Dolor, angustia e incertidumbre. Y una sensación de déjà vu: ¿no habíamos pasado ya por esto? Un terremoto de 7.1 grados azotó la capital mexicana y los estados vecinos (Morelos, Puebla y Edomex), nuevamente en un 19 de septiembre. Otra vez las autoridades se vieron rebasadas; otra vez los ciudadanos tomaron el control.
El temblor se sintió a las 13:14 horas. No hubo alarma que sonara y, aunque nadie lo ha explicado todavía, algunas versiones indican que esta señal de alerta no ayudó por la cercanía del epicentro.
Decenas de edificios colapsaron, como en aquel 19 de septiembre de 1985. Y otros quedaron con severos daños estructurales, como aquel 19 de septiembre de 1985.
Civiles se organizaron por su cuenta en el corazón de la Condesa. Agua, medicamentos, tapabocas: todo vino de ellos mismos. Ni un policía, nadie de Protección Civil o del Ejército.
En el Parque México y en el España, mujeres y hombres se unieron para, codo a codo, ayudar en esta delegación que fue de las más golpeadas. Muchos jóvenes se unieron a las labores de rescate. Todavía en las primeras horas de hoy tomaban aire, agua, para continuar.
23 niños fallecidos bajo las ruinas de un colegio
La cifra de muertos supera los 200, mientras los rescates continúan. Quizás la tragedia que más hondo ha pegado al país ha sido dormirse con la idea de que 23 niños murieron bajo las ruinas de un colegio. Y con ellos, dos adultos. Quizás maestros, quizás padres o conserjes. No se conoce a ciencia cierta y por desgracia, la cifra de muertos podría crecer sólo en ese doloroso punto, porque 30 siguen desaparecidos.
A pesar de que el sismo de este martes fue menos intenso que el de hace unos días [8.2 grados], el epicentro estuvo más cerca. Fue en Axochiapan, Morelos, localidad limítrofe con el estado de Puebla. Eso, se podría suponer, hizo que fuera intenso.
La capital no está acostumbrada a que el sur, que es más sólido por los yacimientos de piedra volcánica, se sacuda con esa intensidad. Los sismos no se sentían con esa fuerza. Pero la tragedia descubrió que la vulnerabilidad de la capital va de norte a sur y no respeta territorios.
Las sirenas de los bomberos, ambulancias, policías y cuerpos de protección civil se entremezclaron con los gritos solidarios de personas que dirigían el tráfico y daban instrucciones a las personas para protegerse. Los civiles fueron autoridad durante ese tiempo.
En las colonias Del Valle Centro, Doctores, Jardines de Coyoacán, Juárez, Morelos y en Tlalpan hubo edificaciones colapsadas; en Bolívar y Chimalpopoca, se reportaron personas atrapadas en un edificio.
Miles de viviendas se quedaron luz e incluso sin servicio de agua. Las autoridades solicitaron a la población que verificaran las instalaciones de gas, por si había fugas. Las clases a nivel primaria y secundaria fueron suspendidas.
En las calles las personas se aglutinaron y el éxodo de peatones no cesó, varios regresaban a sus casas, otros buscaban a sus familiares y caminaban entre los autos de las avenidas principales de las colonias Condesa, Roma Sur, Roma Norte y Escandón.
El señor Adrián Romero caminaba con paso cansado y semblante muy preocupado sobre la avenida División del Norte, con sudor en su frente y unos zapatos rígidos de charol, se dirigía hacia Tacubaya.
Los más de 5 kilómetros que recorrerá se hacen eternos. No sabe cómo está su familia.
“Este terremoto se sintió casi igual que el del 85”
Don Adrián vivió el terremoto del 85 y ahora repitió la experiencia. “Este se sintió casi igual”, dijo el señor; sin embargo, ante la pregunta de si no lo sintió peor que el del 85, asintió con la cabeza.
El hombre se encontraba en una peluquería al momento del desastre y aunque los empleados le gritaron que se saliera, él decidió quedarse adentro.
En ese instante no sabía nada de su familia, lo cuenta con los ojos cristalinos. No había podido comunicarse con ellos y al pensar en el sismo de hace 32 años solo una idea pasaba por su mente: “Todo continúa igual”.
No muy lejos de allí, sentadas en el suelo y con las maletas listas, una madre, originaria de Francia y sus dos hijas esperaban un auto para ir a casa de una amiga que les otorgó refugio. Temían regresar al departamento en el que vivían porque quedó gravemente dañado.
“Estar aquí no es seguro, este edificio se puede caer. […] nos vamos a casa de una amiga que nos ofreció refugio”, confirmó la extranjera.
El caos no se alejó y la rapiña de algunos delincuentes aprovecharon la trágica situación. Los teléfonos de policía sonaban, no sólo para pedir auxilio por daños, sino por los asaltos que se cometían.
De acuerdo a información de diversos medios de comunicación y en las redes sociales, las personas reportaron atracos a mano armada en zonas como Santa Fe, Circuito Interior, Eje Central y Polanco.
El tiempo transcurrió y la noche llegó acompañada con una abrumadora oscuridad. Como si fuera una imagen casi apocalíptica se percibía incertidumbre y confusión en las múltiples calles que lucían oscuras. El temor se acogió entre los ciudadanos, que viajaban a sus casas aún con el miedo de ser asaltados.
La colonia del Valle fue una de las afectadas. El temblor no solo derribó dos edificios, sino que dejó sin vivienda a centenares de personas, y otros miles sin manera de llegar a su casa, porque el sistema de transporte colapsó.
Refugios levantados en escuelas
El Instituto SCIFI, una escuela de educación básica atendida por madres, había sido adaptada, de manera improvisada, como un albergue para los afectados.
María del Carmen Moreno García, madre superiora del colegio, relata que la idea surgió cuando diversos padres de familia, tras recoger a sus hijos, le comentaron a las monjas su preocupación porque no tendían donde pasar la noche.
En ese momento, les dijeron que podían quedarse allí, solo les pidieron que llevaran sus cobijas, según narró la religiosa.
Otro grupo de religiosas salieron a la calle a comprar agua y algo de comida. Otra comitiva salió hasta donde estaban totalmente caídos los dos edificios, en avenida Gabriel Mancera, en donde igualmente ofrecieron el refugio, comida, y material de curación. En los salones de la escuela colocaron colchonetas. Cuentan con 30 plazas, pero las monjas recibirán a todo el que llegue, enfatizaron.
El sencillo refugio de las madres es uno de tantos lugares ofrecidos por miles de capitalinos, y foráneos a las personas afectadas. No sólo eso, los ciudadanos se organizan para recopilar comida, ropa, agua y todo lo que sea necesario para ayudar.
“Aquí encontrarán agua, frijolitos, y café”, finalizó la mujer que invitó a quienes no se sientan seguras en su vivienda a acudir con ellas.
Hasta las 19:30 horas las clínicas y hospitales habían recibido a 136 personas que resultaron afectadas por el sismo y que en su mayoría son atendidos por contusiones, traumatismos y lesiones diversas en los hospitales de Lomas Verdes, Villa Coapa y Magdalena de las Salinas, así como en instalaciones del Centro Médico Nacional Siglo XXI, habilitadas con traumatología.
La Secretaría de la Defensa Nacional activó el Plan DN-III-E en las áreas dañadas. También se desplegó a 3.428.000 efectivos militares, mujeres y hombres, así como 15 binomios canófilos, para la búsqueda de personas atrapadas entre los escombros.