¿Por qué toda la atención está puesta en una gran ofensiva israelí sobre Rafah, cuando hay pocas señales de que ocurra en los próximos días?, se pregunta el periodista Anshel Pfeffer en un análisis publicado en el diario israelí Haaretz. “Porque Netanyahu ha estado hablando de ello”, afirma. Según Pfeffer, “la repentina ráfaga de amenazas relacionadas con Rafah tiene poco que ver con la realidad sobre el terreno y mucho con el intento de Netanyahu de reforzar su última serie de mensajes a los israelíes”.
El escritor, autor de una de las últimas biografías sobre el primer ministro que más tiempo ha estado en el cargo en los 75 años de historia de Israel (La turbulenta vida y época de Benjamín Netanyahu), sostiene que el líder del Likud persigue presentarse a la opinión pública israelí como el único político capaz de acabar con Hamás frente a sus dos rivales políticos más directos –y miembros del actual gabinete de guerra formado por Netanyahu–: el exministro de Defensa, Benny Gantz, y el exjefe del Estado Mayor, Gadi Eisenkot, ambos del partido de centro derecha Unidad Nacional.
Las últimas encuestas dan a esa formación una ventaja de casi 20 escaños frente al Likud, de celebrarse hoy las elecciones en Israel. En ese contexto, Netanyahu vería en el anuncio de una ofensiva final contra Rafah una forma de mostrar que sus adversarios son “demasiado vacilantes, demasiado derrotistas, demasiado concentrados en un acuerdo de rehenes 'débil' para continuar la guerra hasta lograr esa 'victoria total'”, escribe Pfeffer.
Pero Gantz también ha jugado la carta de Rafah y, el pasado domingo, anunció que el Ejército está dispuesto a entrar en la ciudad si cuando comience el mes sagrado de Ramadán en unas dos semanas Hamás no ha liberado aún a los alrededor de 130 secuestrados que permanecen en manos de las milicias en la Franja. El militar devolvía así a Netanyahu su desplante de la semana pasada, cuando el primer ministro ni siquiera consultó a los miembros del gabinete de guerra antes de retirarse de las últimas negociaciones indirectas para lograr un nuevo acuerdo para la liberación de los rehenes a cambio de unos 1.500 presos palestinos, tal y como pide Hamás –además de un alto el fuego total y la salida de las tropas israelíes de Gaza–.
Falta de confianza en Netanyahu, según las encuestas
Netanyahu ha definido esas demandas como “delirantes” y ha prometido una “victoria total” en Gaza, como le exigen los miembros más extremistas de su Gobierno. “Las encuestas muestran que eso es lo que los israelíes quieren”, señala al respecto Anshel Pfeffer, pero “también muestran que no confían en que Netanyahu lo logre. Cuatro meses después de esta guerra, eso aún no ha cambiado”. “No hay señales de que los israelíes encuentren esto más convincente, pero Netanyahu persistirá con la retórica de Rafah hasta que encuentre un nuevo giro en su narrativa”, concluye.
Una encuesta publicada este miércoles por el Instituto Para la Democracia de Israel señala que pocos ciudadanos se muestran optimistas respecto a la posibilidad de lograr “una victoria absoluta”: poco más de la mitad de los judíos encuestados y el 77,5 % de los árabes manifestaron que existen bajas probabilidades.
Las declaraciones realizadas por el jefe del Estado Mayor del Ejército, Herzi Halevi, sustentan la hipótesis del columnista, ya que Rafah no parece ser la prioridad de los líderes militares. En un encuentro con comandantes reservistas en el frente norte, en la frontera con Líbano, aseguró que el trabajo de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) es “pensar en la preparación para la guerra”. “Ahora nos concentramos en prepararnos para la guerra en el norte”, donde el Ejército se está intercambiando fuego a diario con los combatientes del grupo chií Hizbulá.
Mientras tanto el descontento crece en las calles de Israel. A las manifestaciones semanales organizadas por el Foro de Rehenes y Familias Desaparecidas junto a la Kirya (Ministerio de Defensa) en Tel Aviv, se unieron este sábado miles de personas que protestaron en distintos puntos del país. Entre ellas, las que tuvieron lugar frente a la residencia del primer ministro o del presidente de Israel en Jerusalén.
En Tel Aviv, miles de personas desafiaron la prohibición policial de organizar manifestaciones antigubernamentales saliendo a la calle Kaplan donde, a pesar de la represión, no se veía tal número de asistentes desde que el año pasado centenares de miles de israelíes protestaran cada semana, durante meses, contra la polémica reforma judicial impulsada por el Gobierno más derechista de la historia de Israel.
“Durante tus años como primer ministro te despreocupaste de la periferia y de los pueblos de la frontera (con Gaza) mientras mantenías a Hamás. El 7 de octubre nos abandonaste a nuestro destino”, gritaba Ron Besin, residente del Kibutz Zikim, una de las comunidades atacadas por los milicianos de Hamás ese día, en las protestas del pasado sábado en Jerusalén, según Haaretz.
“Netanyahu nos ha llevado al límite, a un lugar en el que no deberíamos estar. Debería asumir la responsabilidad de lo que pasó y tomar decisiones. Yo renunciaría si fuera él”, señaló desde Haifa Arnon Bar-David, presidente de la federación sindical Histadrut –que reúne a los sindicatos más importantes de Israel–. “Sería un error celebrar elecciones ahora, cuando la guerra continúa”, continuó, “pero el país no puede seguir así, el Estado de Israel necesita un reinicio. Todo el mundo quiere que nuevas personas entren en política”, remarcó el sindicalista, advirtiendo de que la federación que lidera podría unirse a las protestas contra el Gobierno que están brotando por todo el territorio.
Moody's y el rapapolvo a la gestión económica del gobierno
Sin embargo, con un conflicto aún en curso en Gaza, otro en ciernes en la frontera norte y con el descontento creciente de una sociedad marcada por años de políticas colonialistas y neoliberales, el frente económico no parece ser el que más preocupa a Netanyahu, a pesar del último varapalo llegado desde la agencia de calificación de riesgo Moody's.
La agencia norteamericana rebajó –por primera vez desde que comenzase a evaluar la economía del país en 1998– el rating de Israel de A1 a A2, con perspectiva “negativa” debido a la inestabilidad generada por la guerra en Gaza y a los temores a una escalada del conflicto con Hizbulá en el Líbano, según la versión de la noticia más reproducida en los medios israelíes. Ese anuncio podría dar lugar a una subida de los tipos de interés o al debilitamiento del shékel, la moneda nacional.
Sin embargo, tanto Netanyahu como su ministro de Finanzas, el extremista Bezalel Smotrich, se apresuraron a quitarle importancia y arremeter contra el anuncio de Moody's. “La rebaja de la calificación no tiene que ver con la economía. Se debe solo a que estamos en guerra. Volverá a subir en cuanto la ganemos. Y la ganaremos”, señaló el primer ministro en un comunicado. Smotrich fue más allá al afirmar que la rebaja de la calificación “refleja una falta de confianza en la seguridad y la fortaleza nacional de Israel, y también una falta de confianza en la rectitud del camino de Israel contra sus enemigos”.
“No hay duda de que la guerra impone una pesada carga económica al país, pero cualquiera que haya leído a fondo el informe se habrá dado cuenta de que la propia Moody's dice que el regreso de la calificación a su nivel anterior no depende sólo del fin de la guerra, sino de la política económica del Gobierno”, apunta Erez Shahar, director del fondo de capital riesgo israelí Qumra Capital, centrado en el relanzamiento de empresas tecnológicas.
Para este licenciado en Matemáticas y Computación, Israel no puede permitirse tener una economía débil. “Nuestra resiliencia militar depende de la económica. Netanyahu y su Gobierno están apostando por una economía basada en los intereses políticos de su coalición y así como descuidaron a los israelíes el 7 de octubre, hoy también les descuidan financieramente”, sostiene Shahar en declaraciones a elDiario.es, que define la política económica actual como “despilfarradora”.
En ese sentido, Moody's, que también señala en su informe las fortalezas históricas de la economía israelí (diversificada, con liquidez o con un banco central capaz de estabilizar rápidamente los mercados financieros), espera que el gasto en defensa de Israel sea, a finales de este año, casi el doble que en 2022 y que éste siga aumentando al menos un 0,5% del PIB en los años siguientes.
Según los datos publicados este lunes por la Oficina Central de Estadísticas de Israel, en los últimos tres meses de 2023 el producto interior bruto israelí se desplomó un 19,4% en comparación con el trimestre anterior. Además, el consumo privado cayó un 26.9% desde el 7 de octubre y la inversión fija de las empresas un 67%. Sin embargo, la economía del país creció en 2023 un 2%, frente al 6,5% en 2022.
Un análisis publicado por Haaretz después de que se dieran a conocer los datos económicos de 2023 destaca que Israel cerró el año con un crecimiento del 2%, a pesar de esa bajada en el último trimestre, que no fue un trimestre “normal” ya que hubo “una masacre traumática, una lluvia de cohetes sobre el país, cientos de miles de reservistas que fueron llamados a filas y dejaron sus trabajos, y la evacuación masiva de civiles”.
Precisamente, más de 200.000 israelíes –de una población que no supera los 9.5 millones– se han dado de alta en el Instituto de la Seguridad Social, la mayoría fueron evacuados de la zona fronteriza con Líbano y de las localidades próximas a la Franja de Gaza, donde han estado cayendo proyectiles lanzados desde esos dos territorios. El Banco de Israel estima que el conflicto le costará al país alrededor de 255.000 millones de shekel (unos 65.000 millones de euros) hasta finales de 2025, equivalente a alrededor del 13% del PIB. Se prevé que la economía remonte en 2025, mientras que este año podría terminar con cerca de un 2% de crecimiento, dependiendo de cuánto duren las hostilidades y si éstas se extienden más allá de Gaza.