Abusos y torturas: el horror oculto de las mujeres desaparecidas en cárceles sirias
Rima Mulla Othman fue arrestada y encarcelada en Siria después de viajar a Damasco buscando tratamiento médico para su bebé enfermo. En la celda subterránea donde fue torturada imploró a los guardias de seguridad que llevaran a su hijo Omar, de tres meses, al hospital. Necesitaba atención urgente, ya que estaba muy enfermo. Pero sus ruegos fueron ignorados y ambos pasaron los siguientes dos años y cuatro meses tras las rejas.
Las primeras palabras de Omar fueron “cárcel” y “quiero irme de aquí”. Según el Gobierno del presidente Asad, el delito de su madre había sido ayudar a los heridos en Deir ez-Zor, una ciudad al noreste de Siria, donde ella trabajaba como enfermera.
Gracias a un abogado, Othman fue liberada hace siete meses. Sin embargo, el trauma físico y psicológico que sufrió fue tan grande que tuvo que dejar a su hijo, que ahora tiene tres años, en un orfanato hasta reponerse y ser capaz de cuidarlo.
Ellos ya han vuelto a estar juntos, pero miles de familias en toda la Siria devastada por la guerra continúan separadas, aguardando desesperadamente noticias de sus seres queridos que están desaparecidos y se cree que están detenidos en alguna cárcel de Asad.
La historia de Othman es una de muchas que figuran en una exposición que se inaugurará el 8 de septiembre para hacer visible las penurias que enfrentan las mujeres sirias detenidas. Es uno de varios eventos organizados en torno al Día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzosa.
Para hacer visible los padecimientos de los detenidos, Amnistía Internacional le está pidiendo a la ONU que haga más por poner el tema en la agenda internacional, y acusa a la organización de hablar de cara a la galería sobre el tema pero no cumplir con las promesas.
“Es sabido que hay una crisis humanitaria en Siria, pero si bien recibimos información sobre los asedios, los civiles desplazados por el conflicto y los refugiados, la gente sabe muy poco de los horrores ocultos que enfrentan los detenidos”, explica Kristyan Benedict, director de las campañas de Amnistía Internacional para Siria.
¿Qué está pasando en las cárceles?
Benedict asegura que se necesitan desesperadamente supervisores que investiguen las condiciones en que están los detenidos en las cárceles, tanto las del gobierno como las de las fuerzas insurgentes. “Hasta ahora, el régimen no ha permitido que entre nadie de la ONU a las cárceles. Sin embargo, los investigadores de crímenes de guerra de la ONU sí pudieron entrar a Siria tras el ataque con agentes químicos de abril, así que existe ese precedente de que cuando hay voluntad política de la comunidad internacional, se puede”.
Benedict añade: “Podríamos ver más actividad de la oficina de asuntos políticos de la ONU. Cuando quieren, saben hacer ruido. Pero respecto a este tema de los detenidos están hablando de cara a la galería. No vemos que sea un tema político importante para la ONU, pero para los sirios sí es un tema prioritario.
Hay miles de personas sufriendo cada día dentro de esos antros infernales, sin ninguna ayuda ni asesoramiento legal. Sus familias no saben dónde están o qué les está pasando, y eso genera un trauma enorme“.
En febrero, Amnistía Internacional publicó un informe sobre una de las cárceles más conocidas de Siria, donde al menos 13.000 oponentes a Asad fueron ejecutados en secreto durante los primeros cinco años de la guerra civil. El informe concluyó que el gobierno sirio ordenó los asesinatos en la cárcel de Saydnaya, como parte de una política de exterminio más amplia. Miles de personas murieron a causa de las torturas y el hambre.
Según Amnistía Internacional, la mayoría de las mujeres detenidas está en la cárcel de Adra, en Damasco. Durante la primera época del conflicto, las mujeres encarceladas eran en su mayoría activistas políticas y trabajadoras humanitarias. Pero a medida que la crisis fue aumentando, comenzaron a arrestar otro tipo de mujeres, a menudo familiares de combatientes de la oposición que usaban para negociar o para hacer intercambios de prisioneros.
Una exdetenida que logró escapar de Siria y ahora vive en Manchester, donde se inaugurará la exposición, relata que temía por su vida y que era torturada continuamente. Antes del levantamiento de 2011, Asmaa, que entonces tenía 27 años, estudiaba desarrollo infantil y vivía en Dará, la ciudad donde comenzaron las protestas contra el gobierno. Recibió entrenamiento en primeros auxilios y comenzó a participar de las protestas con regularidad.
“Torturaron a una persona frente a mí”
Finalmente, el Gobierno supo de ella. En marzo de 2012, fue arrestada cuando intentaba ayudar a un amigo que había desertado del Ejército sirio tras negarse a disparar contra manifestantes pacíficos.
“Fue una experiencia terrible. Me metieron en una celda pequeña y llena de personas y luego torturaron a mi amigo delante mío. Utilizaron cables eléctricos y le pegaron con una tabla de madera. Hasta el día de hoy no sé si sigue detenido, si está vivo o muerto”, cuenta a the Guardian.
Durante el tiempo que pasó en la cárcel, Asmaa, que no quiso que se publicara su apellido, dice que fue golpeada y torturada frecuentemente. “Nos golpeaban y nos torturaban con picanas. Te podían interrogar en cualquier momento. Lo que me mantuvo fuerte era que no quería darles los nombres de mis amigos activistas, así que por eso soporté las torturas”.
Asmaa fue llevada ante un tribunal militar cuatro veces, pero cada vez el juez se negaba a escuchar su caso. Afuera, la gente se manifestaba por su liberación, pero sin éxito. Un amigo que se acercó a la cárcel a preguntar por ella fue detenido durante siete meses.
Asmaa fue liberada un año y siete meses después de ser arrestada, después de que un grupo de combatientes insurgentes de la ciudad de Al-Zabadani negociara un intercambio de prisioneros con los funcionarios de Dará.
“Cuando vinieron a mi celda y me gritaron ‘¡Fuera!’, no lo podía creer y empecé a gritar y pegar patadas. Pensaba que me iban a ejecutar o a llevar a un sitio desconocido. Muchas mujeres fueron trasladadas y nunca más se supo de ellas”. Tras ser liberada, Asmaa huyó a Jordania, donde siguió su activismo hasta que solicitó el estatus de refugiada para emigrar al Reino Unido.
Asmaa, que ahora tiene 33 años y dos hijas pequeñas, dice que está decidida a seguir luchando para que los detenidos ocultos de Siria obtengan justicia. “Quiero hacer todo lo que pueda por ayudar a otras mujeres, hacer que se oigan sus voces y visibilizar los abusos que sufren. Mi hermano también está detenido y no sabemos nada de él desde 2014”.
Asmaa trabaja con Rethink Rebuild Society, un grupo con base en Manchester que trabaja por mejorar la vida de los sirios en el Reino Unido. Ella fue esencial en la preparación de la exposición sobre las historias de las mujeres detenidas. Yasmine Nahlawi, coordinadora de investigación de la organización, dice que espera que el evento ayude a que los detenidos y sus familias obtengan justicia.
“Desafortunadamente, el tema de los detenidos está siendo usado por el régimen como una carta política. Sin embargo, para los sirios éste es un conflicto humanitario con el que no se puede negociar o hacer concesiones”, afirma.
Traducido por Lucía Balducci