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'Ordoliberalismus' y 'popolarismo': el PP europeo se encomienda a su alma democristiana ante el “populismo irresponsable”

Donald Tusk, en el congreso de Zagreb en el que ha salido elegido presidente del PPE, el 20 de noviembre de 2019.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

Ordoliberalismus y popolarismo. Son las raíces teóricas que ha reivindicado el nuevo presidente de los populares europeos, Donald Tusk, en el congreso del PPE en Zagreb. Una, de la Mitteleuropa; la otra, del sur. Ordoliberalismus , término acuñado por Hero Moeller en 1950, es la variante alemana del liberalismo social que subraya la necesidad de que el Estado juegue un papel en el libre mercado, y que se convirtió en la base de la “economía social de mercado alemana” posterior a la Segunda Guerra Mundial y su llamado wirtschaftswundermilagro económico–.

“No es una coincidencia que una de las escuelas de pensamiento democristianas más importantes haya sido el llamado ordoliberalismo, que construyó una síntesis difícil pero posible de libertad, orden y tradición”, ha reivindicado Tusk en el discurso en el que tomaba el relevo del alsaciano Joseph Daul con el 93% de los votos –era el único candidato para presidir el PPE–.

Y el popolarismo.

“Estuve con el papa Francisco y me preguntó si éramos capaces de distinguir entre populismo y popolarismo. Creo que todos sabéis lo que tenía en la cabeza”. El popolarismo al que se refería Francisco y que ha reivindicado Tusk es una doctrina política centrista y cristiana ideada por Luigi Sturzo a finales del XIX y principios del XX, base ideológica del Partido Popular italiano y, más tarde, de los democristianos italianos que marcaron la política del país desde la Segunda Guerra Mundial.

Libertad. Orden. Tradición. Ante la extrema derecha. Ante las veleidades neoconservadoras en la familia popular.

Una triada para hacer frente a los “miedos y temores de la gente”, descrito por Tusk, exprimer ministro polaco y presidente del Consejo Europeo saliente, como “el principal desafío del momento”. Y, ese desafío, debe encararse con “el partido de la responsabilidad”, como ha descrito Michel Barnier, el negociador jefe de la UE para el Brexit, al Partido Popular Europeo.

Libertad, frente a las amenazas al Estado de Derecho de países como Hungría, gobernados por un partido del PPE –aunque suspendido–, el Fidesz de Viktor Orbán; o los ultraconservadores polacos del PiS –aliados de Vox–, que han vuelto a llevarse un revés recientemente ante la Justicia europea por sus injerencias en el poder judicial–.

Pero la pulsión neoconservadora y patriótica populista frente a la más liberal existe: cuando el popular austriaco Sebastian Kurz gobernó Austria con la extrema derecha y se negó a firmar el Pacto de las Migraciones de la ONU, a imagen y semejanza de la Italia de Matteo Salvini. O como cuando la Forza Italia de Silvio Berlusconi se alió con la Alianza Nacional de Umberto Bossi y la propia Lega. O como cuando Pablo Casado ha pactado con Vox para gobernar Andalucía y Madrid.

La tentación está ahí. “Es la esencia de nuestro debate interno en el Partido Popular Europeo”, ha reconocido Tusk, quien al frente del Consejo Europeo se ha caracterizado por ser muy directo, hasta el punto de preguntarse por el lugar en el infierno para los precursores del Brexit.

“Me gustaría que terminemos lo más rápido posible con una conclusión obvia”, ha dicho Tusk: “No sacrificaremos valores como las libertades cívicas, el Estado de derecho y la decencia en la vida pública en aras de la seguridad y el orden, porque simplemente no hay necesidad. Porque no se excluyen entre sí. Quien no puede aceptarlo, de facto se sitúa fuera de nuestra familia política”.

“En un lado, están los partidos del populismo irresponsable; en otro, nuestro partido de la popularidad responsable”, ha dicho Tusk, quien ha elegido como número dos a quien lo era con Daul, el eurodiputado español Antonio López-Istúriz: “Después de cinco años estoy cansado de ser euroburócrata en jefe. Estoy listo para luchar. Y espero que vosotros también”.

Y también la retórica.

“No dejaremos que los nacionalistas y los populistas secuestren la definición de lo que es el modo de vida europeo”, ha dicho Ursula von der Leyen, presidenta electa de la Comisión Europea: “Es la libertad, el Estado de Derecho, respeto de la dignidad humana, igualdad, libertad, democracia. Siempre lo defenderemos”.

Y la debilidad es patente, y Tusk ha señalado el motivo: “El desafío más importante de nuestra familia política es, hoy, más que antes, el miedo, que juega un papel principal en la política. Aún mucha gente se preocupa por su seguridad más que por cualquier otra cosa. En momentos como la crisis migratoria y las olas terroristas, el miedo domina sobre cualquier emoción. 'Danos seguridad y certidumbre', es lo que llevo oyendo en Europa en los últimos años, y quien mejor responda a esa llamada, tendrá el apoyo del público”.

“En tiempos de incertidumbre”, ha dicho Tusk, “y es muy probable que no habrá otros tiempos, cuando todo cambia a nuestro derredor, la gente quiere certidumbre, que los gobernantes no les abandonen, que no les den la espalda. Si se quedan solos, mirarán a aquellos que les prometan cuidados y atención. El deseo de atención, 'miradnos', parecen decir, 'estamos aquí'. Todos estamos necesitados de atención, dignidad e importancia, y sentimos la necesidad de formar parte de una comunidad mayor. Por eso es fácil ganar los corazones de la gente para aquellos que gritan: levántate de tus rodillas [en alusión al primer ministro polaco Beata Szydlo]; haz tu país más grande [el lema de Trump]; retoma el control [el lema del Brexti]. En otras palabras, aquellos que tocan la melodía adecuada, la melodía de la dignidad, ganará los votos de la gente. Y quien rechace de su vocabulario político y escala de valores términos como homeland, Heimat, domovina, patria, ojczyzna, tendrán difícil encarar la tarea crucial de dar a la gente seguridad y certidumbre. Bajo ninguna circunstancia debemos abdicar de esta tarea. Está en nuestros genes”.

¿Y cómo hacerlo? Tusk intenta marcar líneas rojas, aunque luego el día a día de la política nacional se difuminan: “Bajo ninguna circunstancia podemos regalar el marco de la seguridad y el orden a los populistas, manipuladores y autócratas, que llevan a las personas a creer que la libertad no puede conciliarse con la seguridad. Que proteger nuestras fronteras y territorio no puede conciliarse con la democracia liberal y el Estado de derecho”.

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