La reputación pragmática y negociadora del vicepresidente Cyril Ramaphosa convirtió este lunes a este antiguo sindicalista y activista antiapartheid, devenido en exitoso hombre de negocios, en el principal favorito para ser presidente de Sudáfrica a partir de 2019.
A sus 65 años, Ramaphosa se alzó como nuevo líder del Congreso Nacional Africano (CNA), el partido que ha ganado todas las elecciones generales celebradas desde la llegada de la democracia a la nación austral, en 1994.
Su designación le sitúa, por tanto, a la cabeza de la próxima carrera presidencial, aunque tendrá que esperar hasta 2019 a la espalda de Jacob Zuma.
Nacido en Soweto en 1952 en el antiguo gran gueto negro de Johannesburgo, Ramaphosa pertenece a la etnia zulú –mayoritaria en el país– y estudió Derecho en la Universidad del Norte. Su etapa de formación le llevó al activismo político, donde se alineó con los movimientos de conciencia negra.
En los setenta fue encarcelado en dos ocasiones: en 1974 y en 1976, acusado bajo las leyes de terrorismo que el gobierno segregacionista blanco usaba para hostigar a la mayoría negra. En los ochenta su vida se inclinó hacia el sindicalismo, lo que le llevó a cofundar el Sindicato Nacional de Mineros Negros (NUM), el más grande de Sudáfrica.
Desde su Secretaría General pelearía por la mejora de los salarios y las condiciones de los trabajadores y, en 1987, dirigió a los mineros sudafricanos en una de las huelgas más largas de la historia del país. A esa etapa se remonta su fama de estratega, que luego le convertiría en uno de los jóvenes políticos con más proyección del CNA.
Su elección en 1991 como secretario general del partido –en la primera reunión de la organización tras treinta años de proscripción– significó su salida del NUM para pasar a convertirse en una figura clave de las negociaciones del fin del apartheid.
Ramaphosa sonaba ya entre los candidatos a convertirse en el primer vicepresidente de la Sudáfrica democrática, bajo la Presidencia de Nelson Mandela (1994-1999), pero en aquella ocasión se quedó con las ganas.
Su carrera en los negocios
La labor que sí le fue encargada fue la de presidente de la Asamblea Constituyente que redactó la Carta Magna de la nueva Sudáfrica democrática y multirracial, aprobada en 1996.
Ese punto fue pivote para dar inicio a un nuevo capítulo de su vida: dejó su escaño de legislador para volcarse en los negocios, hasta acabar convertido en una destacada figura del capitalismo negro, presente en las listas de los más ricos del país.
Hasta 2012 no regresaría verdaderamente a la primera línea política, al ser elegido vicepresidente del CNA que lideraba el entonces ya jefe de Estado Jacob Zuma (en el poder desde 2009).
Por el medio había realizado otras labores de relevancia, como su participación en el desarme del IRA, y, en 2014, se convirtió finalmente en vicepresidente del Gobierno a las órdenes de Zuma, tras la victoria del CNA en las últimas elecciones generales celebradas hasta la fecha.
Sin embargo, sus miras no se quedaron ahí y pronto empezó a apuntar a la Presidencia, un deseo que pasaba, en primer lugar, por garantizarse el liderazgo del CNA a finales de este 2017.
Su campaña, enfrentada a la de la exesposa de su superior, la expresidenta de la Comisión de la Unión Africana (UA) Nkosazana Dlamini-Zuma, se fundamentó en la lucha contra la corrupción y la promesa de revitalizar de la sufrida economía sudafricana.
Los dos pilares señalaban directamente contra los puntos débiles de la Administración de su jefe, quien mantenía su respaldo del lado de Dlamini-Zuma y está implicado en numerosos escándalos de supuesta corrupción.
Preferido por los empresarios y clases medias, Ramaphosa se adjudicó finalmente hoy la victoria en el seno de un CNA muy dividido y pasa a ocupar un cargo que orgullosamente llevaron iconos de la historia sudafricana como Mandela, Oliver Tambo o Albert Lutuli.