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The Guardian en español

El discurso de Obama, un impulso para Hillary Clinton

Lucia Graves

Sería difícil exagerar el efecto que puede tener Barack Obama sobre el público. Y cuando se subió al escenario de la abarrotada Convención Nacional Demócrata el miércoles por la noche, no solo lo acompañó la música, sino también los gritos de éxtasis de la multitud.

El escenario renovó su encanto cuando Obama se subió en él. No se trataba de otro político color beige. Era el primer y último amor de Estados Unidos, el único que ha llegado a ser “predicador en jefe”.

En una semana marcada por groseros abucheos, el público se encontró de pronto cantando una canción totalmente distinta. Y en algunos casos, cantando literalmente.

Cuando apareció en vídeo la conmovedora interpretación de Obama de la canción religiosa Amazing Grace (Gracia sublime) en una iglesia de la comunidad negra de Charleston, el público se unió en coro a la canción. Otros parecían fanáticos en un concierto de rock o niños rogándole a su padre que no se vaya de su casa a trabajar. “No nos dejes”, exclamaba uno. “¡Te amamos!”, gritaba otra.

Así ha sido siempre Obama en campaña. Así fue cuando encandiló al mundo con su poder de oratoria en 2004; así derrotó a Hillary Clinton; y así era antes de la Convención Nacional Demócrata, cuando subió al escenario visiblemente envejecido y con el pelo lleno de canas.

Lo que no ha cambiado es su capacidad de nutrirse de la energía de la multitud y devolvérsela multiplicada por mil. “Yo también os quiero”, respondió con una enorme sonrisa.

Pero este miércoles también dirigió su amor en otra dirección: hizo campaña por Hillary Clinton. Y lo hizo como su observador desde hace mucho tiempo, como su rival y como su jefe, y con toda la autoridad y seriedad que le da saber de qué va el puesto.

“Nada te prepara de verdad para las exigencias del Despacho Oval”, afirmó. “Hasta que te sientas delante de ese escritorio, no sabes lo que es gestionar una crisis global, o enviar a gente joven a la guerra. Pero Hillary ha estado en ese despacho, ha sido parte de esas decisiones”.

Los elogios de Obama a la experiencia de Clinton son llamativos porque alguna vez como oponente la maldijo con el distante elogio de ser “bastante agradable”. Pero eso, insistió Obama el miércoles, fue antes de conocerla mejor.

Esta vez no tuvo reparos en hablar de “la Hillary a la que he llegado a admirar”. “Nunca ha habido hombre o mujer más preparado que Hillary Clinton para ser presidente de los Estados Unidos de América”. No lo había en 2008 y no lo hay hoy.

¿Y qué otra cosa ha aprendido a admirar de Hillary? “No importa cuán desalentador sea el panorama, no importa cuánto la estén intentando derribar, ella nunca jamás se da por vencida”.

Obama entiende que de alguna forma solo un presidente demócrata en el poder puede hablar de lo que tendría que hacer Clinton en caso de llegar a la Casa Blanca, y él está más que cualificado para hablar de cómo le servirían la tenacidad y la perseverancia.

Al igual que Michelle Obama utilizó su perspectiva para hablar de la historia de Clinton –cómo es ser primera dama y cómo Clinton ayudó a forjar ese rol como lo conocemos actualmente–, su esposo usó la suya propia para pintar un retrato esperanzador del futuro de Clinton y de su país.

En un discurso en el que podría haberse centrado en los peligros de un eventual triunfo de Donald Trump, Obama eligió estar por encima del miedo. En lugar de ahondar en la intolerancia de Trump, que es un tema que lo toca muy personalmente, habló de ello de pasada, cuando mencionó a sus ancestros estadounidenses y bromeó diciendo: “No sé si tengo todos sus certificados de nacimiento”.

Fue el mismo enfoque humorístico que utilizó el elegido por Clinton para la vicepresidencia,, Tim Kaine, cuando se burló de la oratoria del candidato republicano, pero no se trataba de eso. Se trataba de ir más allá del miedo y proyectar un futuro esperanzador.

“Nuestro poder proviene de aquella declaración eterna que se puso por escrito aquí en Filadelfia hace muchos años”, señaló Obama. “Tomamos esas verdades como evidentes: que todos los hombres fueron creados iguales; que juntos podemos lograr la unión perfecta como pueblo. Eso somos nosotros”.

El público lo acompañaba cantando, aplaudiendo y gritando, agitando sus carteles. Obama estaba haciendo uso del que posiblemente sea su mayor poder: su poder de oratoria. Es el mismo poder que utilizó alguna vez para derrotar a Clinton, solo que esta vez lo estaba usando para ayudarla a ganar. Y por lo que se vio, estaba funcionando.

“Le he dicho a Hillary, y os diré a vosotros, qué ha sido lo que me ha ayudado a levantarme cada vez que me he visto caer”, dijo Obama sobre el final del discurso: “Habéis sido vosotros. El pueblo estadounidense”. Y proclamó: “Hoy os pido que hagáis por Hillary lo que habéis hecho por mí”.

Traducción de Lucía Balducci

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