A puerta cerrada, cerca y a gritos: el ocio nocturno desencadena brotes en todo el mundo
Los brotes de COVID-19 relacionados con la vida nocturna aparecidos en varios puntos de España no son una excepción. Uno de los primeros avisos sobre el potencial de infección de espacios cerrados y con frecuencia abarrotados como los bares y discotecas en plena desescalada llegó en mayo desde Corea del Sur, uno de los países más elogiados en su respuesta al coronavirus. En la actualidad, los casos relacionados con el ocio nocturno hacen tambalear la gestión de la crisis sanitaria en Tokio, dejaron cientos de personas en cuarentena en Suiza, se repiten a lo largo y ancho de EE UU y también preocupan en Canadá.
“Cualquiera que haya estado en una discoteca sabe cuán cerca se puede estar de los demás y si el virus está presente entonces aprovechará esa oportunidad para pasar entre las personas”, dijo a principios de este mes María Van Kerkhove, epidemióloga y líder técnica de la respuesta de la OMS a la pandemia, quien subrayó la importancia de respetar las medidas de higiene y distancia física en todo momento, así como la necesidad de encontrar rápidamente los casos cuando el contagio de produce en una de estas instalaciones para evitar que el brote se descontrole.
“Nuestros comportamientos facilitarán la transmisión de la enfermedad o la mitigarán. En un contexto de clubes nocturnos, grandes reuniones donde las inhibiciones sociales de la gente... donde la gente, incluso si es asintomática, puede estar gritando, cantando y eso produce sus propios problemas”, continuó su compañero Mike Ryan, que aseguró que las reuniones masivas y los lugares concurridos son contextos “realmente importantes” y específicos que pueden conducir a niveles más altos de transmisión.
Casi 250 contagios en una zona de ocio nocturno de Corea del Sur
Corea del Sur llevaba semanas siendo ese país modélico al que otros se asomaban para encontrar respuestas sobre cómo domar el coronavirus de manera rápida y efectiva. Pero, en mayo, se convirtió también en un ejemplo de los riesgos que implica levantar las restricciones cuando varios países iniciaban su desescalada. La preocupación, precisamente, giró en torno a un popular barrio repleto de bares, restaurantes y discotecas de Seúl. Con la curva de nuevos contagios estancadas, los locales de ocio nocturno que habían sido cerrados comenzaron a reabrir el 30 de abril, de cara a las vacaciones de la 'Semana Dorada'. Ciudadanos de todo el país visitaron durante estos días el área de Itaewon, en el centro de la capital, que se caracteriza por su diversidad y por varios clubes conocidos.
Las alarmas se encendieron cuando un hombre de 29 años dio positivo en la prueba de COVID-19 tras haber visitado cinco locales de la zona entre el 1 y 2 de mayo, informaron los medios surcoreanos. Era la primera infección local registrada en varios días. Desde el 6 de mayo, se confirmaron varios casos entre personas que habían visitado clubes nocturnos en Itaewon durante las vacaciones, que acabaron desencadenando transmisión local en otras partes del país. Tres días después, las autoridades anunciaron el cierre de todos los clubes nocturnos de la capital para limitar la propagación y controlar la fuente del brote.
“Incluso durante la fase de estabilización, situaciones similares pueden surgir nuevamente en cualquier momento, en cualquier lugar, en un espacio cerrado y lleno de gente. No termina hasta que termina”, dijo el presidente del país.
Para responder a los casos ligados con Itaewon, se hizo seguimiento de contactos de personas que habían visitado cualquiera de los cinco clubes nocturnos principales del área durante el 30 de abril al 6 de mayo. Las autoridades localizaron a 5.517 personas a través de datos de ubicación de teléfonos móviles, los registros de tarjetas de crédito y las listas de visitantes de los locales, según explica junto a varios autores Cho Ryok Kang, experta en salud pública del Gobierno de Seúl en este artículo publicado por los CDC de EEUU. A 1.257 se les vigiló activamente. Otras 57.536 personas más que habían pasado más de 30 minutos en las cercanías de los clubes, recibieron mensajes de texto alentándolas a someterse a pruebas.
La respuesta, no obstante, se encontró con un escollo: los medios locales informaron de que los lugares en el epicentro del brote eran clubes nocturnos frecuentados por la comunidad LGTB, lo que disparó los ataques homófobos y, con ellos, el miedo de que las personas pertenecientes al colectivo no se hicieran las pruebas por miedo a que se revelara su orientación sexual. Por esta razón, se pusieron en marcha pruebas anónimas, para las que la única información que los pacientes debían proporcionar era su número de teléfono para fines de contacto.
Las autoridades desplegaron una campaña de test a gran escala. Se efectuaron un total de 35.827 pruebas a visitantes de clubes nocturnos, 5.785 a contactos de pacientes vinculados a Itaewon y otras 1.627 a personas anónimas. A 25 de mayo, 246 personas asociadas con la reapertura de estos locales dieron positivo: el 39% (96) de ellos fueron casos primarios y el 61% (150) fueron secundarios. La prevalencia de positivos fue mayor entre los contactos de quienes estuvieron en los locales que entre los propios visitantes. El de Itaewon fue el primer gran repunte en las infecciones en Corea del Sur tras controlar el virus y, desde entonces, la capital ha seguido lidiando con brotes sucesivos en lugares como centros de distribución o instalaciones religiosas. En total, se identificaron casos relacionados con el brote de Itaewon en nueve lugares de trabajo diferentes (varias compañías, la base del ejército y un hospital) y seis instalaciones como pubs, karaokes y un gimnasio, así como siete casos de transmisión familiar.
El 'barrio rojo' de Tokio, en el punto de mira
La respuesta de Tokio al virus se tambalea por brotes recientes relacionados en numerosos clubes de entretenimiento nocturno en zonas muy frecuentadas de la ciudad. En cuatro de los seis últimos días se han registrado nuevas infecciones diarias que superan las 200, una cifra relativamente baja si se compara con otros países, pero que se mantienen en niveles récord para la capital japonesa. Se trata de un aumento considerable desde que el Gobierno levantó el estado de emergencia a nivel nacional en mayo y alivió las restricciones a las actividades comerciales y sociales a partir de entonces. El pasado 15 de julio, la gobernadora de la ciudad elevó su alerta al nivel “rojo”, el más alto, alarmada por el número de contagios diarios y describió la situación como “bastante severa”. La mayoría de los infectados actualmente, informa Reuters, tienen entre 20 y 30 años con síntomas leves o no muestran síntomas, lo que dificulta el rastreo de la COVID-19.
Muchos grupos de casos están relacionados con zonas de ocio nocturna populares, principalmente concentrados en el distrito de Kabukicho, el 'barrio rojo' de la capital, cuyas estrechas calles se llenan al caer la noche, una vez finalizada la jornada laboral, de transeúntes en busca de karaokes, itabernas y establecimientos como los cabarés, los “hostess bars”, “girls bars” o “kyabakura”, que tratan de captar clientes en plena calle. En ellos se vende la compañía de hombres y mujeres jóvenes conocidos como “hosts” o “hostess” a cambio del precio de entrada y del coste de las bebidas compartidas. En teoría, informa EFE, estos negocios son lícitos. Sin embargo, hay locales en los que se ejerce de forma clandestina la prostitución –prohibida en el país– y que en algunos casos explotan además a trabajadores inmigrantes en situación irregular.
Estos locales han provocado enfado en Japón porque son percibidos como un semillero de infecciones, ya que se trata de lugares cerrados y abarrotados en los que la gente mantiene un contacto cercano. No obstante, también hay quienes cuestionan que las autoridades están fracasando a la hora de rastrear y contener la enfermedad. Tras la proliferación de contagios relacionados con Kabukicho, el Gobierno de Tokio decidió hacer test PCR a gran escala entre los trabajadores de zonas de ocio nocturno al considerarlas de alto riesgo, algo que no se aplica otras áreas ni entre otros colectivos profesionales. Además, hace unos días se conoció que las autoridades de la ciudad, que no pueden forzar legalmente los cierres, pagarán 500.000 yenes (4.670 dólares) a los clubes nocturno que cierren durante 10 días o más, de acuerdo con The Guardian. Según informa la prensa japonesa, ahora se cree que las infecciones ocurridas en las áreas de vida nocturna de Tokio se están extendiendo a otros lugares como escuelas y oficinas.
300 personas en cuarentena tras una noche de discoteca en Zúrich
A finales de junio, las autoridades sanitarias de Zúrich, anunciaron que 300 personas que estuvieron el día 21 en una fiesta en una discoteca llamada 'Club Flamingo', entre ellos trabajadores, iban a ser sometidos a una cuarentena de 10 días después de que uno de los asistentes aquella noche diera positivo en coronavirus, así como otros cinco que estuvieron allí con él. El objetivo, explicaron, era interrumpir las cadenas de infección para evitar que el virus continuara propagándose en lo que se consideró el primer episodio de “superpropagación” del cantón suizo. Dieron con ellos después de que el club proporcionara la lista con los datos de los asistentes a los rastreadores de contactos.
“Este incidente muestra lo importante que es respetar las reglas de distancia e higiene y asumir la responsabilidad personal”, dijeron entonces las autoridades en un comunicado, que pidieron a la población de Zúrich que tuvieran cuidado a la hora de asistir a eventos y evitaran las multitudes, así como usar mascarillas si no se puede mantener las distancias. “En caso de que se produzcan más eventos de superpropagación, se debe considerar el cierre de los clubes”, apostillaron.
En aquel momento, al igual que otros países europeos que han suavizado las restricciones, Suiza estaba viendo un aumento en las nuevas infecciones de coronavirus. De contabilizar una media semanal de nuevos contagios de alrededor de 20 a finales de mayo ha pasado a registrar cerca de un centenar infecciones diarias. La reapertura de las discotecas fue autorizada en junio, pero están obligadas a registrar a sus clientes.
Brotes en fiestas a lo largo de EEUU
El patrón también se ha repetido en Estados Unidos, donde los bares se han convertido en una fuente común de brotes de COVID-19 a lo largo del país, que no para de batir récords en la pandemia. Como recogía el New York Times a finales del mes pasado, al menos 100 personas dieron positivo en la prueba del virus después de visitar bares de un distrito muy popular de Louisiana para los estudiantes de la Universidad Estatal. En Idaho, se cerraron varios bares después un grupos de infecciones entre jóvenes que habían visitado algunos de ellos. En Florida, un grupo de 16 amigos se reunieron en un pub para celebrar un cumpleaños y en pocos días los 16 dieron positivo en COVID-19, así como varias jugadoras de un equipo de fútbol femenino se contagiaron tras haber estado en discotecas de la zona.
“Salvo quizás un hospital con pacientes enfermos, no podría imaginarme muchos lugares más arriesgados que un bar interior superabarrotado con mala ventilación y cientos de personas”, aseguró Asaf Bitton, de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, al medio estadounidense. Arizona tuvo que revertir abruptamente el rumbo hacia la reapertura de su economía a medida que los casos de coronavirus aumentaron, ordenando de nuevo el cierre de bares y clubes nocturnos, entre otros lugares.
Preocupación en Canadá
En la vecina Canadá, las autoridades también han mostrado su preocupación por las fiestas como foco de infección. El Subdirector de Salud Pública dijo hace unos días que el reciente aumento de los casos de COVID-19 entre los jóvenes coincide con el aumento de las informaciones de personas que se infectan con el virus en fiestas, discotecas y bares.
El experto pidió a la población que encontrara “formas creativas” de socializar y advirtió de los riesgos de frecuentar el interior de estos locales. “Cantar, mezclarse y bailar en estrecho contacto con los demás, en espacios cerrados y lugares concurridos no es la manera de divertirse este verano”, dijo, según recoge la prensa local. Mientras que Canadá tuvo un promedio diario de 300 casos de COVID-19 a principios de julio, tal cifra subió a una media de 350 por día durante la semana pasada. Por ejemplo, ha habido contagios relacionados con al menos una decena de bares de Montreal en los últimos días.
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