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The Guardian en español

El acuerdo por los refugiados podría ser la primera gran víctima del poder de Erdoğan

La canciller alemana Angela Merkel y el primer ministro de Turquía, Ahmet Davutoglu, en la visita de la canciller alemana al país asiático, este 23 de abril de 2016.

Simon Tisdall

Es posible que una de las grandes víctimas de la lucha de poder en las altas esferas del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) que gobierna Turquía, sea el trascendental acuerdo con la UE para detener el flujo sin precedente de refugiados que viajan hacia Europa huyendo de la guerra en Siria.

Ahmet Davutoğlu, el primer ministro de Turquía, renunciará a su cargo a fin de mes. Con una visión proeuropea, Davutoğlu fue clave para diseñar el acuerdo en colaboración con la canciller alemana, Angela Merkel. El acuerdo reflejaba el deseo de Davutoğlu de establecer relaciones más cercanas entre Turquía y los Estados miembros.

Recep Tayyip Erdoğan, el autoritario presidente neo-islamista (y enemigo acérrimo de Davutoğlu), no ve con buenos ojos a la UE: ha llegado a burlarse de la comunidad llamándola un “club de cristianos”. Además, le guarda rencor debido después de que el pedido de adhesión de Turquía a la UE fuera bloqueado en varias ocasiones.

El 18 de marzo en Bruselas Davutoğlu consiguió lo que para los turcos podría ser el mejor resultado del acuerdo sobre los refugiados: permitirles entrar en la Unión Europea sin visado. El primer ministro pensaba que mejoraba así su posición de cara a Erdoğan, con el que las relaciones estaban cada vez más tensas. Ocurrió todo lo contrario.

Erdoğan asegura que la exención de visado, aprobada el miércoles por la Comisión Europea, fue obra suya. Según él, Davutoğlu no debería atribuirse el mérito: “Durante mi mandato como primer ministro se anunció que el acuerdo se cerraría en octubre de este año. No entiendo que sólo porque hayan adelantado la fecha cuatro meses, algunos se lo adjudiquen como una victoria. Me entristece que se exageren cosas pequeñas”.

Esta demostración pública de celos pone de manifiesto lo difícil que se le hace a Erdoğan compartir el poder. Tras haber tomado el control del AKP, del parlamento, del ejército, del poder judicial y, en gran parte, de los medios de comunicación, para Erdoğan ha sido imposible la convivencia armónica con el primer ministro, elegido por él mismo en 2014, cuando Erdoğan fue nombrado presidente.

La tensión entre los dos políticos estalló esta semana cuando Erdoğan  sugirió burdamente a Davutoğlu que “no olvidara cómo obtuvo el cargo”. Una pelea muy similar a la que en su día tuvo Abdullah Gul, expresidente, antiguo hombre de confianza y miembro veterano del AKP, con Erdoğan.

“Inundar Europa con refugiados”

Durante meses, el presidente Erdoğan ha desaprobado y socavado el compromiso de Davutoğlu con Europa. En varias ocasiones, Erdoğan se quejó de que Europa había dejado en manos de Turquía el problema de los refugiados de Siria. En noviembre llegó a advertir claramente a los responsables de la UE de que, si quería, podía “inundar Europa” con refugiados. 

Antes de convertirse en primer ministro Davutoğlu llevó la cartera de Asuntos Exteriores. Sin su moderación para compensar y apaciguar el comportamiento de Erdoğan, y con un primer ministro más obediente como reemplazo (los primeros informes sugieren que podría asumir Berat Albayrak, ministro de Energía y yerno de Erdoğan), pronto podría correr grave peligro el ya precario acuerdo con la UE sobre los refugiados. 

La perspectiva de que Erdoğan gobierne a sus anchas sugiere que otros problemas podrían no encontrar solución. A puertas cerradas, Davutoğlu se oponía al preciado plan del presidente de reformar la Constitución y crear una presidencia ejecutiva al estilo de Putin. Es de esperarse que Erdoğan decida seguir adelante con lo que para EEUU y otros críticos es un golpe antidemocrático.

Insultar al presidente

Davutoğlu también discutió con Erdoğan acerca de la prisión preventiva para periodistas acusados de insultar al presidente, un delito que, desde 2014 ha dejado tras las rejas a cientos de personas. Los abusos contra los derechos humanos y el poco respeto por la libertad de prensa que muestra este gobierno turco ya son un tema de preocupación para los países europeos y su parlamento. Todo parece indicar que la tensión irá en aumento.

De igual modo, la ausencia del factor de contención Davutoğlu podría intensificar la ofensiva de fuerzas de seguridad ordenada por Erdoğan en otoño para desestabilizar las zonas kurdas del este de Turquía. También, la intimidación a los activistas y miembros del parlamento pro-kurdos. Es lo que parecen pensar los mercados financieros: el jueves, la lira turca sufrió una caída pronunciada con respecto al dólar.

Sin una verdadera oposición que lo mantenga a raya, Erdoğan se verá tentado a redoblar su esfuerzo para cambiar la orientación estratégica de Turquía: lejos de Europa y de EE.UU. y cerca del mundo islámico. La cumbre entre el rey Salmán de Arabia Saudí y el presidente turco de hace unas semanas en Ankara fue parte de este eventual realineamiento político.

La progresiva alianza entre turcos y saudíes hace que muchos piensen en una posible intervención militar conjunta en territorio sirio junto a la oposición armada que enfrenta al presidente Al Assad. Un plan del que el ministro de Defensa saudí ya ha dado algún indicio. Erdoğan tiene otro motivo para ejecutarlo: le encantaría enfrentar a las milicias kurdas de Siria, apoyadas por EE.UU. y tildadas de terroristas por Erdoğan.

La incertidumbre en Turquía llega en un momento especialmente malo para Siria. El cese al fuego se ha derrumbado y las negociaciones de paz están en punto muerto. El enviado especial de la ONU para el conflicto en Siria, Staffan de Mistura, advirtió esta semana que era vital un cese permanente de hostilidades en la ciudad de Alepo, donde se acordó una tregua de 48 horas. “La alternativa es de verdad muy catastrófica. Podríamos ver a 400.000 personas trasladándose hacia la frontera con Turquía”, dijo. 

Visto de otro modo, lo sorprendente es que Davutoğlu haya durado tanto tiempo en el cargo. Sus críticos podrán recriminarle al afable exacadémico y diplomático (que no esperaba lograr un puesto de importancia) que no hiciera más para oponerse a Erdoğan. Pero el presidente es un político aguerrido y batalla de forma sucia y sin cuartel. Nunca estuvieron a la misma altura. Muy pronto, los críticos quizás tengan más motivos para lamentar la salida forzosa del primer ministro. La supremacía de Erdoğan parece más imparable y peligrosa que nunca.

Traducción de Francisco de Zárate

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