¿Cuál es la historia y por qué es importante?
Francia elegirá a su nuevo presidente en una votación en dos vueltas, una el 23 de abril y la segunda el 7 de mayo. Los sondeos anticipan desde hace más de dos años que la ultraderechista y autoritaria Marine Le Pen podría ganar la primera vuelta.
Los sondeos sugieren que Le Pen, que ha prometido sacar a Francia del euro y convocar un referéndum para revisar la permanencia del país en la Unión Europea, luego perdería en la segunda vuelta y la presidencia quedaría en manos de un político perteneciente a un partido más convencional.
Por el momento, todo indica que el elegido sería Emmanuel Macron, un exministro de Economía de un Gobierno socialista que se presenta por un partido independiente y de centro. Otra opción, menos probable, es François Fillon, un ex primer ministro de derechas sacudido por un escándalo de supuesta corrupción.
Pero después de la sorpresa del voto al Brexit en Reino Unido y del triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, muchos desconfían de los sondeos. La campaña ha traído muchas sorpresas y una victoria de Le Pen se mira como, al menos, una posibilidad.
Aunque sería difícil que Le Pen pueda cumplir con muchas de sus promesas, su triunfo significaría un fuerte golpe para Europa, agitaría los mercados y se vería como un nuevo paso del crecimiento de la ola antiestablishment.
Por otro lado, un triunfo de Macron sería una señal positiva para los políticos de centro y proeuropeos y, tras de la derrota de Geert Wilders en las últimas elecciones holandesas, indicaría que los resultados de las votaciones de 2016 en el Reino Unido y Estados Unidos no marcaron el final del liberalismo y de la UE.
¿Cómo funciona el sistema francés?
Once candidatos, cada uno apoyado por al menos 500 alcaldes, diputados, diputados europeos o senadores, han logrado presentarse a la primera vuelta. Si ninguno gana por mayoría (más del 50% de los votos), los dos más votados volverán a enfrentarse dos semanas después.
El sistema de dos vueltas, que también se usa en las elecciones parlamentarias, locales y regionales, fue introducido en 1962 por Charles de Gaulle y ha demostrado ser efectivo en mantener a los extremistas lejos del poder: en la primera vuelta votas con el corazón y, como dicen los franceses, en la segunda vuelta votas con la cabeza.
Al margen de quién obtenga la victoria final, estas elecciones ya son excepcionales: según los sondeos actuales, ninguno de los partidos tradicionales de centro-derecha y centro-izquierda que gobiernan Francia desde los años 50 estarán representados en la segunda vuelta.
El Frente Nacional de extrema derecha de Le Pen ha avanzado de forma ininterrumpida: controla 14 ayuntamientos y tiene dos diputados. En las elecciones regionales de 2015, obtuvo el 28% de los votos, su máximo histórico. Pero hasta ahora el sistema francés de dos tandas de votación lo ha mantenido fuera del poder.
Este año, con el Partido Socialista (PS) sumergido en el caos tras la desastrosa presidencia de cinco años de François Hollande, el ex primer ministro Alain Juppé, del partido de derecha Los Republicanos, era el favorito en un principio.
Pero después de vencer inesperadamente a Juppé en las primarias del partido, Fillon, un autoproclamado político de “manos limpias”, fue acusado de dar a su esposa e hijos empleos falsos con sueldos públicos y ahora está siendo investigado. Se ha hundido en los sondeos.
¿Quiénes son Le Pen, Macron y Fillon?
Después de estudiar en el elitista Instituto de Estudios Políticos de París y en la Escuela Nacional de Administración, Emmanuel Macron, de 39 años, trabajó para el Estado brevemente antes de convertirse en socio de la Banca Rothschild. Luego fue asesor y ministro de Economía del gobierno de Hollande.
Nunca se ha presentado como candidato a un cargo público y dice que quiere romper con la “autocomplacencia y la necedad” de los políticos franceses. Un optimista lleno de energía que asegura no ser de derechas ni de izquierdas, sino “pragmático y justo”. Es liberal y pronegocios en cuestiones económicas, pero progresista en cuestiones sociales.
Marine Le Pen, de 48 años, es la tercera hija del fundador del Frente Nacional Jean-Marie Le Pen, que pasó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas de 2002. Abogada, desde que tomó el control del partido en 2011, Marine lo ha desintoxicado y a la vez se ha distanciado de él.
Le Pen, que también está salpicada por un escándalo por empleos falsos, pero en el Parlamento Europeo, quiere poner fin a la inmigración, tratar con mano dura a los delincuentes, erradicar el islamismo, sacar a Francia de la UE y salvarla de la globalización.
Promete que su “nacionalismo económico” beneficiará a las empresas francesas, y que su política de “los franceses primero” beneficiaría a los ciudadanos en cuestiones de vivienda, salud, educación y empleo.
Fillon, de 63 años, fue el primer ministro de Nicolas Sarkozy durante cinco años. Es el típico francés conservador de provincias que le gusta especialmente a la derecha católica –que le sigue siendo leal a pesar de los escándalos judiciales–, por su defensa de los valores familiares tradicionales.
A nivel económico, es mucho más radical: promete reformas de estilo thatcheriano como recortes fiscales y en el gasto público, reducir el empleo público, aumentar la edad de jubilación, liberalizar las leyes laborales y combatir el poder sindical.
¿Cuáles son los temas principales?
Los ataques terroristas de París y Niza que se cobraron 230 vidas en 2015 y 2016 pesan mucho en estas elecciones y han ayudado a Le Pen a tirar de sus temas preferidos: seguridad, inmigración, islam e identidad nacional.
A estos temas, ella sumó la cuestión de Europa, para atraer a aquellos que dicen que Francia debe liberarse de la UE para prosperar. Además, Le Pen despotrica contra la élite inmoral y desconectada de la realidad, un territorio que también ha explorado Fillon con críticas a los medios de comunicación y al Poder Judicial.
Pero las elecciones francesas de este año responden también, y quizás sobre todo, al malestar general y persistente de un país cuya economía hace años que está estancada y cuya tasa de paro no logra bajar de los dos dígitos. Leyes laborales, creación de empleo, impuestos y bienestar social son temas claves en la campaña.
¿Quiénes son los otros?
De los otros ocho candidatos que se presentarán a la primera vuelta, sólo dos esperan conseguir más del 10% de los votos: Benoît Hamon, el candidato oficial del Partido Socialista, y Jean-Luc Melénchon, representante de la extrema izquierda.
Hamon, de 49 años, fue ministro de Educación. Promete llevar su partido más hacia la izquierda, después de que el pésimo y embarullado gobierno de Hollande lo dejara dividido y desmoralizado. Su propuesta más llamativa, además de la legalización del cannabis, es la introducción de una renta básica universal.
Melénchon, de 65 años, fue hace mucho un joven ministro socialista y acabó cuarto en la carrera para las elecciones presidenciales de 2012. Es el representante intrépido y sin pelos en la lengua de la Francia Insumisa: quiere una sexta república, justicia tributaria, terminar con la austeridad y un nuevo orden ecológico, incluso sacando a Francia de la energía nuclear.
¿Quién ganará?
Hace bastante que los sondeos no cambian mucho: Le Pen y Macron están igualados en la primera vuelta, con Fillon detrás a más de siete puntos, y Hamon y Melénchon a la cola.
En la segunda vuelta, se espera que Macron gane a Le Pen por más de 20 puntos. Fillon, si llegara a la segunda vuelta, también ganaría a Le Pen, pero por un margen menor. Ese escenario es más incierto, ya que a gran parte de la izquierda le costaría mucho votar por Fillon.
Muchos analistas dudan de que Le Pen sea capaz de ganar por más del 50% de los votos en la segunda vuelta. Pero puede haber una sorpresa. Le Pen tiene una base de apoyo más sólida: en los sondeos, los votantes del Frente Nacional dicen estar seguros de apoyar a su candidata. Los votantes de Macron no están tan seguros.
Una victoria de Macron no tendría precedentes: nunca hubo un presidente de centro en el Palacio del Elíseo, ni un presidente que no contara con el apoyo político y logístico de uno de los tradicionales partidos de derechas o de izquierdas.
En elecciones pasadas, el sistema de dos vueltas ha permitido a los votantes de izquierda y de derecha formar un “frente republicano” unido contra cualquier candidato del Frente Nacional que llegue a la segunda vuelta.
Hasta ahora, han mantenido ese pacto. Pero muchos analistas temen que ahora se pueda vulnerar. Dicen que los votantes están tan desilusionados y ven a los políticos como tan corruptos e ineficaces, que podrían pensar que el pacto es más bien una ayuda a que la clase política salve su pellejo, en lugar de un bastión contra el extremismo.
Un sondeo reciente mostró que el 89% de los votantes franceses cree que los políticos no les escuchan. Será decisivo el voto de esa gente enfadada y desmoralizada. Y si hubiera otro evento inesperado, como por ejemplo otro ataque terrorista, toda la dinámica de la campaña podría verse afectada.
¿Qué sucederá después de las elecciones?
Un mes después de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, Francia votará en las elecciones legislativas, que también son en dos tandas, el 11 y el 18 de junio. Depende del resultado de estas últimas si el presidente electo puede formar gobierno.
Macron, que presentará candidatos de En Marche!, su joven movimiento, necesitaría construir un nuevo tipo de mayoría con sus candidatos que ganen escaños, y sumando además diputados de centro de ambos lados del espectro político.
Sería extremadamente difícil para el Frente Nacional, que actualmente tiene sólo dos diputados, llegar a los 289 votos que necesitaría Le Pen para tener mayoría, lo cual en la práctica la dejaría fuera de la carrera para gobernar el país.
Además, Le Pen podría encontrarse con otros obstáculos. Por ejemplo, el artículo 88-1 de la Constitución francesa dice que Francia es parte de la Unión Europea. Cambiar la Constitución requeriría el apoyo de la Cámara Baja y del Senado, y además en algunos casos, un referéndum.
Y si bien los presidentes pueden convocar a un referéndum sin tener apoyo parlamentario, ahora necesitan la aprobación del Tribunal Constitucional. En la práctica, sería imposible que Le Pen llevara a cabo su plebiscito del 'Frexit', para dejar la UE.
Traducido por Lucía Balducci