Paula White, el último fichaje de la Casa Blanca: “Decir no al presidente Trump es decir no a Dios”

Septiembre de 2015. En el despacho que tiene el multimillonario Donald Trump en lo alto del rascacielos que lleva su nombre, se da una imagen entre insólita y cómica: un grupo de líderes religiosos de diverso pelaje impone sus manos sobre él y reza por su victoria.

Entonces casi nadie creía que pudiera llegar a presidente, pero la popular telepredicadora Paula White, que lleva años dándole consejo espiritual, apuesta por él. Cuatro años y una victoria electoral después, hoy ella trabaja en la Casa Blanca. El presidente la ha nombrado responsable de las relaciones con los grupos religiosos. No podía negarse, después de todo ha sido ella misma quien ha declarado que “decir que no al presidente Trump es decir que no a Dios”.

No es ni mucho menos el primer presidente que recurre al consejo de un predicador mediático, pero en el caso de Trump y Paula White sí que parece que son dos personajes destinados a entenderse. Los dos son ídolos para los que defienden una “familia tradicional”, a pesar de que ambos se han casado tres veces y arrastran varias acusaciones de infidelidad.

Además, los dos lograron el éxito y la fama en la televisión después de llevar carreras cuestionables. Y, por supuesto, a los dos les encanta el dinero y el despilfarro: si Donald Trump ha pasado media vida presumiendo de su riqueza, su hoy asesora Paula White viajaba de acá para allá en su jet privado pocos meses antes de mandar a la quiebra a una megaiglesia que ingresaba 35 millones de euros al año.

Trump y White están de acuerdo en que el dinero es algo maravilloso de lo que hay que presumir y nunca avergonzarse. La telepredicadora es una conocida impulsora del “evangelio de la prosperidad”, una rama del cristianismo estadounidense que se olvida de la parte de la Biblia que da caña a los ricos y reclama ayudar a los pobres, difundiendo en su lugar que la riqueza material es una bendición que Dios reserva a sus fieles. Y más importante aún: que todo lo que dones a tu iglesia te será devuelto con creces por el Altísimo en forma de éxito profesional, a modo de recompensa. Un modelo de negocio excelente para una megaiglesia como la de Paula White.

La predicadora, que es blanca, es particularmente popular entre ciertas comunidades afroamericanas donde funciona muy bien su mensaje de imperfección: explica que ella misma tuvo un hijo fuera del matrimonio, se divorció dos veces, tuvo problemas de adicción... pero que Dios la puso en el buen camino.

Ha sido consejera espiritual de estrellas del deporte o de la música como el fallecido Michael Jackson y ha vendido millones de libros de autoayuda. Pero sin duda el fichaje más interesante de su carrera lo hizo cuando a principios de los 2000 le dijo al futuro presidente Donald Trump: “No quiero tu dinero, ni tu fama. Quiero tu alma”.

Paula White presume de haber llevado a Trump a la fe y, con él como presidente, su influencia no ha hecho sino crecer. Desde que pronunció una de las oraciones en su toma de posesión, hace casi tres años, ha visitado constantemente Washington para asesorar a Trump y ahora se ha ganado un puesto permanente en la Casa Blanca para mantener las buenas relaciones con los votantes evangélicos, claves para su reelección.

Toda una recuperación de prestigio para una persona que hace apenas cinco años mandó a la quiebra a su iglesia (la abandonó poco antes) y que ha sido investigada por el Senado por quedarse dinero de las donaciones de los fieles para uso personal.

Ahora que está en política, Paula White dice que su tarea no es juzgar moralmente las decisiones del presidente, pero tampoco duda en defenderlas. Ante sus medidas racistas ha aclarado que “Jesucristo no rompió ninguna ley de inmigración cuando huyó a Egipto” de niño y también ha rezado para pedir que “se rompa cada red demoníaca que se ha alineado contra los propósitos del presidente Trump, que caiga en nombre de Jesús”.

 

Se ve que tiene gran fe en sus conexiones celestiales porque ha declarado: “Cuando yo entro en la Casa Blanca, Dios entra en la Casa Blanca”. Ahora que va a ir a trabajar allí a diario, aunque sea sin sueldo, suponemos que la presencia divina en el despacho de Trump será permanente, pero... ¿Dios no estaba en todas partes?