, que cuando ha debido apoyar a gobiernos que no eran propios lo ha hecho con mucha lealtad y esta veta la mantiene. El PC no pudo vivir el triunfo de la democracia de la misma manera que lo vivieron los partidos de la Concertación.
¿Qué lugar tendrá el PC en el nuevo gobierno?
Tengo la impresión que el Partido Comunista va a ser un partícipe muy leal en la coalición y no confundirá sus fines con los fines de la coalición. Tengo confianza en que va a ser un partido de apoyo solidario, coherente con sus matices y con su propia sensibilidad.
¿Qué significa la victoria de la izquierda en Chile para el progresismo en América Latina?
No sé si esto va a desencadenar una nueva ola pero lo que lo que sí creo es que abre la posibilidad de un proyecto de izquierda. Es capaz de darle forma política a las identidades, a las subjetividades que hoy no se identifican con la política. Boric representa un nuevo liderazgo que está con las movilizaciones pero también está más allá de ellas porque quiere representar al conjunto del país. Lo que se ha hecho aquí puede ser algo que ayude a las otras izquierdas.