Uno de los países más pequeños del mundo se ha declarado libre de deudas y planea gastarse el dinero ahorrado en subir las pensiones y ofrecer incentivos para atraer de vuelta a los expatriados.
La isla de Niue, posada sobre un atolón de coral en el Pacífico sur, cuenta con menos de 2.000 habitantes. Aunque autónoma, la isla no es totalmente independiente y tiene una asociación libre con Nueva Zelanda, quien le proporciona casi 13 millones de euros en ayuda al año y maneja la mayor parte de la política exterior de la isla, además de garantizar su defensa.
Su primer ministro, Toke Talagi, ha señalado que han logrado devolver hasta 3,6 millones de euros en deuda y que el país “no tiene interés” en volver a tomar prestado, especialmente de las grandes potencias como China, que había ofrecido al Niue “enormes sumas que otras islas del Pácifico encuentran irresistibles”.
“Estamos intentando vivir con nuestros medios usando los recursos naturales de la isla como el turismo, los plátanos y la exportación de agua”, explica Talagi a the Guardian. “Es mejor para nosotros ser pacientes e invertir en fuentes de financiación de nuestra isla y de las cuales podremos depender”, añade.
El 1 de diciembre la pensión de los niuanos pasará de 230 euros la quincena a 250 euros, ha indicado Talagi. Un aumento de poco menos del 9%. El gobierno tiene también el objetivo de incrementar el salario de los funcionarios en los tres próximos años hasta alcanzar el 80% de las cifras de Nueva Zelanda.
Talagi ha afirmado que la semana laboral de cuatro días de los empleados del gobierno permanecerá igual, ya que los isleños han respondido bien al día extra para hacer trabajos voluntarios y participar en actividades de la comunidad.
En agosto, Niue anunció que los padres de nuevos bebés nacidos en la isla tendrían garantizado un pago único de 1.300 euros, una acción que Talagi espera que atraiga a los jóvenes isleños para volver a casa y formar una familia.
La estrategia del gobierno está motivada, en gran parte, por la necesidad de mantener y aumentar su modesta población. Durante décadas, miles de personas han emigrado a Australia y Nueva Zelanda en búsqueda de trabajos y otras oportunidades. El fenómeno dejó cientos de casas vacías repartidas por la isla y al resto de residentes preocupados porque no quedarían suficientes personas para mantener la isla funcionando.
El gobierno también quiere alejarse de una dependencia excesiva en ayuda extranjera, un objetivo que el gobierno de Nueva Zelanda apoya con entusiasmo.
“En los últimos años hemos visto un incremento del 10% de nuestra población, principalmente a través de jóvenes que vuelven de Nueva Zelanda, una especie de migración a la inversa. Las cosas están difíciles en Nueva Zelanda. La gente está durmiendo en los coches, es ridículo”, afirma Talagi. “Estamos viendo a los niuanos pensándose dos veces el quedarse allí y nosotros les invitamos a volver a casa”, añade.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti