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Pedro Sánchez quiere aprovechar el impulso del 28A para ganar posiciones en el reparto de puestos de la UE

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, con los primeros ministros de Países Bajos, Mark Rutte; Bélgica, Charles Michel; y Portugal, António Costa.

Andrés Gil

Enviado especial a Sibiu (Rumanía) —

Hace cinco años España apenas logró colocar al ex ministro Miguel Arias Cañete, quien sudó para ser comisario de Medio Ambiente tras haber omitido datos en su declaración de bienes y por sus múltiples negocios familiares. España se quedó sin ninguna presidencia –ni el Parlamento; ni el Consejo Europeo, ni el BCE, ni la Comisión–, pero tampoco ninguna presidencia.

En realidad, ni siquiera se esperaba conseguirla. El hecho de que el Gobierno en 2014 fuera del PP tampoco ayudaba, en tanto que era la principal familia política tras las elecciones, pero también en los gobiernos, con lo que había más con los que compartir. En cuanto al peso geopolítico, Francia, Alemania y Reino Unido estaban por delante. Y en cuanto al geográfico, Italia era el país potente del sur.

Ahora eso ha cambiado: Sánchez es el principal líder de la familia socialista tras la victoria del 28A –batacazo del PP incluido–, previsiblemente la segunda tras las elecciones europeas. Y el PSOE aspira a ser uno de los principales partidos socialdemócrata en el Parlamento Europeo, que ven abierto el panorama electoral por el concurso de los laboristas por el retraso del Brexit, el retroceso del PP y la suspensión de Viktor Orbán del PPE. Esos elementos sitúan a España en una posición interesante como cuota socialdemócrata tanto para la Comisión como para los cargos del Parlamento Europeo. Y más aún si el PPE contradice las encuestas y no termina ganando las elecciones.

Pero, además, España cuenta con una mejor posición geopolítica que hace cinco años –los socialdemócratas han encargado a Sánchez que sea el representante de los socialistas europeos en la negociación para el reparto institucional en la UE–, cuando se produjo el anterior reparto de cargos europeos: ahora, Reino Unido está de salida; e Italia, lejos de ser un país potente, es el considerado díscolo de la familia comunitaria: por estar gobernado por la extrema derecha de la Lega de Matteo Salvini; por haber echado un pulso a sus socios con los presupuestos hasta límites inusitados.

El resto de países grandes, en población y en economía, Francia y Alemania, también se encuentran con encrucijadas internas que pueden afectarles en las negociaciones europeas: Emmanuel Macron tiene en las elecciones europeas un importante examen para evaluar el desgaste interno agravado por las protestas de los chalecos amarillos; y Alemania tiene a una Angela Merkel que ha anunciado su retirada.

Sánchez cuenta, además, con otro aliado insospechado: la debilidad del spitzenkandidat alemán, que está llevando a los gobiernos a rearmarse de atribuciones para esquivar ese proceso y decidir ellos quién debe presidir la Comisión Europea.

“Sin duda España debe jugar un papel determinante como representación en la futura Comisión”, ha dicho el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a la llegada a la cumbre de Sibiu de la que se ha marchado precipitadamente por el empeoramiento de salud de Alfredo Pérez Rubalcaba: “Lo importante es que los socialdemócratas tengamos representación importante, y nosotros apostamos por el candidato Frans Timmermans. Estamos defendiendo a Frans, es lo que queremos todos”.

Sánchez ha hecho esta defensa de Timmermans al tiempo que en Bruselas circulan las sospechas de que ante un escenario de victoria socialdemócrata, el líder de los socialdemócratas europeos quisiera colocar como jefe de la Comisión Europea a su número 1 el 26 de mayo: Josep Borrell. Y es que, como han recordado la mayoría de los líderes europeos en Sibiu este jueves, los tratados europeos confieren la atribución de nominar al candidato de la Comisión al Consejo Europeo... Pero luego ha ser votado por la Eurocámara, y podría ocurrir que se encontraran mayorías alternativas a la clásica PPE-S&D que ha imperado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

De momento, en el Consejo informal de Sibiu (Rumanía), el Gobierno español ha querido tener un papel diplomático que no se había visto en los últimos meses: ha contribuido con un documento que se hace circular entre los Estados miembros –lo que se llama un non paper– con ideas y reflexiones sobre las que deben ser prioridades de la UE en los próximos años. “Hemos presentado un papel sobre la apuesta de la inteligencia artificial, cambio climático, empleo de calidad y la justicia social. Las políticas del Estado del Bienestar es fundamental. Es lo que vamos a defender, además de defender el multilateralismo puesto en cuestión por otros”, ha afirmado Sánchez.

Sánchez quiere aprovechar el impulso de la victoria del 28A, junto con el batacazo del PP de Pablo Casado, para ganar posiciones en el reparto de puestos de la Unión Europea que se abrirá en dos semanas, tras las elecciones europeas del 26 de mayo. De momento, este jueves ha mantenido un encuentro con los primeros ministros de Bélgica, Charles Michel; Países Bajos, Mark Rutte; y Portugal, António Costa –dos liberales y un socialista– en el que han hablado de la renovación de las instituciones europeas.

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