Conservadores decentes, no seáis cómplices de un candidato islamófobo
Hablad ahora, tories decentes, o sed condenados para siempre por vuestra complicidad. Zac Goldsmith (el candidato conservador a la alcaldía de Londres) está explotando gratuitamente los prejuicios contra los musulmanes para ganar las elecciones municipales de la capital británica de este jueves. Su campaña se ha ganado un hueco en los libros de historia. Se une al salón político de la vergüenza en el que está la infame campaña racista de los tories de Smethwick de 1964 y la homófoba de los liberales de Bermondsey de 1983.
No hay excusas. El conservador de toda la vida Peter Oborne ha calificado la campaña de Goldsmith como “la más repulsiva que he visto nunca como reportero político”. La excandidata conservadora Shazia Awan la ha tachado de “racista”. “Este no es el Zac Goldsmith que yo conozco”, afirma la tory baronesa Warsi, “¿estamos luchando los conservadores por destruir a Zac o por ganar estas elecciones?”. Varios antiguos votantes conservadores han contactado conmigo para compartir su repugnancia. Para el resto de tories, no seguir el camino de estos les lleva a compartir la culpa.
Confrontar con los que están en tu mismo bando no es fácil, pero a veces es necesario. En los últimos días me han tachado de lacayo de las élites, marioneta del gobierno israelí, trepa de derechas y vendido. ¿Por qué? Porque condené lo que Jeremy Corbyn calificó, de forma acertada, de comentarios “inaceptables” por parte de Ken Livingstone, apoyé la suspensión del exalcalde de Londres y respaldé su admirable decisión de abrir una investigación sobre el antisemitismo.
No me hago el sordo ante las acusaciones de antisemitismo porque impliquen a mi propia familia política. La gran mayoría de los activistas de izquierdas que conozco se oponen con firmeza al antisemitismo, pero la izquierda no puede ser complaciente cuando se trata de la amenaza del racismo.
El tema del racismo no es algo con lo que sumar puntos. Es realmente grave. Cuando miro la venenosa campaña de Goldsmith no siento ningún placer, ningún entusiasmo por que su fanatismo se pueda usar para obtener beneficios políticos. Me produce mucho miedo. Miedo porque los tories no lo estarían haciendo si los focus groups y las encuestas no les indicaran que funciona. Miedo porque está ocurriendo en 2016. Miedo por el daño que está infligiendo a los musulmanes y a la cohesión social, a la terrible lección que se está dando sobre lo que pasa cuando un musulmán se presenta a un cargo público de relevancia, lo cual sin duda solo ayudará al trabajo de reclutamiento que hacen los extremistas.
La campaña tory ha tratado de mostrar a Sadiq Khan –el candidato laborista a la alcaldía de Londres, que recibió amenazas de muerte por apoyar el matrimonio igualitario– como el peón de los extremistas islámicos. Han intentado vincularlo con las opiniones de personas a las que, por ejemplo, defendió como abogado de derechos humanos, o con las que compartió tribuna cuando era director de Liberty.
Una de ellas es Suliman Gani, imán de la circunscripción de Khan. David Cameron se sirvió de su inmunidad parlamentaria para vincular a Khan con Gani y –por muy desagradables que sean las opiniones de Gani– lo acusó falsamente de ser seguidor del ISIS. Luego se supo que Gani en realidad es conservador, que se peleó con Khan por el matrimonio igualitario, que ha compartido tarima varias veces con diputados y activistas tories, que le han fotografiado con Goldsmith y que le han pedido que busque más musulmanes para una reunión conservadora.
El fin de semana pasado, Goldsmith escribió un artículo en el periódico The Mail on Sunday, acompañado con una foto de los atentados de 2005 en el metro de Londres, en el que argumentaba que una victoria de Khan sería una “catástrofe” por la amenaza del terrorismo. Se ha basado en el perfil étnico para atacar, por ejemplo, a los indios guyaratís, para lanzar la afirmación falsa de que Khan pondría impuestos a las joyas familiares, y una vez más recurrir a la amenaza del terrorismo como motivo para no votar a Khan.
Los conservadores tienen que elegir. ¿Pasar a la historia como aquellos que alzaron la voz o como aquellos que, de forma vergonzosa y cobarde, se quedaron callados o incluso apoyaron este escándalo? No son publicaciones en Facebook compartidas por excéntricos e intolerantes activistas y representantes de un partido. No hay ninguna investigación tory sobre los prejuicios contra los musulmanes, al igual que no la hubo sobre el alcalde conservador, y favorito en la carrera por el liderazgo, Boris Johnson, por sus ataques a Barack Obama por su “origen medio keniata”, por describir a las personas negras como piccaninnies (palabra en inglés con connotaciones racistas) o hablar de “watermelon smiles” (otra referencia racista al estereotipo de que las personas negras son vagas y pasan el día comiendo sandía), o por publicar artículos insinuando que las personas negras tienen un coeficiente intelectual más bajo.
Toda esta campaña está autorizada y orquestada por las más altas instancias del Partido Conservador. No hay excusas. No hay dónde esconderse. Hablad ahora, como han hecho otros tories decentes, o sed condenados por la historia.
Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo