Ir al hamam fue alguna vez un preciado ritual para el alepino Atef Shikhouni y sus amigos. En recuerdo de una experiencia exuberante y alegre, el hombre, de 55 años, escribió: “Un hombre grita 'dónde está el jabón? Al tiempo que otro pide champú y un tercero quiere que alguien le frote la espalda. Hay ruido. Tras pasar un rato en la sauna ha llegado el hombre que frota. Usa una áspera esponja natural para frotarme el cuerpo sin piedad y rezo para que termine sin provocar daños”.
Pero eso sucedía antes del inicio de la guerra en Siria. “Hoy, el hamam está frío y ha perdido su alma”, escribió el profesor de Educación Física en febrero de 2017, poco después del fin de los peores combates que se vivieron en Alepo. “Son días crueles, los nuestros, como lo es ver el estado en que han quedado nuestros baños”.
Durante la feroz batalla por el control de la ciudad, finalizada en 2016, el este de Alepo, bajo control rebelde, quedó devastado por las bombas. Ahora, a medida que la guerra parece acercarse a algún final, se habla mucho de reconstrucción. Pero no sólo la de los edificios e infraestructuras que tienen que ser reparados, también la de los lazos históricos y culturales que una vez mantuvieron unidas a comunidades cuyos vínculos se han roto.
Y son los ciudadanos de esta ciudad norteña, personas como Shikhouni, quienes han asumido la responsabilidad de salvar su legado: han creado un grupo cerrado de Facebook donde más de 52.000 alepinos de toda fe y etnicidad comparten la memoria de sus tradiciones y los modos de vida de antes de la guerra.
“Me asusta perder muchas costumbres y vocabulario debido a la migración”, dice la administradora principal del grupo, Souha Chaban, en referencia a los miles de personas que han dejado la ciudad desde el estallido de la guerra en 2011. Por ejemplo, añade Chaban, muchos artesanos han salido del país. Ella misma, de 55 años y madre de tres, se mudó a Abu Dhabi con su familia en 2006. Son muchos los miembros del grupo que viven en el extranjero.
“Pero el grupo de Facebook es un buen lugar debido a que tiene miembros por todo el mundo que han llegado aquí por dos motivos: El primero, compartir sus conocimientos. El segundo, mantener contacto con sus raíces y los recuerdos de su país”.
El grupo, llamado La Enciclopedia del habla popular de Alepo, nació, como su propio nombre indica, como un lugar en el que los habitantes de la ciudad podían compartir la gran cantidad de refranes existentes. Pero cuando se cumplen cinco años y medio desde su creación y en el contexto de la guerra, el grupo ha evolucionado hasta convertirse en un repositorio de la sabiduría local, mucho más allá de su mera herencia verbal.
Uno de sus miembros compartió hace poco recuerdos sobre una lavandería fundada hace 75 años que ha conseguido sobrevivir a la guerra. Otro explicaba como obtuvo una visa a Italia en la década de los sesenta. Otros temas de debate han sido los paños con los que los ancianos se cubrían la cabeza o las diferentes versiones de la palabra recogedor.
Chaban, que fue profesora de francés y es la jefa oficiosa y voluntaria del archivo, pasa alrededor de 10 horas al día documentando y categorizando con diligencia la información que se comparte en el grupo. Hay más de 100 archivos abiertos en los que se recogen desde recetas locales hasta artesanía pasando por modas y todo lo relativo a la cultura del hamam.
Fawzi Shamsi tiene 35 años, ha sido miembro del grupo desde el inicio, vive en el oeste de la ciudad, conocido como Nuevo Alepo y explica: “El grupo de Facebook nos ha conectado más con nuestra ciudad. La gente que se fue realmente sueña con regresar a Alepo. Al menos existe una cierta vinculación con el lugar, la sensación de que su alma aún está allí”.
Alepo, de rica historia, fue uno de los principales hitos comerciales en la Ruta de la Seda, algo que ha quedado reflejado tanto en su afamada cocina como en su dialecto local.
Antes de la guerra no sólo era la ciudad más grande de Siria, sino su principal polo industrial y comercial. Hoy, tras años de intensos combates que dejaron la ciudad dividida entre su zona oeste, controlada por el Gobierno, y la zona este por la oposición, la ciudad no se parece ni a su propia sombra. El Gobierno puede haber recuperado el control de toda la urbe, pero al precio de que incluso el casco antiguo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, está devastado.
El Gobierno recuperó el barrio de Shamsi cuando aún se combatía en la ciudad, pero su fábrica y tienda textiles estaban ubicadas en el este, controlado por los rebeldes, que se llevó la peor parte de los bombardeos. Ambos edificios resultaron fuertemente daños y permanecen cerrados sin fecha de apertura mientras en la ciudad sigue habiendo problemas en el suministro de agua, comida, internet y electricidad.
Aunque la peor parte del conflicto parece haber pasado “aún estamos en guerra” dice Shamsi, profesor de inglés que disfrutaba practicando con turistas en aquellos viejos y pacíficos días. Entre el caos de la guerra y la incertidumbre que sigue anclada entre la población, el grupo de Facebook representa un cierto modo de recuperar el control. Shamsi ha compartido información sobre temas variados entre los que se encuentra el pasado textil de la ciudad, tradicional no sólo para su familia sino para toda Alepo. “No podemos mantener el espacio, pero podemos preservar nuestro patrimonio inmaterial, nuestros recuerdos, nuestra forma de hablar”.
Entre los archivo del grupo hay uno dedicado a las tradiciones de la minoría cristiana, que antes de la guerra llegó a tener hasta 250.000 miembros y que desde entonces ha visto disminuir su número de manera dramática. Gran parte de la información sobre este tema fue proporcionada por Joseph Hatem, cristiano del barrio de Azeezieh que abandonó la ciudad en 2014 y vive en París. Ingeniero eléctrico de formación, Hatem, de 69 años, está preocupado por el impacto que el desplazamiento de los cristianos de Alepo y de toda Siria va a tener en el conjunto del Patrimonio Cultural de su comunidad.
Explica que mientras “puede que los padres sepan mucho sobre la herencia que deja la ciudad, es muy difícil transmitírselo a sus hijos en los lugares a los que han migrado” y añade que la preservación de la cultura de los cristianos de Alepo es “importante para enfatizar su presencia en Siria”.
¿Qué hacer, entonces, con toda la información recopilada por el grupo? En abril, Souha asistió a una cumbre que se celebra cada año en Abu Dhabi, un encuentro de cuatro días en el que se reúnen líderes relevantes de los museos y el mundo del arte de todo el planeta. Este año hubo un especial interés por la conservación del patrimonio en contextos de crisis y conflicto. Cuando una de los participantes supo del grupo que trabaja en la enciclopedia de Alepo, se motivó.
“Son estos vínculos con la identidad y el lugar de origen los que permiten a la gente imaginarse un mundo más allá de las circunstancias concretas en las que vive”, dice Kristin Parker, formadora de primeros auxilios culturales que ha trabajado con refugiados en Grecia para hacer copias de seguridad de la documentación o las fotos que los refugiados traen consigo. “Hay una disciplina en el ámbito de la construcción de la paz llamada ”imaginación moral“ que consiste en potenciar que las personas puedan activar su propio futuro”.
Parker, archivista en el Museo de Bellas Artes de Boston, Estados Unidos, está intentando dar forma a un repositorio digital verificable en el que los sirios puedan almacenar sus historias de manera segura, una iniciativa que permita reconectar vínculos entre los miembros de la sociedad civil al modo del grupo de la Enciclopedia.
Pero sea cual sea el futuro, la comunidad ya ha demostrado que es un recurso de valor incalculable para muchos de sus miembros. Sobre las historias compartidas, Shamsi dice: “No puedes imaginar lo preciado de estas cosas. Alguien podría decir, por ejemplo, ”¿Recuerdas el lugar donde tal persona vendía tal fruta? De modo que haya gente que comience a contar sus historias. Es una manera de regresar a los viejos tiempos. A días hermosos“.