El Banco Mundial ha sido acusado de financiar proyectos agrícolas en Uzbekistán vinculados al trabajo infantil y trabajo forzoso promovidos por el Estado en la industria de algodón del país.
En un informe publicado el martes pasado, Human Rights Watch y el Foro Uzbeko-alemán para los Derechos Humanos aseguran haber documentado trabajo forzado sistemático y casos de trabajo infantil en una zona donde el Gobierno uzbeko está implementando un proyecto de riego financiado por el Banco Mundial.
Los grupos de derechos humanos denuncian que sus investigaciones apuntan a un continuo uso del trabajo forzado en el sector de algodón del país y afirman que es “altamente probable” que otros proyectos financiados por el Banco Mundial también estén afectados.
El Banco Mundial ha declarado que confía en sus procesos de supervisión y ha señalado que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de la ONU, contratada para llevar a cabo el trabajo de vigilancia en el país, concluyó recientemente que no se había encontrado ningún tipo de trabajo forzado o trabajo infantil en proyectos financiados por el Banco Mundial.
La OIT ha defendido su trabajo de seguimiento de los proyectos y ha invitado a los activistas a compartir información con la organización y notificar cualquier caso que identifiquen. Uzbekistán es uno de los mayores productores de algodón del mundo. Este sector genera más de 875.000 millones de euros anuales.
Entre 2015-2016, el Banco Mundial invirtió 450 millones de euros en proyectos agrícolas y de regadío en todo el país, con la condición de que el Gobierno debe cumplir las leyes nacionales e internacionales que prohíben el trabajo infantil y el trabajo forzado.
Uzbekistán ha recibido muchas críticas por el uso de mano de obra agrícola obligatoria en su industria nacional de algodón. Se acusa al Gobierno de una movilización forzada masiva de gente para trabajar como jornaleros sin remuneración durante la sesión de la siembra y la cosecha.
“Están encubriendo los abusos”
En los últimos años, tras las prohibiciones sobre el algodón uzbeko por parte de marcas de moda y comerciantes internacionales alarmados ante la movilización generalizada de menores en los campos, el país se ha embarcado en una serie de reformas para erradicar el trabajo infantil de su industria de algodón. Aun así, los activistas de derechos humanos afirman que el trabajo forzado, y en ocasiones el trabajo infantil, sigue existiendo.
Los investigadores que han trabajado en el informe han realizado cerca de 100 entrevistas a gente de todo el país. Los entrevistados alegan que fueron objeto o testigos del trabajo forzado o infantil en la industria de algodón.
Afirman que el Gobierno ha obligado a profesores, estudiantes, trabajadores de la salud y otros empleados del sector público o privado, y en ocasiones a menores, a recoger el algodón bajo coacción. Se denuncia que activistas de derechos humanos que intentaron hacer un seguimiento de las condiciones durante la cosecha han sido amenazados, golpeados y detenidos.
El informe afirma que sus entrevistas y el acceso a comunicaciones y documentos filtrados del Gobierno muestran que es “altamente probable” que otros créditos agrícolas del Banco Mundial e inversiones en educación estén vinculados a un trabajo forzado continuado.
El Foro Uzbeko-alemán para los Derechos Humanos afirma que el Banco Mundial, al elegir una supervisión limitada e inefectiva, ha estado encubriendo efectivamente los abusos gubernamentales. “El Banco Mundial está encubriendo el sistema de trabajo abusivo de Uzbekistán en la industria de algodón”, señala Umida Niyazova, directora de la organización. “El apoyo del Banco Mundial a estos proyectos ha creado la impresión de que Uzbekistán está trabajando de buena fue para acabar con el trabajo forzado, cuando esto no es así”.
Tanto el Banco Mundial como la OIT han cuestionado las conclusiones del informe. “El Grupo Banco Mundial no consiente el trabajo forzado de ningún tipo y se toma en serio las informaciones sobre incidentes en el sector del algodón en Uzbekistán”, ha señalado un portavoz de la institución. “Seguimos expresando nuestras fuertes preocupaciones en materia laboral al Gobierno de Uzbekistán y hemos estado trabajando con la OIT para poner en marcha un robusto programa de monitoreo”, ha añadido.
El banco ha explicado que en febrero de este año, tras una serie de viajes de supervisión, la OIT no identificó “incidencias de trabajo infantil ni trabajo forzado en los proyectos agrícolas, de agua y de educación apoyados por el Banco Mundial”.
Una supervisión limitada
En el informe, las organizaciones critican a la OIT por su supervisión de los proyectos del Banco Mundial. Se afirma que las operaciones de supervisión de la OIT sobre las condiciones de trabajo en los campos de algodón se han llevado a cabo bajo la presencia de oficiales del Gobierno con una política de pedir a la población local que declare si ha sido coaccionada para trabajar.
“La OIT es una agencia de la ONU tripartita compuesta por empleadores gubernamentales y representantes de los trabajadores. La colaboración de la OIT con el Gobierno Uzbeko y organismos alineados con él socava la efectividad de sus trabajos de supervisión, que no reflejan la realidad sobre el terreno”, explica Jessica Evans, de Human Rights Watch.
Beate Andrees, director del departamento de principios y derechos fundamentales de la OIT, afirma: “El Banco Mundial nos ha contratado para hacer esta supervisión y nos ha permitido arrojar luz sobre las vulnerabilidades del trabajo forzado y entablar un diálogo con el Gobierno de Uzbekistán, lo que ha creado un cambio positivo de un año a otro”.
“La presencia del Banco Mundial en Uzbekistán ha ayudado claramente a traer un cambio positivo y hemos visto un ritmo extraordinario en el progreso de Uzbekistán respecto a las reformas en la industria de algodón”, asegura Andrees.
El nuevo presidente del país, Shavkar Mirziyoyev, ha prometido cambio tras dos décadas de gobierno autoritario bajo Islam Karimov, de cuya muerte se informó en septiembre de 2016. La OIT y Human Rights Watch coinciden en que el nuevo liderazgo es una oportunidad para los gobiernos e instituciones internacionales para presionar por amplios cambios en el sector del algodón.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti