Poco después del golpe de Estado de la semana pasada en Níger, una marcha de manifestantes tomó las calles para mostrar su apoyo a la junta militar. Muchos de ellos ondeaban banderas rusas y se podían ver carteles con lemas como ‘Abajo Francia, viva Putin’. Es la misma escena que se había visto en Burkina Faso tras el golpe de Estado de octubre de 2022. En ambos países, incluso los manifestantes atacaron la embajada de Francia. El país vecino, Mali, había vivido otro golpe en mayo de 2021 y la gente también salió a las calles ondeando las banderas de franjas blancas, azules y rojas.
“Las banderas rusas son un símbolo de un cambio de poder percibido y un deseo de alejarse de las influencias tradicionales occidentales”, dice a elDiario.es Gustavo de Carvalho, investigador de las relaciones Rusia-África del think tank South African Institute of International Affairs. “No se debe necesariamente a un amor innato por Rusia, sino más bien a un anhelo de alternativas a la presencia occidental, particularmente de Francia, que se ha interpretado como neocolonial”, apunta.
De Carvalho cree que lo que se produce en estos países es una “creciente frustración con las dinámicas de poder existentes y el lento progreso del desarrollo”. “Hay una percepción de que la presencia occidental ha llevado a una dependencia desigual. Por lo tanto, la hostilidad podría ser una expresión de descontento y el deseo de un cambio más que una aversión específica a Francia y Occidente”, explica De Carvalho.
La influencia rusa
Aunque estos movimientos de poder han generado gran preocupación en Occidente, Samuel Ramani, investigador del think tank británico RUSI (Royal United Services Institute for Defence and Security Studies) y autor del libro Rusia en África, cree que en Europa y EEUU se interpreta de una forma “muy reduccionista” como una batalla geopolítica entre Rusia y el bloque occidental.
“En Níger, por ejemplo, el golpe responde a los intereses personales del líder golpista. No necesariamente Francia va a salir y Rusia va a entrar. A Moscú le faltan las relaciones institucionales necesarias con este país”, decía Ramani este jueves en una conferencia sobre las conclusiones de la cumbre Rusia-África celebrada el fin de semana pasado en San Petersburgo. Sin embargo, el investigador señala que pese a que “Rusia no es el principal instigador [de estos golpes de Estado], sí es el principal actor que está tratando de capitalizar estos movimientos”.
Aunque Moscú tiene la intención de seguir expandiéndose en el continente, Ramini opina que es posible que su influencia “haya alcanzado su pico” porque “le faltan los fundamentos para seguir creciendo”, pero asegura que esa influencia es “sostenible” y “ha llegado para quedarse”. De Carvalho sí observa en muchos países africanos una progresiva cercanía al discurso de multipolaridad, nueva gestión de las relaciones con Occidente, etc. “Y eso resuena mucho en el público”, asegura.
El foco principal de la relación entre Occidente y estos países ha sido, en muchos casos, la lucha antiterrorista. “Las estrategias militarizadas de los países occidentales para abordar la actividad terrorista global en las últimas dos décadas ha empoderado a los mismos líderes militares que ahora desprecian a Washington y se acercan a Moscú”, señalaba esta semana el think tank estadounidense especializado en terrorismo Soufan Center.
Problemas para Francia
Francia es uno de los países más afectados por el terremoto político reciente en África Occidental. En Mali, el Gobierno expulsó a finales de enero del año pasado al embajador francés del país con un margen de 72 horas tras las declaraciones del ministro de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, contra la junta por no celebrar elecciones. Un mes después, Francia anunció la retirada de sus tropas, que se completó en agosto. Meses después, en enero de este año, Burkina Faso dio un mes a París para sacar sus tropas del país tras el final de un acuerdo militar entre ambos.
Ahora, las autoridades golpistas de Níger han decidido “poner fin a los acuerdos de cooperación en materia de seguridad y defensa con Francia”, tal y como anunciaron el jueves en un comunicado. Francia, sin embargo, ha respondido que no reconoce la autoridad de la junta militar, afirmando que “solo las autoridades legítimas de Níger” pueden tomar tal decisión.
“Una retirada total de Níger sería un desastre para Francia, y por eso el golpe ha recibido mucha atención en el país. Los intereses vitales de Francia en África han sido golpeados”, escribe Rama Yade, directora del programa de África del Atlantic Council y exviceministra de Exteriores francesa.
“Parece que el Gobierno francés se queda sin soluciones para los desafíos de la región. Los críticos se preguntan por qué Francia piensa que necesita controlar las cosas en África, incluso antes del golpe, esos críticos se preguntaban por qué una respuesta militar a los problemas en el Sahel (una respuesta que ya ha fracasado) sigue siendo la única sobre la mesa”, opina Yade.
La analista franco-senegalesa cree que ajustar la ayuda a la región no es una solución al problema: “Francia necesita cambiar de paradigma. Todavía tiene tiempo de hacer las cosas de otra manera. Puede renovar viejas redes y reformular su política hacia África para acercarse a Costa de Marfil, Senegal y Gabón (sus otros socios de África Occidental), países que se han visto sacudidos por manifestaciones que cuestionan la presencia francesa. En este momento, estos países todavía pueden recibir tropas francesas sin arriesgarse a una agitación política interna”.
Yade considera que mientras los socios occidentales de los países africanos se ven “atrapados entre estrategias ineficientes y la no interferencia”, Rusia es “rápida en prestar su apoyo a los países bajo el liderazgo de los golpistas”. Sin embargo, la postura oficial de Moscú en el golpe de Níger ha consistido en pedir una “rápida recuperación del Estado de derecho”, así como autocontrol por ambas partes.
El jefe de los mercenarios de Wagner, Yevgueni Prigozhin –cuya relación actual con el Kremlin tras protagonizar la insurrección de junio en Rusia no está clara–, ha celebrado el golpe en Níger y ha culpado de la situación del país a “los antiguos colonos”. Esta semana, uno de los líderes golpistas de Níger ha viajado a reunirse con las autoridades de Mali, que acogen a alrededor de 1.500 mercenarios de Wagner. Entre los que han recibido a la delegación nigerina está el ministro de Defensa maliense, sancionado por EEUU por facilitar la entrada de Wagner en el país, lo que ha generado inquietud en algunos países occidentales.
La respuesta de Occidente al golpe ha sido más contundente que la mostrada desde Moscú. La UE y Francia han suspendido la ayuda económica al país, que es uno de los más pobres del planeta y el tercero con el peor Índice de Desarrollo Humano del mundo, y han solicitado la restitución del presidente elegido democráticamente. EEUU ha amenazado con hacer lo mismo. “Esto podría abrir más la puerta a la influencia rusa en el país”, advierte el Soufan Center.
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