Son muchos los que pudieron querer acabar con Vladlen Tatarski, el bloguero ruso partidario de la guerra que murió el domingo tras la explosión de una bomba en una cafetería de San Petersburgo. Tatarski, cuyo verdadero nombre era Maxim Fomin, era conocido por su vehemente apoyo a la invasión de Ucrania, donde pedía sistemáticamente que Rusia emprendiera una guerra total y abogaba por una violencia extrema que incluía crímenes de guerra.
“Los derrotaremos a todos, los mataremos a todos, saquearemos a quien haga falta y lo haremos a nuestro gusto”, dijo el año pasado ante las cámaras tras una ceremonia celebrada en el Kremlin en la que se confirmaba la “anexión” de cuatro territorios ucranianos.
De minero a bloguero influyente
Fomin, un exminero del carbón en el este de Ucrania, fue condenado por atracar un banco y estaba cumpliendo una pena de prisión allí cuando estalló la guerra de las fuerzas prorrusas contra el Gobierno ucraniano. Fomin afirmó que entonces huyó de la cárcel y se unió a las fuerzas apoyadas por Rusia. Más tarde, se convirtió en bloguero y se mudó a Moscú varios años antes de que Vladimir Putin lanzara su invasión a gran escala contra Ucrania en 2022. Tras el inicio de la guerra, afirmó haberse unido a un batallón de voluntarios y haber luchado en Mariúpol.
Al principio de la guerra pasó a formar parte de un pequeño pero influyente grupo de blogueros que escriben sobre cuestiones militares y que han apoyado abiertamente el conflicto, publicando regularmente actualizaciones que citan a los soldados en el frente o dan primicias sobre posibles ofensivas o grandes decisiones políticas, como movilizaciones. Al mismo tiempo, este grupo ha sido uno de los críticos más virulentos de la campaña militar rusa, y ha tachado a los altos mandos del Ejército de ineficaces y perezosos, y de no preocuparse por las vidas de los soldados rusos que luchan en el campo de batalla.
Sus mensajes en Telegram se han convertido en una alternativa popular a los medios de comunicación estatales. Afirman ofrecer noticias sin filtrar desde el frente, pero a menudo transmiten una línea igualmente agresiva en la que se dice a los rusos que el país duda demasiado y que debería movilizarse para la guerra total contra Ucrania y Occidente.
Tatarski, en particular, pidió repetidamente que se procesara a los generales: por las grandes retiradas de ciudades como Jersón el año pasado, o por los esfuerzos ineficaces para entrenar y equipar a los soldados movilizados. Se había alineado con otros críticos de la cúpula militar, como Yevgueni Prigozhin, el aliado de Putin que fundó el grupo de mercenarios Wagner.
“¿Por qué estamos derramando nuestra sangre? ¿Por qué Zelenski puede desplazarse sin problemas a Jersón?”, preguntó Tatarski en un vídeo publicado el año pasado, en el que llamaba a atentar contra el presidente ucraniano tras la retirada rusa. “O libramos una guerra total o... fracasaremos”.
Entre la pequeña comunidad de blogueros partidarios de la guerra, Tatarski había sido objeto de burlas por exagerar su historial militar. Se había enemistado con Igor Girkin, exlíder de los combatientes apoyados por Rusia, que también se ha mostrado crítico con la estrategia bélica.
Un objetivo fácil
Y lo que es más importante, era el clásico blanco fácil: alguien que era una cara visible de la guerra y, sin embargo, carecía de la protección de algún alto cargo del Gobierno o del Ejército. De hecho, el evento en el que intervino se difundió y la mujer acusada de introducir la bomba en el acto llegó a bromear con él sobre si la estatua que le regaló, un busto de un soldado, tenía un artefacto explosivo en su interior. Poco después, la bomba estalló.
“Los hechos han demostrado lo vulnerables que son estos partidarios activos de la guerra”, dice Tatyana Stanovaya, fundadora de R Politik, una empresa de análisis político.
“No creo que se produzca una reacción masiva del Gobierno: como muestran las experiencias pasadas, el Kremlin intentará normalizar estas situaciones”, subraya la experta. “Nos enfrentamos a la normalización de atentados terroristas que, sin duda, se convertirán en uno de los factores que conduzcan a una desestabilización política interna”.
Traducción de Emma Reverter.