Joe Biden cree que va a ser presidente. Y tiene motivos para pensarlo: es el candidato demócrata con más posibilidades de ganar las primarias, al menos de momento, y su candidatura es sólida, a pesar de que no parece tener una noción clara de las fronteras físicas que debería respeta y que no se corresponden con las normas sociales de 2019. Su problema, a largo plazo, es que sus políticas tampoco se corresponden con el momento actual.
El confiado centrismo de Biden contrasta con no solo el resto de la base demócrata que se sitúa más hacia la izquierda, sino también con todo el país. Su estrategia es simple: tras un mandato turbulento de Donald Trump, los votantes querrán estabilidad. Su lógica es que si mantiene un perfil bajo y evita abordar cuestiones delicadas, los votantes elegirán al paternal y amistoso 'Tío Joe' y no al mordaz Trump. Un líder estable y conocido para tiempos de incertidumbre, ¿no es así?
Biden brilló por su ausencia en la Convención Demócrata celebrada en California la semana pasada. Pero en sus intervenciones, muchos candidatos insinuaron que Biden es el pasado, no el futuro. Y no se equivocan.
La situación no es nueva. Donald Trump ofreció a los votantes algo diferente. Apeló a su indignación y les habló de sus planes para “devolver la grandeza a Estados Unidos”. Hillary Clinton respondió con una campaña que siempre estuvo por detrás de la del candidato republicano, haciendo todo tipo de equilibrios para no defender un programa demasiado polémico y presentándose como una sólida opción anti-trump.
Si los demócratas hubieran escuchado con más atención, habrían oído a millones de estadounidenses decir que no estaban muy satisfechos con las últimas décadas de la política estadounidense. ¿La respuesta de Clinton? “Elígeme a mí. Llevo 30 años en política”.
Su llamado fue lo suficientemente aburrido como para que Hillary perdiera unas elecciones “supuestamente ganadas” contra el metepatas de Trump, un desastre agravado por el sistema electoral antidemocrático de Estados Unidos. Poco se puede hacer para que esto no vuelva a suceder.
Donald Trump ha sido un desastre en muchos sentidos, pero la economía va bien, a pesar de que sus guerras comerciales han hecho todo lo posible por hundirla. Aunque sus políticas han perjudicado a los estadounidenses más vulnerables, su gobierno está muy lejos del “fascismo” que algunos vaticinaron.
Sí, es un presidente de derechas y perjudicial para la clase trabajadora, pero como lo son la mayoría de presidentes republicanos. Un candidato demócrata que se limite a señalar a Trump y a repetir que “esto no es normal” no conseguirá que los ciudadanos lo voten en masa.
Los presidentes que optan a la reelección cuando todavía siguen en el cargo tienen una enorme ventaja. Cuatro de los últimos cinco presidentes de Estados Unidos lograron la reelección. No podemos asumir que cualquier cara bonita podrá derrotar a Trump. Y Biden no es más que eso.
Al posicionarse políticamente, Biden no solo se ha situado a la derecha de los demócratas sino también de la esencia política del país. Ha mantenido conversaciones con la Brookings Institution sobre la posibilidad de recortar Medicare y la Seguridad Social. Apoya los acuerdos comerciales impopulares; critica a los que demonizan a los multimillonarios; tiene una dudosa trayectoria en materia de derechos civiles; y se está alejando lo más posible del programa 'Medicare para todos', una propuesta que cuenta con el apoyo del 70% de los estadounidenses.
No es de extrañar que nuestra depredadora industria de seguros de salud privados esté esperando con los brazos abiertos a que “Biden gane las primarias demócratas sin cambiar su actual opinión en contra del seguro universal financiado con los impuestos”.
Sin embargo, el resto de candidatos demócratas, como Bernie Sanders o Elizabeth Warren, de momento solo han criticado a Biden de forma velada. Algo que tal vez va a cambiar pronto. Aunque los inicios de la campaña se han hecho eternos, lo cierto es que todavía estamos en una fase muy temprana: los primeros debates no empiezan hasta finales de mes.
Muchos progresistas temen, comprensiblemente, que atacar al candidato que supuestamente tiene más posibilidades pueda debilitarlo y darle munición a Trump para las elecciones generales. Sin embargo, es importante cuestionar la trayectoria de Biden. Su base, los demócratas de más edad, necesita saber que no es un candidato en el que se pueda confiar para defender el Seguro Social y el Medicare.
Al cuestionar su programa, especialmente a los ojos de los votantes demócratas tradicionales de más edad, los progresistas podrían romper el mito de la “elegibilidad” de Biden —algo que ya de por sí es extraño dado que Biden lleva intentando sin éxito ser candidato presidencial desde los años ochenta—.
Aunque él parece estar convencido, en ningún lugar está escrito que deba ser el próximo candidato demócrata. Es concebible que lo gane un candidato como Sanders, lo suficientemente audaz como para ofrecer una propuesta de cambio genuina para el país. No sólo para protegernos de la pesadilla de Trump, sino también para proporcionarnos aspiraciones para el futuro.
Incluso si Sanders perdiera las primarias, el hecho de haber cuestionado el programa de Biden podría forzar al partido demócrata a adoptar posiciones más progresistas que realmente le permitirían tener más posibilidades contra Trump. No sólo el programa 'Medicare para todos' es popular entre los votantes; el 60% de los estadounidenses quiere tener universidades gratuitas y la mayoría respalda una garantía de empleo. Las grandes ideas para resolver nuestros problemas sociales, y las propuestas para que los ricos paguen por ellos, son populares. Quienquiera que desafíe a Trump tendrá que defenderlas.
Traducido por Emma Reverter