El Gobierno de Estados Unidos ha anunciado la imposición de nuevas sanciones a Rusia, al considerarla responsable de utilizar armas químicas contra el ex espía Sergei Skripal en el Reino Unido, lo que aumenta la tensión entre ambas potencias.
El Departamento de Estado informó este miércoles de que a partir del 22 de agosto entrará en efecto una batería de sanciones contra el Kremlin, en respuesta a los hechos ocurridos el pasado marzo; una medida que se le reclamaba al Ejecutivo del presidente, Donald Trump, desde hacía meses.
“La Federación Rusa ha empleado armas químicas o biológicas en violación del derecho internacional, o ha utilizado armas químicas o biológicas letales contra sus propios ciudadanos”, aseguró en un comunicado la portavoz del departamento, Heather Nauert.
En el escrito también precisó que Estados Unidos determinó hace dos días la responsabilidad de Moscú en el envenenamiento, que afectó al ex agente y su hija.
Un alto funcionario de la Administración estadounidense detalló en una conferencia telefónica que las sanciones implicarán entre otros aspectos la limitación de exportaciones de productos tecnológicos a Rusia, que podrían alcanzar un valor de “cientos de millones de dólares”.
En este sentido, el funcionario comentó que tanto el Kremlin, que niega los hechos, como los aliados de Estados Unidos ya habían sido avisados de las medidas antes de hacerlas oficiales.
Las sanciones han sido anunciadas en base a una norma de 1991, conocida como Ley de Eliminación y Control de Armas Químicas y Biológicas.
De acuerdo a esa norma, Rusia dispondrá ahora de un plazo de 90 días para evitar sanciones más severas, para lo que tendrá que admitir una inspección de un organismo internacional como la ONU y garantizar que no volverá a emplear ese tipo de armamento.
El castigo llega en un contexto en el que Trump ha defendido los beneficios de tener una buena relación con su homólogo ruso, Vladímir Putin, a la vez que mantiene que a Estados Unidos no le tiembla la mano para defender sus intereses.
Los vaivenes del presidente respecto a Putin alcanzaron su clímax el pasado 16 julio cuando, durante una rueda de prensa de ambos líderes en Helsinki, Trump cuestionó las conclusiones de sus agencias de inteligencia que apuntan que Moscú trató de influir en los comicios presidenciales de 2016 en su país.
La relación entre Trump y el Kremlin es, además, investigada por el fiscal especial Robert Mueller, que dirige las pesquisas sobre la supuesta coordinación entre Rusia y la campaña presidencial de Trump en 2016.
Skripal, de 67 años, y su hija Yulia fueron envenenados el pasado 4 de marzo en Salisbury (el Reino Unido) en un ataque que, según el Gobierno británico, fue orquestado directamente por Putin.
Aunque ambos sobrevivieron, una mujer británica falleció semanas más tarde al ponerse en contacto con la misma sustancia con la que se intoxicaron, un agente nervioso conocido como Novichok.
Rusia ha negado en todo momento su implicación en el caso, mientras que los aliados del Reino Unido han apoyado la tesis del Gobierno de la primera ministra británica, Theresa May.
El suceso elevó la tensión entre los dos países con la expulsión de cientos de diplomáticos, incluidos sesenta funcionarios rusos del territorio estadounidense, y continuos cruces de acusaciones.
Esta misma semana, se reveló que Londres planea solicitar a Rusia la extradición de los dos presuntos autores del envenenamiento, descubiertos por Scotland Yard.
El anuncio del Gobierno de EE.UU. este miércoles fue aplaudido por el republicano Ed Royce, jefe del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, que ya había pedido a Trump en dos ocasiones que tomará acciones: “Putin debe saber que no toleraremos sus ataques mortales y sus ataques contra nuestros procesos democráticos que siguen en curso”, dijo.