Un pequeño periódico turcochipriota sigue retando a Erdogan pese a ataques y amenazas
Sener Levent tiene una misión. Ha sobrevivido a un ataque de una multitud violenta y a dos tiroteos. También le dejaron un perro muerto en su puerta. Pero nada de eso ha impedido al editor seguir desafiando al presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.
Con orgullo, afirma que su periódico turco-chipriota, Afrika, es el único periódico en turco que está denunciando la ofensiva militar de Ankara contra los combatientes kurdos en el norte de Siria.
“Seguiré contando la verdad”, señala Levent, que en enero se libró por poco de ser linchado cuando un grupo de ultranacionalistas incitados por Erdogan atacaron las instalaciones de la publicación, situadas en el norte de Chipre controlado por Turquía. “El Ejército turco entró en Siria y en el enclave kurdo de Afrin para llevar a cabo una masacre y ocupar el país, tal y como han hecho aquí”.
Esta resistencia no ha pasado desapercibida. La represión a los medios de comunicación está en el centro de una creciente preocupación internacional por el estilo cada vez más autoritario de Erdogan. Tras el intento fallido de golpe de Estado de julio de 2016, más de 150 periodistas han sido encarcelados, muchos de ellos con acusaciones de terrorismo poco convincentes. Las críticas a la operación de Turquía en Siria ocupan un lugar destacado en las supuestas infracciones, por eso el periódico de Levent está en el punto de mira de Erdogan.
“Ser buena persona ahora en Turquía es un crimen porque si eres bueno eres encarcelado”, lamenta sentado tras una mesa desordenada llena de montones de papeles. “Incluso es un crimen decir 'no' a la guerra en Turquía. Ningún país es mi enemigo, pero estoy absolutamente en contra de Erdogan y de su régimen islamo-fascista. ¿Por qué empezó esta guerra? Porque necesita que esta guerra consolide su poder”, añade.
Afrika es uno de los 20 periódicos producidos en el norte de Chipre, la república escindida donde Ankara ha mantenido a 35.000 soldados desde su invasión como respuesta al golpe de 1974 que pretendía la unificación con Grecia.
Gestionado con un apretado presupuesto, su circulación es de unos 2.000 ejemplares. Su presencia en la web también es limitada. Incluso entre los turco-chipriotas, las visiones disidentes de Levent –se niega a someterse a la línea promovida por Ankara de que la misión de 1974 fue una “operación de paz”– provocan burlas. Su propio despacho, al fondo de un largo, desnudo y oscuro pasillo, está decorado con tapices del Che Guevara y otros héroes de la izquierda que, como él, también fueron menospreciados en su momento como “marginales” y “provocadores”, recuerda sonriendo este bohemio de 70 años.
Controlar las “voces desagradables”
Afrika se llamó originalmente Avrupa [Europa], pero tuvo que adoptar el nuevo nombre cuando el Gobierno de Chipre del Norte obligó a cerrarlo en 2001. “Quería llamarlo New Avrupa, pero no me iban a dejar, así que lo llamé Afrika para transmitir la idea de que aquí reina la ley de la jungla”, afirma con picardía.
Mientras el editor disfruta claramente molestando al Gobierno de Ankara, los turco-chipriotas se han solidarizado con él. A medida que Erdogan busca aplastar a la oposición en el periodo previo a las elecciones presidenciales y legislativas de junio, a muchos les preocupa que se señale a Afrika.
Unas pocas horas después de ordenar la ofensiva sobre Afrin, el presidente turco habló en un mitin y denunció al periódico, calificándolo de “barato y repugnante”. Erdogan criticó la publicación por comparar la ofensiva de Siria con las acciones de Turquía de 1974 y exhortó a sus “hermanos en Chipre del Norte a dar la respuesta necesaria”.
Al día siguiente, el local de Afrika, situado en el primer piso de un edificio, fue atacado por manifestantes nacionalistas que respondieron a su llamada y que lanzaron botellas y piedras. El primer ministro de Turquía, Binali Yildirim, volvió a plantear la cuestión de Afrika en marzo, apelando a su contraparte turco-chipriota, Tufan Erhürman, para que controlase a las “voces desagradables”.
Todo esto deja estupefacto a Levent, nacido y criado en la isla cuando era una colonia británica. “Es una locura que un hombre tan poderoso tenga miedo de un periódico tan pequeño”, sostiene con su voz grave a causa de los cigarrillos Dunhill que fuma. “Estoy muy orgulloso de ser el único periódico en turco que escribe sobre lo que realmente está pasando en Afrin”.
La agitación del nacionalismo
La sede todavía tiene restos del ataque. Un mes después, Levent sigue teniendo las ventanas de la redacción rotas y tapadas con una gruesa tabla, obligando a sus empleados a trabajar en la penumbra. El balcón, que los manifestantes intentaron escalar, sigue bloqueado, reforzando la sensación de sitio. Todavía hay sangre en la pared y un tajo en la puerta principal, un crudo recordatorio de la bala que la atravesó cuando apareció un aspirante a asesino en 2011.
Ahora Levent tiene una pantalla en su escritorio donde puede ver las cámaras de seguridad que vigilan la entrada. Desde el ataque en enero, va al trabajo con una pistola. “Creo que habrá una batalla si vuelven”, afirma.
El periodista afirma que sigue asombrado de que a la policía le llevase tanto tiempo detener el ataque, dado que el edificio se sitúa entre el Parlamento, la sede presidencial y la embajada de Turquía. La policía solo respondió cuando el presidente de Chipre del Norte, Mustafa Akinci, intervino. Aunque se distancia de la visión de Levent, Akinci criticó el ataque definiéndolo como un asalto a la libertad de expresión.
Poco después, miles de turco-chipriotas salieron a la calle para protestar contra el papel de Turquía en la agitación de grupos “fascistas” para silenciar a Afrika y a otras voces disidentes.
Seis de los protagonistas del ataque fueron detenidos y condenados a penas de cárcel de entre dos y seis meses. Otros nueve están fugados.
Su caso ha sido planteado en la Unión Europea por el gobierno internacionalmente reconocido del sur de la isla. Aunque las leyes comunitarias están suspendidas en el norte por el estatus dividido de la isla, los turco-chipriotas son ciudadanos de la Unión Europea.
Levent reconoce que el canal de 65 kilómetros que separa Chipre de Turquía sirve como medida de protección de la que los críticos en tierra continental turca no gozan, pero le preocupa que las suaves condenas provoquen más actos de violencia en un momento en el que incluso un tuit mal redactado es considerado en Turquía como un delito.
“Todos los días me pregunto dónde está la justicia. ¿Por qué no se ha arrestado a los otros?”, afirma. “Otro ataque puede llegar esta noche, mañana o en cualquier momento”.
“Tengo una filosofía particular. No tener miedo”, asegura. Levent añade que cuando las cosas se ponen difíciles, le guía el discurso de Hamlet de “la preparación lo es todo”. “Una persona vive una vez y muere una vez. Si vas a morir, al menos hazlo con honor”, sentencia.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti