La cola daba la vuelta a la manzana y llegaba hasta la zona de estacionamiento de un hotel. Miles de personas querían asistir a un acto de campaña electoral en Medicine Hat, una pequeña ciudad situada en la provincia de Alberta, en el corazón conservador de Canadá, con la esperanza de poder ver a Justin Trudeau.
Unos 800 consiguieron entrar y vitorear a Trudeau cuando este explicó que cuando tenía tan solo siete meses había visitado esta ciudad por primera vez con su padre.
Cuando terminó el acto, el líder del Partido Liberal se dio un baño de multitudes en la calle, ya que unas 1.600 personas se habían quedado cerca de unos altavoces para escuchar su discurso. Saludó y se hizo selfies con sus admiradores.
Esta calurosa bienvenida no tuvo lugar durante la campaña electoral que culminó con la victoria de Trudeau ni tampoco durante los primeros días de euforia tras su toma de posesión, un año atrás. Se produjo el mes pasado, durante unas elecciones locales y sirve para ilustrar la extraordinaria luna de miel que ha definido el primer año de Trudeau como primer ministro.
“Se trata de una situación insólita”, indica Nik Nanos, de Nanos Research: “Durante mis 20 años de carrera nunca he conocido a un político capaz de tener una luna de miel de un año con los ciudadanos”.
Algunos cuestionan que “luna de miel” sea la expresión correcta para definir este fenómeno. “Las lunas de miel duran un mes, tal vez dos, y quizás tres, pero no un año entero. Estamos ante una situación completamente distinta”, señala Frank Graves, de EKOS Research Associates. “Durante todos los años que he coordinado sondeos, y han sido bastantes, nunca he visto nada remotamente parecido”.
El profesor de las 219 promesas
Trudeau tomó posesión del cargo un año atrás. Este exprofesor de instituto y monitor de snowboard de 44 años se convirtió en diputado durante un gobierno de mayorías, tras una campaña en la que presentó un ambicioso plan que incluía un papel más activo en la lucha contra el cambio climático, impulsar la maltrecha economía del país y mejorar la relación con los pueblos indígenas.
Durante la campaña presidencial, el político consiguió elaborar una lista con 219 promesas que parecían ofrecer algo a todos y cada uno de los ciudadanos. Hasta la fecha, ha logrado cumplir 34 promesas y poner en marcha las medidas necesarias para cumplir otras 64.
Entre muchas otras medidas, durante su primer año de mandato, el gobierno ha dado alas a los científicos que trabajan para instituciones públicas, ha puesto fin a los bombardeos de su país contra el Estado Islámico y ha permitido la entrada de 33.239 refugiados sirios.
No todo ha sido un camino de rosas: los pueblos indígenas han mostrado su descontento con Trudeau y su equipo ya que consideran que no los tienen en cuenta y los votantes del Partido Verde de Canadá se preguntan por qué el gobierno tiene el mismo plan de reducción de emisiones de carbono que sus predecesores. Trudeau ha sido criticado por falta de transparencia tras organizar eventos de recaudación de fondos en los que se puede conversar con los ministros a cambio de pagar una entrada de 1.400 dólares. En un foro sobre juventud y empleo celebrado la semana pasada, decenas de delegados dieron la espalda al primer ministro y le instaron a cumplir con su promesa de abordar el desempleo juvenil.
Sin embargo, todas estas críticas son pequeños contratiempos para un gobierno extremadamente popular. Todas las encuestas señalan que si se convocaran unas elecciones, Trudeau y su partido se harían con un mayor número de escaños en la Cámara de los Comunes. El año pasado obtuvieron 184 escaños respecto al total de 338. “Lo cierto es que son completamente distintos de los gobiernos anteriores”, señala Nanos.
La popularidad del gobierno de Trudeau no tiene nada que ver con la polarización causada por el gobierno conservador de Stephen Harper, que ignoró sus obligaciones con respecto al cambio climático, recortó los fondos destinados a las medidas de promoción de la igualdad de género e intentó prohibir la entrada de las mujeres con nicab a actos públicos.
Como mostraron los resultados de las elecciones celebradas el año pasado, los ciudadanos querían un cambio. Muchas de las medidas impulsadas por Trudeau hasta la fecha, desde investigar la desaparición y el asesinato de miles de mujeres indígenas hasta la paridad de género en su gabinete, quieren demostrar que está impulsando el cambio que prometió.
Una oposición débil
Nanos señala que la fortaleza de Trudeau contrasta con la debilidad de los principales partidos de la oposición. Los conservadores y el Nuevo Partido Democrático no tienen un líder estable y no son capaces de presentar una alternativa que se sitúe a la derecha o a la izquierda del Partido Liberal.
“Los liberales no deberían presumir en exceso de su popularidad porque lo cierto es que ahora mismo los otros partidos no presentan una alternativa y no representan una amenaza”, indica Nanos. La luna de miel de Trudeau con los ciudadanos podría prolongarse hasta 2017, cuando los dos partidos de la oposición elijan a un nuevo líder.
La popularidad de Trudeau se ha mantenido inalterable a pesar de que durante los nueve primeros meses de su mandato la Cámara de los Comunes ha protagonizado el periodo menos productivo de las últimas dos décadas, según datos de la Biblioteca del Parlamento.
Su gobierno indica que esta pasividad se debe al gran número de consultas. Sin embargo, Darrell Bricker, de la consultora Ipsos Public Affairs, señala que la prioridad de los canadienses no parece ser el contenido. “Cuando les preguntamos a los ciudadanos si dan más importancia al estilo que al contenido, nos respondieron que sí, que lo que realmente les gusta es el estilo (de Trudeau)”.
Los canadienses se hacen selfies con Trudeau a lo largo y ancho del país y las redes sociales difunden fotografías del primer ministro sin camiseta o con su esposa, la expresentadora de televisión Sophie Grégoire Trudeau.
“Es el primer ministro selfie, ¿no es cierto?”, indica Bricker, en alusión al apodo que le han dado sus detractores. “Hace todo lo que Harper no haría, para bien o para mal. Y eso simboliza el cambio”.
Señala que ahora empieza el trabajo duro. El gobierno tiene que contar cómo piensa legalizar la marihuana para uso recreativo, cómo reformará el sistema electoral o cómo cumplirá los objetivos que se ha marcado para reducir las emisiones de carbono. Tras un año en el que ha hecho promesas imprecisas para mantener un equilibrio entre la protección del medio ambiente, una relación conflictiva con los pueblos indígenas y una situación económica débil, el gobierno de Trudeau deberá tomar decisiones en lo relativo a varios proyectos energéticos a gran escala. “Por primera vez, se verá obligado a elegir un bando”, señala Bricker.
Este reto podría presentar una dificultad añadida: la atención de los medios de comunicación internacionales. Aunque es el primer ministro de un país que a menudo se ve eclipsado por su vecino, Trudeau ha recibido la atención de los medios de comunicación del mundo entero, que se han hecho eco de sus opiniones feministas o sus conocimientos de física cuántica. Graves, de EKOS Research Associates, cree que esta cobertura no ha hecho más que aumentar su popularidad en Canadá. “En mi opinión, uno de los motivos por los cuales los canadienses están tan contentos con este gobierno es que les gusta la imagen que proyectan en la escena internacional”.
Afirma que esto contrasta con la imagen que proyectaba el gobierno anterior. “Los datos muestran que a los canadienses les avergonzaba la imagen que proyectaban con medidas relativas al cambio climático o políticas con respecto a Israel o el militarismo”.
Graves indica que el índice de aprobación se ha mantenido a pesar de que el estancamiento económico y el crecimiento de las desigualdades sociales hacen que Canadá presente las peores perspectivas económicas de las últimas dos décadas. “De alguna manera, ha sabido sacar provecho del mismo estado de ánimo que ha hecho posible el Brexit o un fenómeno como Donald Trump, si bien el mensaje es completamente distinto; no se propone recuperar el control del país o cerrar las fronteras y construir muros sino que tiene un enfoque mucho más optimista”.
Con el objetivo de sanear la economía, el gobierno ha prometido que invertirá miles de millones en infraestructuras. Para garantizar el progreso de la clase media, han aumentado los impuestos del 1% más rico y de este modo la clase media se ha podido beneficiar de un recorte fiscal. También ha impulsado un nuevo programa de subsidios familiares.
Según Graves, estas medidas deberían empezar a crear riqueza o, de lo contrario, el gobierno podría ver cómo su popularidad empieza a caer.
También menciona los retos que el gobierno debería abordar en su segundo año de mandato, como por ejemplo, la renovación democrática y el cambio climático.
“Son retos abrumadores. El 'lo estamos meditando' no funciona eternamente. En algún momento tendrán que dar respuestas concretas y sólidas y lidiar con estos graves problemas”.
Traducción de Emma Reverter