La extrema derecha británica está desesperada, cabreada, acorralada y es peligrosa, tal y como la atrocidad de Finsbury Park bien puso de manifiesto. En solo un año, el número de radicales de extrema derecha registrados por el gobierno ha aumentado en casi un tercio. Las redes sociales están llenas de fanáticos de extrema derecha dando gritos sobre traición y venganza. En su punto de mira se encuentra tanto el mundo musulmán como la izquierda, y necesitamos urgentemente una estrategia para lidiar con esto.
¿Qué está pasando? Hay todo tipo de razones para este aumento. Por una parte, el año pasado la campaña favorable al Brexit tomó la decisión de desplegar un discurso deshonesto y despiadado contra la inmigración. Esta campaña tuvo consecuencias. No se trata solo de que la retórica xenófoba y antiinmigrantes se haya utilizado con aparente legitimidad oficial. Las personas de extrema derecha han visto el Brexit como una revolución nacional –aunque no lo vieran así todos los que votaron por abandonar la UE–, como una oportunidad para librar una guerra cultural contra los valores sociales de la izquierda.
Theresa May ofreció una falsa premisa para convocar sus vanidosas elecciones generales al decir que los laboristas (partido que votó a favor de activar el artículo 50) estaba intentando subvertir el resultado del referéndum. “Aplasta a los saboteadores”, aulló el Daily Mail cuando se convocaron las últimas elecciones. Tal retórica por parte de la prensa –como el infame titular del Mail “Enemigos de la gente”– otorga legitimidad a la forma de ver el mundo de la extrema derecha, en la que sus oponentes son traidores nacionales y saboteadores.
Así que cuando el intento de aplastar a los laboristas fue desastrosamente en contra de los tories, la derecha radical, al parecer, se sintió aterrada porque su versión del Brexit –que para una pequeña parte de la sociedad representa poco menos que una revolución nacional de derechas– estuviera ahora en peligro. Esto es lo que tradicionalmente alimenta la narrativa de extrema derecha la “puñalada por la espalda” –la de que los traidores han entregado a la nación.
Un ascenso de la izquierda –junto al bloqueo del Ukip– también les deja arrinconados. Hace apenas unas semanas, tipos como el exparlamentario del Ukip Douglas Carswell podía alardear: “Estoy disfrutando de estas elecciones hasta el momento. Parece que estamos presenciando la destrucción de la izquierda”. En lugar de terminar viendo su erradicación, el ala izquierda del Partido Laborista está más cerca del Gobierno de lo que ha estado en cualquier momento de la historia.
Mientras que la extrema derecha siempre ha estado obsesionada con la gente judía, hoy en día estos ultras también tienen fijación con el islam y los musulmanes. Después de tres ataques terroristas islamistas en solo unas semanas, algunos creen que los musulmanes son en su conjunto una quinta columna, una amenaza interna para la civilización occidental. Y eso es lo que lleva a lo que podríamos denominar “Breivikismo”.
En el año 2011, el terrorista fascista de nacionalidad noruega Anders Breivik lanzó un ataque islamófobo que no tuvo como objetivo a personas musulmanas. En lugar de eso, su objetivo fueron las juventudes socialistas que para él eran traidores responsables de las migraciones masivas, del multiculturalismo y de la “islamización” de Europa. Según esta visión del mundo, la izquierda es una facilitadora del islam y, por eso, tan culpable como ellos de la destrucción de occidente. Se trata de la misma justificación que llevó al fascista terrorista Thomas Mair a asesinar a la parlamentaria laborista Jo Cox, mientras gritaba, “Reino Unido primero”.
Los predicadores del odio con presencia mediática, como Katie Hopkins y Tommy Robinson, legitiman a estos fanáticos y alimentan la radicalización. Las dosis de bilis rutinarias contra los musulmanes y los migrantes en la prensa británica alimentan también el rencor. El peligro de la extrema derecha no puede hacer más que crecer. Reino Unido se encuentra en estos momentos sin un gobierno efectivo, liderado por una primera ministra que no tiene autoridad. La nación vive ahora su polarización más flagrante desde la guerra.
Hemos sufrido la mayor reducción de salarios desde el siglo XIX, y los sueldos van a volver a recortarse. La economía bien podría desplomarse. Las negociaciones del Brexit darán bandazos de crisis en crisis, dando alas a la paranoia de la extrema derecha en la que Reino Unido está sometido a los ataques de enemigos externos y traidores infiltrados.
En Internet, aquellos que componen la extrema derecha burbujean con rabia que va en aumento contra los musulmanes y la izquierda, pidiendo que se tomen medidas contra ambos. Quizá todos ellos son solo guerreros del teclado, salivando con rabia ataviados con unos calzoncillos sucios. Quizá. Pero son como ratas acorraladas, y todos sabemos cómo se comportan las ratas acorraladas. Si algo bueno se desprende de la atrocidad de Finsbury Park, es una renovada determinación de hacer frente a la extrema derecha.
Traducido por Cristina Armunia Berges