Abandonados por Estados Unidos, los kurdos buscan una alianza con el Gobierno sirio
En los siete años de guerra, los kurdos del norte de Siria han sido un comodín. No terminaron de definir su lealtad mientras su lucha por la autonomía era sacudida por un conflicto terrible que se ha tragado casi todo lo que se le ha puesto por delante.
Los kurdos están renovando en silencio la forma en que pretenden exigir sus derechos ahora que se acerca un enfrentamiento fundamental en el noroeste del país para el resultado de la guerra, donde hasta principios de 2018 había un importante enclave kurdo. En la provincia de Idlib, decenas de militantes kurdos que habían combatido al Estado Islámico (EI) junto a las fuerzas estadounidenses están aliándose ahora con el régimen sirio para el que probablemente sea el violento y último combate de la guerra.
La presencia de kurdos en la batalla por Idlib añade una nueva dimensión a un enfrentamiento en el que participarán todos los actores de esta larga y cruenta guerra. La alianza ha sido mantenida en secreto tanto por el Gobierno sirio, que durante toda la guerra han manejado con cautela las ambiciones kurdas, como por las propias fuerzas kurdas, nominalmente aliadas de Washington en la lucha contra el ISIS.
Este viernes se celebró en Teherán un último y desesperado intento de llegar a una solución diplomática que evitara la batalla por la provincia de Idlib, donde viven hacinadas en pueblos y ciudades superpobladas hasta tres millones de personas. Los aliados del régimen sirio, Rusia e Irán, negociaron con Turquía, que ha respaldado a muchos grupos opositores a Bashar al Asad. Las organizaciones humanitarias advierten de que si no hay acuerdo, y se lanza el ataque a gran escala que todos esperan, habrá un baño de sangre.
Sobre el terreno, casi nadie espera un éxito de la diplomacia. “Nos han fallado durante cinco años, ¿por qué nos iban a salvar ahora?”, dice sobre los líderes mundiales Amin Azzam, combatiente antiAsad de la ciudad de Jisr al-Shughour.
Ajustar cuentas con los turcos y sus aliados en Siria
Al sur de Jisr al-Shughour, ubicada en la provincia de Idlib, un pequeño número de kurdos espera órdenes junto a las fuerzas sirias y a las milicias apoyadas por Irán. Se dice que esos kurdos son miembros de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), la alianza de árabes y kurdos que Estados Unidos ayudó a crear para luchar contra Estado Islámico en el nordeste.
Ahora que la lucha contra los terroristas está prácticamente terminada, las FDS siguen resentidas por la expulsión a principios de este año de la ciudad de Afrin, también en Idlib. Creadas originalmente para luchar contra Asad, las fuerzas insurgentes lideradas por Turquía sacaron de Afrin a los kurdos y los dejaron sin su bastión en un área de importancia estratégica y en la que históricamente habían sido fuertes. También hizo que muchos kurdos cambiaran sus lealtades.
Para los líderes kurdos, vengar la pérdida de Afrin sigue siendo prioritario. Según Aldar Khalili, líder de un bloque político kurdo sirio, su pueblo está dispuesto a negociar con Asad a cambio de recuperar la ciudad. “Hasta ahora no hay ningún plan de hacer que las fuerzas de Rojava (en el nordeste de Siria) se unan a las del gobierno sirio y a los soldados rusos para la liberación de Idlib”, dijo. “Pero nosotros hemos dejada clara nuestra disposición a negociar con el gobierno sirio para limpiar todo el país del EI, de yihadistas y de grupos terroristas respaldados por Turquía”.
Según otro líder kurdo, un pequeño número de miembros de las FDS ha emprendido el largo y difícil viaje de unirse a las fuerzas sirias. “Es simbólico, por un lado, y también estratégico. Deja en evidencia que necesitamos el régimen. La alianza está creciendo pero necesitamos que a cambio nos den lo que se nos debe”.
Turquía y las fuerzas que respalda en Siria atacaron Afrin cuando Estados Unidos dijo que ayudaría a levantar una fuerza fronteriza de carácter permanente en el nordeste, un anuncio que Turquía entendió como un refuerzo de las ambiciones kurdas hacia una posible soberanía. La medida también habría tenido repercusiones en la guerra que Ankara libra contra los grupos armados kurdos dentro de Turquía.
En los últimos dos años de guerra, el objetivo fundamental de Ankara ha sido contener las ambiciones kurdas, llegando hasta impedir su consolidación dentro de Siria. Después de expulsar de Afrin a las fuerzas kurdas, Turquía podía jactarse de que al oeste del río Éufrates no había ningún enclave kurdo al otro lado de la frontera.
EEUU protege sus relaciones con Turquía
Con la misma legitimidad, los kurdos pudieron decir que fueron traicionados por un aliado demasiado volátil. Cuando la ciudad estaba bajo ataque, las FDS pidieron ayuda a Estados Unidos pero no recibieron ninguna. En una esquina del país, eran socios; y en la otra, Washington los abandonaba. Para Estados Unidos, la difícil relación con Turquía había pasado a ser más importante que su alianza con los kurdos.
Aquel episodio estuvo a punto de provocar el fin de la alianza. En los últimos meses, cuatro dirigentes kurdos dijeron a The Guardian que las operaciones contra el ISIS habían cesado casi por completo. “Y las que a veces lanzamos no involucran a los estadounidenses de ninguna manera”, dijo un alto cargo kurdo. “No hay la confianza que existía antes, no deberían sorprenderse si cuidamos de nosotros mismos”.
Según fuentes de los servicios de inteligencia en la región, los líderes militares estadounidenses comunicaron a las FDS que en la operación de Idlib no tolerarían la participación de sus miembros junto a las fuerzas sirias y a sus aliados iraníes. “Si van, será sin uniformes ni banderas, tratarán de parecerse a las tropas sirias”, dijo la fuente.
Según Khalil, la expulsión de los kurdos de Afrin cambió la ecuación. “La situación en Afrin no puede seguir así y, como coalición de partidos políticos que creen en la futura Siria democrática, estamos dispuestos a entablar negociaciones con el gobierno sirio. Queremos construir una Siria democrática que incluya por igual a todas las comunidades de la sociedad siria y estamos dispuestos a participar, no sólo en el plano militar, sino también en el político y económico”.
Arin, una mujer de Afrin de 31 años, dice que en la ciudad se ha mantenido una insurgencia de bajo nivel contra las fuerzas turcas y sus aliados, en espera del ataque aéreo dirigido por Rusia. “La situación en Afrin es mala, hay arrestos aleatorios de kurdos acusándolos de formar parte del YPG (un grupo alineado con la organización radical turca PKK). Hemos sabido de ataques contra los puestos de control por parte de los grupos armados que controlan la ciudad. Cada semana cometen asesinatos los jóvenes que defendieron la ciudad antes de la invasión”
Afrin sigue siendo un lugar clave para entender el resentimiento kurdo y por qué muchos profundizan su compromiso con el régimen sirio. “Los hombres armados que controlan la ciudad proceden en su mayoría de las zonas que el gobierno perdió, como Guta, Dará y otras”, dice Arin. “Fueron ellos los que cambiaron la dinámica aquí, no nosotros. Nosotros, como kurdos, éramos felices aquí hasta que pelearon contra nosotros. Si luchan contra nosotros, pueden esperar venganza. La sangre trae sangre”.