En enero de 2020, Carla Bros Sabrià se mudó con su pareja y su bebé desde Cambridge a un lugar doce kilómetros al norte llamado Northstowe. El nombre no salía ni en la única parada de autobús, no había calles y las pocas casas estaban rodeadas de excavadoras. Lo que ahora es un pequeño pueblo promete albergar en los próximos 20 años a 25.000 vecinos en unas 10.000 viviendas. De momento, viven aquí unos 3.000 y se han construido 1.400 casas. En los últimos meses, ha abierto un café-bar-panadería-gimnasio y una escuela, pero siete años después de la llegada de los primeros vecinos sigue sin haber un centro de salud, una farmacia o un supermercado.
“La sensación es que empiezan la casa por el tejado. Tú vas y no hay servicios públicos o tiendas. No llegan hasta conseguir un número de habitantes. Las calles no se terminan hasta que no lo esté toda la parcela. Pero como el mercado de casas está tan apretado, la gente viene igualmente”, explica a elDiario.es Bros Sabrià, investigadora en una consultora que hace informes sobre igualdad de género para la Comisión Europea y tiene sede a diez minutos en autobús de este pueblo inglés. Ahora también es concejala del pequeño ayuntamiento.
La mayoría de sus vecinos son familias jóvenes con niños como la suya: “No hay pelos blancos en Northstowe”, dice Bros Sabrià, que también comenta que se trata de una comunidad “muy multicultural”. Ella lleva doce años viviendo en el Reino Unido, pero es originaria de Terrasa.
Northstowe es una de las llamadas “nuevas ciudades” que están en desarrollo en Inglaterra inspiradas por un modelo de la posguerra que ahora el nuevo Gobierno quiere revivir para combatir la crisis de la vivienda, inasequible sobre todo en el sur y este del país en ciudades como Londres, Oxford, Cambridge o Bristol.
En 2023, varios reportajes retrataron a Northstowe como un símbolo del fracaso de los nuevos proyectos por la lentitud de la expansión. Una vecina dijo entonces que era un lugar “sin corazón”. Se refería a que le faltaban cafés y otros lugares de reunión.
En mayo, el anterior Gobierno conservador aprobó una ayuda de 140.000 de euros de aquí a 2029 para promocionar actividades de “cohesión social” en el pueblo. En julio, la nueva ministra de Economía del Gobierno laborista mencionó Northstowe en su primer discurso como ejemplo de un lugar “atascado” cuya construcción quiere “acelerar”.
300.000 viviendas al año
El Gobierno de Keir Starmer se ha comprometido a impulsar la construcción de 1,5 millones de viviendas en los próximos cinco años, es decir unas 300.000 al año. Una de sus primeras medidas ha sido crear un grupo de trabajo para planificar con dinero público y cambios regulatorios las llamadas Nuevas Ciudades. La idea viene de la ley para Nuevas Ciudades de 1946, que supuso desde ese año y hasta 1970 la creación de 32 nuevos núcleos urbanos donde hoy se estima viven 2,8 millones de personas.
Comunidades como Northstowe han crecido en la última década con la ayuda de un programa más modesto de intervención pública que lanzó el Gobierno conservador en 2014. La fase inicial quedó en manos de promotoras privadas, que en algunos casos han quebrado o no han terminado los servicios básicos comprometidos en medio de la pandemia y la escasez de mano de obra y materiales por el Brexit. Los vecinos que ya viven en estas comunidades sufren sobre todo la falta de servicios y temen que tal vez no sea la prioridad del plan del nuevo Gobierno.
“Me parece que está enfocado a construir más casas. Pero a las 3.000 personas que vivimos aquí lo que más nos preocupa es cuándo vamos a tener un centro, servicios. Hay que construir más espacios antes de que llegue más gente que estará frustrada”, explica Bros Sabrià.
Mudarse a Northstowe era la opción que tenía ante los precios disparados en Cambridge para comprar y alquilar, pero cree que la idea de las nuevas ciudades tiene potencial más allá de la necesidad, al menos en teoría: “Al principio, pensaba que era como una hoja en blanco, una oportunidad para diseñar ciudades que sean sostenibles, innovadoras, con cohesión social, feministas… Pero es una oportunidad perdida si no se aprovecha”.
Cuenta que las casas se han construido sin pensar de manera específica en el cambio climático o la resistencia a largo plazo para la población de todas las edades, porque la primera fase la hizo una promotora privada cuyo principal objetivo era cumplir el mínimo de regulación y sacar el máximo de beneficio. Las siguientes fases están ahora administradas por una entidad pública, Homes England, que gestiona los contratos con las constructoras privadas y debería considerar criterios sociales.
La comisión de Nuevas Ciudades
Según el plan del Gobierno laborista, cada nuevo proyecto debe suponer la construcción de al menos 10.000 viviendas de aquí a 2050 y estar localizado en un lugar estratégico para favorecer el crecimiento económico y reducir la desigualdad, cerca de infraestructura ya existente o en construcción y de un mercado laboral capacitado. Además, los proyectos tienen que incorporar energía renovable, opciones de transporte sostenible, zonas verdes y vivienda de precio asequible. El grupo del Gobierno presentará recomendaciones detalladas en julio de 2025, pero ya anticipa que muchas de estas “nuevas ciudades” serán en realidad extensiones urbanas de núcleos ya existentes a menudo adyacentes a otras ciudades.
“Las nuevas ciudades son una buena idea, pero es preocupante que hayan reducido sus ambiciones sobre el tamaño”, explica a elDiario.es Samuel Hughes, director de Vivienda del think-tank conservador Centre for Policy Studies e investigador académico de la Universidad de Oxford. Incluso proyectos un poco más grandes serían de 20.000 ó 25.000 viviendas. “Eso es mucho más pequeño que la mayoría de las nuevas ciudades de la posguerra, y mucho menos de lo que ofrece la oportunidad”, comenta. Las nuevas ciudades de los 60 y 70 aspiraban, de hecho, a tener unos 80.000 habitantes.
Hughes cree que la falta de planes hasta ahora de nuevas ciudades tiene que ver con la resistencia de vecinos que ya son propietarios y malas experiencias del pasado. “Algunas se establecieron en áreas con poca demanda de vivienda. Todas reflejaban ortodoxias de planificación modernistas de mitad del siglo XX, que no funcionan bien”, dice, en referencia a un estilo de construcción que separaba las zonas residenciales de las comerciales, priorizaba el transporte en coche y no involucraba a los vecinos. El experto confía en que la experiencia ayude a construir de otra manera y a elegir mejor la localización. Su apuesta, por ejemplo, es crear una nueva ciudad en Tempsford, un pueblo cerca de un nuevo nudo ferroviario al oeste de Cambridge.
“No se trata y no debe tratarse sólo de construir más casas”, explica Sian Williams, portavoz de la gran asociación dedicada a la planificación de ciudades, TCPA. “Es muy importante que estas nuevas comunidades sean ejemplares en relación al objetivo de cero emisiones, la naturaleza y el apoyo a la salud y el bienestar para combatir la desigualdad de salud. Tienen que ser comunidades reales y hay que pensar también en el arte y en la cultura”. La asociación espera que el Gobierno presente un código “visionario” para que los nuevos centros urbanos sean algo más que grupos de casas.
Una de sus recomendaciones es que sea el Gobierno nacional quien intervenga para identificar los lugares idóneos y ayude a modernizar las corporaciones públicas encargadas de la planificación y la financiación inicial. “Las nuevas ciudades pueden pagarse solas, pero necesitan una inversión por delante del Gobierno”, dice la portavoz de la asociación.
El caso de Milton Keynes
La primera reunión de la nueva comisión gubernamental se celebró hace unos días en Milton Keynes, una ciudad entre Oxford y Cambridge construida desde cero en los años 70 y 80, donde ahora viven 250.000 personas y que se cita a menudo como el modelo. La velocidad de la construcción y la integración de las zonas verdes son destacables, si bien su ubicación, en una zona de gran crecimiento junto a la línea de tren entre Londres y Birmingham, la hacen excepcional.
“Milton Keynes pasó en la tercera ola, cuando ya había 20 años de experiencia en la construcción de ciudades. Teníamos habilidades y experiencia en la planificación nacional, expertos que sabían cómo hacer esto”, explica a elDiario.es Maurice Lange, analista del Centre for Cities, un think-tank especializado en urbanismo y economía. “Una cosa que vale la pena señalar es que en el país en este momento realmente ya no tenemos esto. Hay un número limitado de empresas y personas que saben cómo hacerlo”. Incluso señala que la edad media de los profesionales de la construcción en el Reino Unido es mayor que en países europeos vecinos.
La falta de capacitación profesional y la escasez de materiales, en parte por el efecto del Brexit y el creciente aislamiento del Reino Unido, son algunos de los obstáculos que se encontrará el Gobierno para cumplir sus objetivos de vivienda en general, que son ambiciosos y necesitan de mucho más que nuevas ciudades, cuyos proyectos suelen tardar décadas en convertirse en una realidad reconocible.
“A los profesionales del urbanismo les gusta hablar del proyecto de Nuevas Ciudades. Pero, en realidad, si nos fijamos en la historia, no construimos muchas de ellas y fueron un porcentaje de la construcción total de viviendas durante el período de auge inmobiliario del Reino Unido en los 30 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial”, explica Lange. “En su mejor momento, en los años 70, supusieron alrededor del 5%. El Gobierno habla ahora de cientos de miles viviendas en ciudades nuevas para 2050. Pero su objetivo de construcción total de viviendas es 1,5 millones cada cinco años. Eso es 7,5 millones en un período de 25 años. Entonces, si dentro de 20 ó 25 años van a entregar cientos de miles, eso es alrededor del 5%, que es más o menos lo que pasó la última vez”.
Lange también destaca que el grupo de trabajo habla de “extensiones urbanas”, no necesariamente de ciudades construidas desde cero. Lo que le parece más útil de la idea original es el uso de corporaciones públicas que ayudan a planear la edificación en conexión con el transporte público y otros servicios integrados en una región. “Resuelven el tipo de problema de coordinación que al sector privado le resulta difícil resolver a escala. Por lo tanto, involucrar al sector público ayuda a lograr un crecimiento rápido”, explica.
También cree que se pueden intentar varias medidas a la vez. Además de nuevas ciudades, se trata de relajar algunas reglas, por ejemplo en relación a las alturas de las casas, y exigir a los ayuntamientos la autorización de más proyectos.
Regulaciones y ‘nimbys’
El nuevo Gobierno ha vuelto a hacer obligatorios los objetivos de número de viviendas para las autoridades locales, suspendidos en 2022 por el anterior Gobierno conservador.
La construcción de nuevas viviendas está en su nivel más bajo en una década, la mitad respecto a cuando existía el objetivo obligatorio. En el segundo trimestre de este año, por ejemplo, se aprobaron permisos para la construcción de 53.379 casas, es decir un 13% menos que en el mismo periodo del año anterior. Además, ha caído especialmente el número de viviendas de protección oficial o financiadas en parte por entidades públicas.
La caída se debe a la falta de la inversión pública y privada, la recesión y la subida de precios. Los ayuntamientos también tienden a aplicar las múltiples normas de la manera más estricta para evitar las quejas de los vecinos reticentes, que en Inglaterra se conocen como los “nimbys” (“not in my backyard”, es decir, “no en mi patio trasero”).
El llamado “cinturón verde” donde no se puede construir o sólo con estrictas condiciones rodea ciudades por toda Inglaterra y no siempre consiste en zonas verdes. También se trata de tierras agrícolas, algunas abandonadas, y zonas que separan comunidades urbanas para delimitar fronteras o de difícil acceso porque no hay caminos.
A veces, el objetivo es mantener la baja densidad de población e intentar empujar a los residentes hacia los decrépitos centros, como explica el medio local Oxford Clarion sobre el cinturón verde que ha hecho que Oxford apenas haya crecido desde que se empezó a aplicar en 1975. Oxford es una de las ciudades menos asequibles de Inglaterra, con precios de compra que suponen más de 12 veces los ingresos de un hogar y alquileres más de un 50% más caros que la media de Inglaterra.
Los nuevos proyectos por eso han sido hasta ahora modestos y fuera de la ciudad, como el nuevo campus y zona residencial que desarrolla ahora la Universidad con 1.800 viviendas al norte de la ciudad en un lugar llamado Begbroke y que potencialmente se puede convertir en algo más que un pueblo.
Dentro de las ciudades, las normas obligan a un largo proceso de obtención de permisos. Las limitaciones son múltiples en lugares donde la vivienda es escasa o muy poco asequible, a veces por protección de zonas históricas. En Oxford, hay reglas que impiden construir bloques de apartamentos en gran parte de la ciudad para no interferir desde múltiples lugares con la vista de la silueta de las cúpulas y torres de los college de la Universidad.
El problema de Londres
Sucede también en Londres, que concentra el principal problema de vivienda del país.
“Hay reglas sobre cómo las cosas están en consonancia con las ubicaciones existentes, reglas sobre las alturas, reglas sobre dónde se puede construir”, dice Lange, que propone un sistema de zonificación para agilizar los permisos y conseguir una de las cuentas pendientes en la mayoría de las ciudades del país: el aumento de la densidad para pasar de un modelo de casitas unifamiliares a viviendas con más vecinos.
Otro ejemplo de comunidad que ha ido más despacio de lo esperado Ebbsfleet, a las afueras de Londres y donde hay una estación de tren en la que paraba el Eurostar que une el Reino Unido con el continente y donde ahora ya no lo hace por los recortes del servicio tras la pandemia y la salida del país de la UE. Desde 2015, sólo se han construido aquí 4.000 viviendas de las 15.000 prometidas.
Samuel Hughes, el especialista del Centre for Policy Studies, también cree que los cambios regulatorios a las afueras de Londres deberían ser una prioridad, en particular en las zonas industriales que ahora están infrautilizadas. “Tenemos trasteros y fábricas de galletas a unos pocos minutos de estaciones de metro de Londres. Esto es un uso absurdo del terreno en áreas con una de las peores carencias de vivienda del mundo”, explica. “Las nuevas ciudades son valiosas, pero la escasez de vivienda está concentrada en Londres, y ahí es donde a fin de cuentas hay que encontrar una solución”.