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Ciudad en hundimiento: Venecia lucha contra la peor crisis turística de Europa

Turistas aglomeradas en la Plaza San Marcos, Venecia.

Paula Hardy

El viernes 15 de marzo fue un día extraño en Venecia: en el vestíbulo frente a la estación de trenes de Santa Lucía había más venecianos que turistas.

Los jóvenes venecianos habían faltado a clase para unirse a la huelga global de jóvenes contra el cambio climático y sostenían carteles con frases como “Si el clima fuera un banco, ya lo habríais salvado”. El movimiento es especialmente relevante en Venecia, ya que una subida de sólo 50 centímetros del nivel del mar podría dejar la ciudad bajo el agua.

Pero, si bien la crisis climática es importante, la ciudad se enfrenta a un peligro más inmediato: el auge turístico, que actualmente se calcula en unos 25 millones de visitantes por año y se estima que en 2025 serán 38 millones.

Europa, que ya es el mayor mercado turístico del planeta, recibió 713 millones de turistas internacionales en 2018, lo cual supuso un aumento del 8% respecto del año anterior, según la Organización Mundial del Turismo de la ONU. Sin embargo, el aumento es aún mayor en las ciudades europeas: desde 2008, las estancias de una noche aumentaron un 57%. Si bien el turismo trae importantes beneficios económicos –sólo en Venecia los ingresos brutos anuales son de 2.000 millones de euros–, el exceso de turismo hace que ciudades como Barcelona, Amsterdam, Dubrovnik y otras llenen titulares por cuestiones como el acceso a la vivienda, el impacto medioambiental y la destrucción del estilo de vida local.

En 2016, en Dubrovnik, los vecinos se escandalizaron cuando el alcalde les pidió que se quedaran en casa para evitar las multitudes que desembarcarían de varios cruceros. Desde entonces, el nuevo alcalde, Mato Frankovic, ha restringido el número de cruceros que pueden atracar en el puerto de la ciudad a dos por día, ha reducido en un 80% la cantidad de chiringuitos de recuerdos y ha reducido en un 30% la cantidad de mesas de restaurantes en espacios públicos. En ciudades como Palma, San Sebastián, Praga y Salzburgo, problemas similares de aglomeración hacen cada vez más frecuentes las protestas de vecinos.

Una de las protestas más dramáticas fue la llamada No Grandi Navi (“No a los barcos grandes”) de 2016 en Venecia, en la que los vecinos salieron al Canal Giudecca en pequeñas embarcaciones de pescadores para bloquearles el paso a seis enormes barcos cruceros. Y, aunque este año se han anunciado planes de redirigir a los cruceros más grandes a un nuevo puerto en Marghera (que aún no se ha construido), los activistas todavía reclaman un puerto fuera de la laguna del Lido, donde históricamente estibaban los grandes barcos de carga.

Esta es sólo una de las formas en que la República de Venecia protegía el equilibrio de la laguna y el complejo sistema de comercio a su alrededor. De hecho, el haber mantenido la laguna durante más de mil años es un logro singular, porque una laguna costera por definición es un fenómeno natural transitorio. La laguna costera de Venecia se hubiera encenagado hace 500 años si no hubiera sido por la cuidadosa protección medioambiental, la prudente intervención técnica y la estricta regulación comercial: un proyecto histórico que ofrece importantes lecciones para el turismo.

Vaciar contenedores cada 30 minutos

Actualmente, una nueva generación de ciudadanos y emprendedores comprometidos está asumiendo ese desafío, combinando activismo de base con iniciativas socialmente conscientes y sostenibles para salvar su isla. Pensemos en la basura. Todo lo que entra a Venecia debe salir a través de un complejo sistema de recolección y reciclaje. Cada día, un ejército de trabajadores de saneamiento golpea cada puerta de la ciudad, recogiendo la basura que será sacada de la ciudad en barcazas. Sin embargo, esas mismas reglas –y multas– no se aplican a los turistas, a pesar de que durante la temporada alta los cubos de basura de la Piazza San Marco se tienen que vaciar cada media hora.

Harta de los desechos plásticos que generan sus dos hoteles boutique -el Novecento y el Hotel Flora–, la familia Romanelli ha pasado a la acción, eliminando las botellas de plástico de sus propiedades y alentando a los huéspedes a rellenar botellas de acero en las históricas fuentes de Venecia, para lo cual proveen un mapa. “No nos hacemos los Leonardo Di Caprio, pero con estas pequeñas acciones esperamos lograr algo positivo”, afirma el propietario, Gioele Romanelli.

Con sólo 50 habitaciones y 40 empleados, calculan que ahorran unas 36.000 botellas de plástico al año. Si eso se multiplica por las 40.000 camas turísticas que se calcula que hay en Venecia –y ni hablemos de los restaurantes o la basura que descargan los cruceros–, se podrían ahorrar cientos de millones de botellas cada año. “Nuestros niños aprenden sobre estas cosas en el colegio y todos llevan su propia botella recargable, así que ¿por qué no hacerlo nosotros?”, concluye Heiby, la esposa de Romanelli.

Fairbnb, el Airbnb por un turismo sostenible

Ocuparse de la cuestión de la basura es sólo el esfuerzo más tangible para generar un turismo más sostenible en Venecia. Este junio se lanzará Fairbnb, un sitio web sin fines de lucro para alquilar pisos o habitaciones a turistas. Fairbnb sólo permite anfitriones locales, acepta una sola propiedad por anfitrión y dona la mitad de la comisión del 15% a proyectos sociales.

Su llegada no podría ser más oportuna. Desde 2015, los alquileres turísticos de Airbnb en Venecia se han triplicado, de 2.441 a 8.320, según Airdna. De ellos, el 80% son alquileres de propiedades enteras, muchas de agencias o inversores extranjeros. Un informe de 2018 realizado por el Centro Studi di Federalberghi Nazionale concluyó que el anfitrión más prolífico de la ciudad tenía 135 propiedades en alquiler.

Otras ciudades europeas están lidiando con problemas similares. Barcelona está persiguiendo los alquileres ilegales de pisos y ha logrado acceso a la base de datos de anfitriones de Airbnb para encontrar infractores. En Madrid, ahora sólo se permite alquilar propiedades que tengan su propia entrada. Mientras tanto, en Palma de Mallorca directamente se han prohibido los alquileres turísticos de corto plazo en apartamentos de varias viviendas.

“En Italia no hay regulación del mercado de alquileres, así que la única forma de cambiar las cosas era ofrecer un mercado alternativo”, explica Emanuele dal Carlo, veneciano y uno de los cinco fundadores de Fairbnb. “No estamos en contra de Airbnb. Sólo queremos demostrar que es posible crear un modelo de turismo que le funcione tanto a las comunidades locales como a los visitantes”.

Al hacer la reserva, los clientes de Fairbnb eligen a qué proyecto quieren ayudar y son invitados a conocerlo o participar: en Venecia esto puede significar unirse a un grupo de voluntarios que borran pintadas o ayudar a convertir un antiguo taller de barcos en un centro educativo.

“Queremos recuperar la conexión entre los turistas y los vecinos, algo que actualmente hemos perdido”, señala dal Carlo. “Hoy en día, se puede visitar un sitio sin conocer ningún habitante del lugar. Pero de esta forma puedes unirte a ellos en sus luchas reales o incluso sólo compartir un trago”.

Esta desconexión entre los residentes y los turistas es algo que también preocupa a Valeria Duflot y Sebastian Fagarazzi. Su sitio web Venezia Autentica dirige a los turistas a comercios venecianos que apoyan la economía local sostenible, desde tiendas de estampas a fotógrafos, artistas de mosaicos o remeros. Lo que sucede es que sólo una pequeña porción de los 25 millones de turistas que visitan Venecia frecuentan tiendas y restaurantes de venecianos, argumentan. “Las comercios de calidad en manos locales necesitan más clientes, incluidos los turistas”, dice Duflot.

Helsinki, capital europea de turismo inteligente

En toda Europa hay grupos de activistas que luchan por preservar las culturas locales. En 2017, el movimiento social Morar em Lisboa, junto a 30 asociaciones locales, escribió una carta abierta denunciando la excesiva dependencia de Lisboa del turismo y la especulación inmobiliaria. Y el pasado mayo, 14 ciudades e islas –10 de ellas españolas, junto a Venecia, Lisboa y Malta– se unieron para conformar la Red de Ciudades del Sur de Europa Frente a la Turistificación, argumentando que el turismo masivo provoca un aumento del precio de los alquileres, contaminación, pérdida de comercios locales y la proliferación de empleos de baja calidad.

A esto se refería el Parlamento Europeo cuando en 2015 declaró que “el turismo en Europa debe pasar de un modelo de crecimiento cuantitativo a un modelo cualitativo que lleve a un desarrollo estable y sostenible”.

Como puntapié inicial a esta nueva forma de pensar el turismo, en 2019 se nombró a Helsinki capital europea de turismo inteligente por su estrategia de turismo orientado a lo local, que se basa en la sostenibilidad y la noción de que lo que hace atractiva a una ciudad para sus vecinos la hace también atractiva para los turistas.

Este foco en la calidad de vida de una ciudad es lo que el científico de datos veneciano Fabio Carrera cree que es la clave para el futuro de Venecia. Porque si una ciudad no puede retener a su población, nunca será suficiente el dinero que dejen los turistas para evitar que la ciudad decaiga y muera.

Por esto Carrera ha dedicado 30 años de su carrera académica a trabajar en el Centro del Proyecto Venecia, dividiendo su tiempo entre el Instituto Politécnico Worcester, el prestigioso Instituto Santa Fe y Venecia. Durante ese tiempo, ha supervisado más de 250 proyectos que abarcan los desafíos de la ciudad: el mapeo de cada puente, cada campanario, cada fuente y cada transbordador.

El centro también rastrea flujos turísticos y ha concluido que Venecia tiene la capacidad máxima de recibir a 55.000 turistas por día, o 20 millones por año, si se mantienen los estándares europeos de seguridad. Este tope no está lejos de la cifra actual de 25 millones, señala. Sólo se debe gestionar mejor.

Una nueva ola de herramientas digitales podrían ofrecer algunas soluciones. En SerenDPT, la incubadora de emprendimientos del centro, los estudiantes están trabajando en proyectos como aplicaciones para transporte inteligente, esquemas de hipotecas híbridas que utilizan los ingresos por alquileres turísticos para ayudar a obtener compensaciones y un Centro de Control Inteligente para el ayuntamiento de la ciudad que esperan poder exportar a otras ciudades. Él cree que estas nuevas ideas de negocios, entre otras cosas, pueden crear el tipo de empleo de calidad que podría reflotar la economía local.

Carrera dice que ninguna otra ciudad se enfrenta a un desafío turístico mayor que Venecia. Pero dado las complejas y únicas características de contención de la ciudad, no hay lugar mejor equipado para lograr un turismo sostenible. “Las generaciones jóvenes han andado por el mundo”, afirma. “Han visto otras posibilidades y quieren traerlas a Venecia”.

Traducido por Lucía Balducci

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