El periodista que destapó las mentiras de la guerra de Afganistán: “EEUU sabía que los talibanes tomarían el poder”
En 2016, con Donald Trump en campaña, el reportero de investigación de The Washington Post Craig Whitlock recibió una pista de una fuente. “La información decía que un general estadounidense retirado que se estaba haciendo famoso por hacer campaña a favor de Trump había sido entrevistado por una desconocida agencia gubernamental que estudiaba lo que había salido mal en Afganistán y en ella contaba todos los errores cometidos”, recuerda. Aquel general era Michael Flynn, que posteriormente se convirtió en asesor de Seguridad Nacional del presidente.
“Sonaba interesante” y Whitlock solicitó una transcripción de la entrevista a través de transparencia. El Gobierno se resistió y “el Washington Post tuvo que demandar en los tribunales al Ejecutivo bajo la Ley de Registros Públicos”. En ese proceso, el periodista se enteró de que aquella agencia había entrevistado a centenares de personas que dirigieron y participaron en la guerra y el periódico volvió a los tribunales para obtener acceso a todos esos documentos. Ganaron y recibieron 2.000 páginas de material inédito sobre la guerra. Creyendo que sus observaciones no se harían públicas nunca, estos funcionarios habían hablado sin tapujos.
“Admitieron que no sabían lo que estaban haciendo en Afganistán, que no tenían una estrategia y que prácticamente toda la guerra, de principio a fin, había sido un desastre”, dice. “Esto era completamente opuesto a lo que esta misma gente estaba diciendo en público bajo las presidencias de Bush, Obama y Trump”. En uno de esos documentos, el secretario de Defensa en 2002, Donald Rumsfeld, decía: “No sé quiénes son los malos en Afganistán”. Ahora Whitlock ha convertido su exclusiva en el libro 'Los papeles de Afganistán', publicado en castellano por Crítica y a la venta desde el 26 de enero.
¿Cómo es posible que en 20 años de guerra nadie del Gobierno o del Ejército alzase la voz sobre lo que realmente estaba ocurriendo en Afganistán?
Es una buena pregunta. Hubo un general que levantó un poco la voz, David McKiernan, comandante de las tropas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán en 2008 y 2009. Era el último año del mandato del presidente Bush y el primero de Obama y McKiernan fue el primer general que dijo públicamente que las cosas iban en la dirección equivocada.
Eran críticas bastante suaves. Solo estaba diciendo lo obvio, pero lo que sucedió es que fue despedido en mayo de 2009. Para dar una idea de lo inusual que es esto, McKiernan fue el primer general al mando de una misión en el ejército estadounidense en ser despedido desde la Guerra de Corea, cuando el general Douglas MacArthur fue destituido por el presidente Harry Truman por insubordinación.
El secretario de Defensa no fue capaz de dar una explicación clara de los motivos. Sin embargo, en los documentos que obtuve para el libro había entrevistas con oficiales que estaban en Kabul en ese momento y dijeron que McKiernan sabía que esto iba a suceder y les dijo que había hecho demasiado buen trabajo diciendo la verdad sobre lo que estaba pasando en Afganistán.
Así que no se permitía en absoluto la crítica
No estaba permitido. ¿Por qué no pudieron Bush, Obama, Trump o incluso Biden dar una evaluación clara de lo que estaba pasando en Afganistán? La razón es que esta guerra, a diferencia de la guerra en Irak o Vietnam, fue ampliamente apoyada por el pueblo estadounidense en 2001. En todo el mundo se vio como una guerra justificada en respuesta a los ataques terroristas de Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001.
En los primeros seis meses el pueblo estadounidense pensó que habíamos ganado esta guerra. Los talibanes habían sido expulsados del poder y Al Qaeda había desaparecido, había sido derrotada y sus líderes habían muerto o huido. A partir de ese momento es políticamente muy difícil para un presidente, tal vez incluso imposible, admitir que están perdiendo lentamente una guerra que el pueblo pensaba que ya había ganado y que consideraba justificada.
¿Mintieron a sabiendas?
Sí. Los tres presidentes lo hicieron. Por ejemplo, el presidente Obama a finales de 2014 anunció que la misión de la OTAN estaba llegando a su fin y dijo que las tropas de Estados Unidos y de la OTAN ya no participarían en operaciones de combate, sino que solo permanecerían como asesores y entrenadores.
No era cierto. Las tropas estadounidenses y de la OTAN sabían que seguirían participando en el combate. Muchos soldados murieron luchando y el Pentágono les concedió condecoraciones. Sin embargo, Obama y la Casa Blanca seguían insistiendo en que la misión de combate había terminado, aunque sabían que no era cierto. Esa fue una de las mayores mentiras: intentaron vender que la guerra había terminado porque ya no era popular en términos políticos.
Pero tratar de ocultar esto estaba condenado al fracaso, ¿no?
Así es. Y te daré un ejemplo de lo absurdo que se volvió todo. Hacia el final del mandato de Obama y durante la presidencia de Trump hay un esfuerzo tan grande de esconder lo que estaba pasando que era más fácil para los periodistas conseguir entrevistas con los talibanes o ir incrustados en sus fuerzas que tener acceso a las fuerzas estadounidenses o de la OTAN. La Casa Blanca no quería que el pueblo supiera lo que estaba pasando.
¿Compraron los medios estadounidenses el discurso oficial de la guerra?
Creo que a diferencia de Irak, los medios de comunicación hicieron un trabajo bastante bueno en Afganistán. Adoptaron una posición más escéptica. Se ha informado mucho de la falta de formación de la policía y ejército afganos, de los problemas de corrupción en el Gobierno, etc. pero es muy difícil como periodista decir que las cosas no están yendo bien cuando la Casa Blanca y el Pentágono insisten en que las cosas van bien y te contradicen constantemente.
Lo importante de estos documentos, precisamente, es que en ellos la gente que dirigía la guerra admite que no habían dicho la verdad y que las cosas iban mucho peor de lo que decían públicamente.
La gente en EEUU todavía se pregunta cómo pudieron los talibanes, una fuerza rudimentaria y mal equipada, ganar una guerra contra el ejército más poderoso del mundo y la alianza de la OTAN. En muchos sentidos, este libro explica exactamente cómo sucedió.
¿Fue una sorpresa para las autoridades de EEUU la vuelta de los talibanes al poder?
Creo que fue una sorpresa la rapidez con la que se hicieron con el control. El Gobierno estadounidense no tenía mucha fe en el Gobierno de Ashraf Ghani y sabían que era cuestión de tiempo que los talibanes tomaran el poder, pero está claro que subestimaron la rapidez con la que los talibanes podían hacerlo. Ni EEUU ni sus aliados estaban preparados para esto. Estados Unidos seguía sin entender muy bien la sociedad, la política y la cultura afganas.
¿Qué opina del acuerdo de Trump con los talibanes?
En ese momento ya era tarde y Trump no tenía muchas opciones. Podía quedarse indefinidamente, como le aconsejaban algunos de sus generales, pero no creo que eso fuera a funcionar porque los talibanes se estaban haciendo cada vez más fuertes y el Gobierno afgano se estaba debilitando.
Era inevitable para Trump intentar negociar con los talibanes, pero los talibanes sabían que tenían impulso, que el tiempo corría a su favor y no estaban interesados en negociar con un Gobierno afgano corrupto. Todo lo que tenían que hacer era esperar a que los americanos y la OTAN se fueran.
Ahora bien, se puede criticar la forma en que Trump lo hizo. Fue muy errático y poco coherente con sus políticas en Afganistán. Pero en ese momento era demasiado tarde para ganar la guerra y todo lo que podían hacer era tratar de salir de allí en algún tipo de situación para salvar su imagen. El momento crucial ocurrió años antes, en 2001, cuando Estados Unidos y la OTAN perdieron la oportunidad de incorporar a los talibanes al sistema político de Afganistán.
Al anunciar la retirada, el presidente Biden dijo que EEUU “no debería estar luchando y muriendo en una guerra que las fuerzas afganas no están dispuestas a luchar”.
Biden apoyó la guerra en Afganistán durante los primeros años y luego se dio cuenta de que Estados Unidos no podía reinventar o transformar la sociedad afgana y que nuestro enfoque estaba condenado al fracaso y cuando llegó a la Casa Blanca como presidente reconoció que quería salir. La forma en que salió, por supuesto, es otro tema, pero creo que fue el primer presidente de los cuatro que estaba completamente decidido a salir como fuera.
¿Afectó la guerra de Irak a la guerra en Afganistán?
La Administración Bush había hecho esta falsa suposición de que había ganado la guerra en Afganistán y cambiaron todo su enfoque, atención y recursos a Irak incluso antes de la invasión en 2003. El ejército estadounidense dejó de prestar atención a Afganistán.
En un caso extraído de un memorando escrito por el exsecretario de Defensa Donald Rumsfeld. Este propuso a Bush en 2002 reunirse con dos generales. Uno de ellos preparaba la guerra en Irak y el otro estaba al mando de todas las fuerzas estadounidenses en Afganistán. Bush aceptó reunirse con el primero, pero dijo que no necesitaba verse con el segundo. Durante todo ese tiempo, los talibanes comenzaron lentamente a ganar fuerza y a construir la insurgencia, pero cuando EEUU y la Administración Bush volvieron a prestar atención, era demasiado tarde.
Después de 20 años de guerra y viendo la situación actual, ¿mereció la pena?
No. El objetivo más importante de EEUU era intentar expulsar a Al Qaeda de Afganistán. Ese objetivo se alcanzó realmente en los primeros seis meses. Diez años después, en 2011, Osama bin Laden fue asesinado. Pero nada de lo ocurrido desde entonces ha sido un éxito. Nada desde la muerte de Bin Laden valió la pena. Hubo algunas mejoras en la sociedad afgana, pero todo eso se ha perdido con la toma de los talibanes.
¿Cuál es su opinión sobre la política de EEUU respecto a la tensión actual con Rusia?
La Administración Biden, a diferencia de la Administración Trump, ha visto la importancia de obtener un consenso dentro de la OTAN para tratar con Rusia. Y aquí hay una conexión con Afganistán. Durante la evacuación de Afganistán, muchos aliados de la OTAN no estaban contentos con la forma en que Biden gestionó la crisis y pensaron que la coordinación y comunicación fueron muy pobres. Biden ha aprendido la lección en ese sentido y ha estado haciendo un trabajo mucho mejor respecto a Rusia y Ucrania que en Afganistán.
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