Los rebeldes sirios comenzaron hace un año a planificar el asalto militar que ha derrocado al régimen de Bashar Al Asad. Según las revelaciones de Abu Hassan Al Hamwi, jefe militar del principal grupo rebelde –el Organismo de Liberación del Levante (antigua Al Qaeda en Siria)–, se trató de una operación muy disciplinada, en la que se desarrolló una unidad de drones propia y requirió de la estrecha coordinación de grupos opositores en todo el país.
Tras la caída del régimen de Al Asad, cuya familia llevaba 54 años en el gobierno de Siria, Al Hamwi (40) ha dado su primera entrevista a medios extranjeros detallando cómo su grupo, el Organismo de Liberación del Levante (HTS, por sus siglas en árabe), se comunicaba desde el noroeste de Siria con los rebeldes del sur para crear una sala de operaciones conjunta que permitiera cercar Damasco desde ambos frentes.
Bautizada como “disuasión de la agresión”, la operación para derrocar a Al Asad comenzó a planificarse hace un año. Pero según Al Hamwi, HTS llevaba años preparándose. En 2019 comenzaron a desarrollar la doctrina militar que les permitiría transformar en una fuerza disciplinada de combate a un conjunto heterogéneo y desorganizado de hombres que venían de grupos opositores y yihadistas.
“En la última campaña [agosto de 2019], en la que perdimos una parte significativa de territorio, todas las facciones revolucionarias entendieron cuál era el riesgo principal; el problema fundamental era la ausencia de un liderazgo único y de un control único para la batalla”, dijo desde Jableh, antiguo bastión del régimen, Al Hamwi, que ha sido jefe militar del HTS desde hace cinco años.
Los insurgentes, arrinconados en Idlib
La ofensiva de 2019 del régimen sirio contra las fuerzas opositoras del noroeste logró hacer retroceder hasta la provincia de Idlib a facciones que no tenían muchos vínculos entre sí. En la primavera de 2020, una última batalla dejó a los rebeldes confinados en una pequeña bolsa del noroeste, con Turquía negociando un alto al fuego en nombre de la oposición. En ese impasse con los soldados del régimen es donde se mantuvieron hasta este mes de diciembre.
HTS se dio cuenta de que para derrocar al régimen primero tenía que poner orden en la multitud de facciones insurgentes que habían retrocedido hasta Idlib. A los grupos que rechazaban unirse bajo su liderazgo, los sometía. También luchó contra grupos como Hurras al Din, afín a Al Qaeda y contrario al islamismo más pragmático de HTS. En poco tiempo, HTS se convirtió en la autoridad principal del noroeste de Siria.
Con el mando político unificándose paulatinamente, Al Hamwi se dedicó a entrenar a combatientes y a desarrollar una doctrina militar integral. “Estudiamos al enemigo a fondo, analizamos sus tácticas diurnas y nocturnas, y utilizamos esos conocimientos para desarrollar nuestras propias fuerzas”, explicó. Formado por insurgentes, el grupo se convirtió poco a poco en una fuerza de combate disciplinada con unidades y ramas militares, y fuerzas de seguridad.
HTS también empezó a generar sus propias armas, vehículos y municiones. Sabían que tenían que tirar de creatividad para sacarle el máximo partido posible a sus limitados recursos. Tenían frente a ellos al régimen de Al Asad, mejor armado, con una fuerza aérea y respaldado por Rusia e Irán.
Se creó una unidad de drones, en la que participaron ingenieros, químicos y mecánicos. “Unificamos sus conocimientos y establecimos objetivos claros; necesitábamos drones de reconocimiento, drones de ataque y drones suicidas, priorizando el alcance y la resistencia”, dijo Al Hamwi. La producción de drones comenzó en 2019, agregó.
El último dron de HTS era un modelo suicida al que el propio Al Hamwi bautizó como Shahin, que en árabe significa halcón, “por su precisión y su potencia”. En diciembre se desplegó el Shahin por primera vez contra las fuerzas del régimen, con un éxito devastador: la barata y eficaz aeronave demostró que podía inutilizar vehículos militares de artillería.
Coordinación con las facciones armadas sureñas
Hace un año, HTS comenzó a enviar mensajes a los rebeldes del sur y a darles asesoramiento para crear una sala de operaciones conjunta. El sur de Siria llevaba desde 2018 bajo control del régimen y los rebeldes se habían visto obligados a pasar a la clandestinidad, aunque había combates intermitentes. Gran parte de la cúpula militar del sur se había exiliado en Jordania, desde donde mantenía contacto con sus hombres.
Con la ayuda de HTS, fue posible crear una sala de operaciones que reunía a los comandantes de unos 25 grupos rebeldes del sur para coordinar a sus combatientes, entre sí y con los de HTS en el norte. El plan era que HTS y sus aliados se acercaran a Damasco desde el norte, y los demás lo hicieran desde el sur, para una posterior unión de los dos grupos en la capital siria.
A finales de noviembre, el grupo decidió que el momento había llegado. Ante todo, querían evitar que se acentuara la tendencia iniciada por Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, potencias regionales que tras años de aislamiento diplomático normalizaron sus relaciones con el régimen de Al Asad. Otra clave era resistir a la intensificación de los bombardeos en el noroeste de Siria.
Por último, HTS vio una ventana de oportunidad en el difícil momento que estaban pasando los aliados internacionales de Al Asad. Rusia, que había sido el principal proveedor de apoyo aéreo, se había empantanado en Ucrania. Y los milicianos chiíes de Irán y el grupo libanés Hizbulá, los más feroces de las tropas terrestres de Al Asad, estaban en retroceso debido a su enfrentamiento con Israel.
HTS lanzó su operación y el 29 de noviembre entró en Alepo. Los combatientes de Hizbulá trataron de defender la ciudad, pero se retiraron enseguida. El grupo se quedó asombrado por la velocidad con la que había caído la segunda ciudad más importante de Siria, la misma que Al Asad había recuperado de manos de los rebeldes en 2016, después de cuatro años de lucha.
“Teníamos la convicción, apoyada en antecedentes históricos, de que Damasco no podía caer hasta que Alepo cayera, la fuerza de la revolución siria se concentraba en el norte; una vez liberada Alepo, creíamos que podríamos avanzar hacia el sur, hacia Damasco”, afirmó Al Hamwi.
Tras la caída de Alepo, el avance de los rebeldes por el noroeste parecía imparable. Cuatro días después, se hicieron con la ciudad de Hama y el 7 de diciembre iniciaron su ofensiva sobre Homs. Tomar la ciudad fue cuestión de horas.
Según Abu Hamzeh, uno de los líderes de la Sala de Operaciones para la Liberación de Damasco, el plan era que los rebeldes del sur esperaran a que cayera Homs antes de iniciar su propia rebelión en el sur. Pero el entusiasmo hizo que comenzaran antes y expulsaran rápidamente de Daraa a las fuerzas del régimen. Llegaron a Damasco antes que HTS. El 8 de diciembre, Bashar Al Asad huyó del país.
Al Hamwi es ingeniero agrónomo licenciado en la Universidad de Damasco. El régimen de Al Asad lo forzó a desplazarse a Idlib junto a su familia. Ahora pasará a desempeñar un papel en el nuevo gobierno interino. Construir un nuevo país no es tarea fácil, una afirmación con la que Al Hamwi dijo estar de acuerdo. Uno de los temores de las minorías religiosas es que el grupo islamista imponga sus propios dogmas.
“Afirmamos que las minorías en Siria forman parte de la nación y tienen derecho a practicar sus ritos, su educación y su culto como todos los ciudadanos sirios”, aseguró Al Hamwi. “El régimen sembró la división y nuestra intención, en la medida de lo posible, es terminar con estas divisiones”.