Fuma, baila y bebe cerveza con amigos: Mona Prince quiere ser la próxima presidenta de Egipto
En un bar-restaurante lleno de humo en el centro de El Cairo, la candidata a la presidencia da una calada a un cigarrillo. “Rompo con la imagen de un presidente que todo lo sabe, que se parece a un dios”, cuenta Mona Prince, con un codo apoyado sobre la mesa. Prince, una profesora de literatura inglesa que lleva puesta una gorra de béisbol blanca algo deshilachada, se toma dos cervezas durante la entrevista. “Soy un ser humano, ¡Y el presidente es un ser humano!”, dice entre risas.
El mensaje de que los líderes, incluso el actual presidente Abdel Fatah al-Sisi, pueden cometer errores, también es habitual entre los otros candidatos. “Primero queremos enviar un mensaje de que ningún presidente es inmortal en el cargo, de que hay otros candidatos y de que esto es una competición”, asegura Anwar el-Sadat, sobrino y tocayo del emblemático expresidente de Egipto.
Sadat cuenta a the Guardian que está considerando la posibilidad de postularse como candidato, y que él y su equipo están trabajando en una posible candidatura. Si oficialmente decide entrar en la carrera presidencial de 2018, el conocido antiguo miembro del parlamento sería un buen candidato.
Sin embargo, en un país en el que el actual presidente Abdel Fatah al-Sisi ganó las últimas elecciones con un 96% de los votos, los futuros candidatos no tienen como objetivo ganar. Simplemente, conseguir votos y presentar una alternativa a la actual política dictatorial egipcia sería una victoria. Desde que asumió el poder en 2013 y después ganó las elecciones en 2014, Sisi se ha posicionado como la personificación de la seguridad y la posible prosperidad de Egipto, mientras que toma medidas enérgicas contra cualquier tipo de oposición.
A pesar de que existe poca confianza en que la carrera presidencial de 2018 vaya a ser justa, un puñado de posibles candidatos están teniendo la valentía suficiente como para intentar convencer a la población egipcia de que el cambio es posible.
“En la pugna con Sisi no se trata solo de ganar, sino de crear debate”, explica Sadar. Añade que lo único que le haría tirar la toalla de cara a las presidenciales sería que “sintiese que la competición ya estuviera decidida, estuviese sesgada o careciera de independencia”.
Una candidatura bastante llamativa
A Prince le gusta decir “¡No estamos condenados!” como una especie de grito de rebelión. Su plataforma se centra en utilizar la educación y las artes como una solución para los males que corroen Egipto, incluida la persistente crisis económica y la creciente insurgencia yihadista. Pero su candidatura ha sido recibida con trazas de burla, en parte por su poco ortodoxa manera de anunciar que se postulaba como candidata a través de un vídeo compartido en Facebook en el que aparecía bebiéndose una cerveza mientras departía sobre los problemas políticos del día.
“Ningún candidato presidencial osaría a publicar una foto con una copa de vino o de lo que sea en sus manos, incluso aunque beban”, dice. “No es que quiera promover la bebida en la sociedad. ¡Simplemente estoy siendo honesta! No voy a publicar fotos de mí misma rezando para que la gente sepa que comulgo con la religión. Eso no es lo que me capacita para ser presidenta. Estoy aquí para hacer un trabajo, no para hablar de dios”.
Pero para Prince la polémica, o estar en boca de todos, no es algo nuevo. Actualmente, está suspendida de su puesto en la Universidad en Suez después de enseñar a sus estudiantes el Paraíso Perdido de John Milton, que llevó a la universidad a acusarle de “propagar ideas destructivas” y “glorificar a Satán”. A principios de este año, la universidad comenzó un juicio disciplinario –que sigue abierto– después de que publicase en Facebook un vídeo de sí misma bailando. Prince no solo podría perder su empleo, sino que la universidad podría ir más allá presentando cargos contra ella, lo que podría hacer que fuese completamente imposible que participase en la carrera presidencial.
La mayor parte de las críticas vertidas contra Prince en los medios locales son contra su género, rechazándola por “revelar su vida personal”, y sosteniendo que los bailes y las fotos que publica en bikini no son apropiados para una profesora. Pero ella sigue adelante con su desafío. Asegura que este tipo de críticas no han hecho más que motivarla más para buscar la presidencia.
“La gente siente que necesitamos algún tipo de cambio y, ¿por qué no?”, dice. “Hemos probado el prototipo, un presidente que mira y que habla de un modo. ¿Quizá sea el momento de probar una mujer?”
Pero cualquier relación con la carrera presidencial tiene sus riesgos, a pesar de que todavía quedan meses antes de que empiece cualquier campaña electoral oficial. El abogado especialista en derechos humanos Khaled Ali, conocido por su batalla legal contra el gobierno egipcio a principios de este año para evitar la transferencia de dos islas del Mar Rojo a Arabia Saudí, obtuvo menos de un 1% de votos cuando se presentó a las únicas elecciones democráticas reconocidas internacionalmente que se celebraron en Egipto en el año 2012.
Pero después de que apareciesen noticias que lo relacionaban con un segundo intento presidencial para 2018, de repente se encontró acorralado por una larga batalla legal y con una acusación de tres meses de prisión por un “gesto obsceno”, por culpa de una fotografía hecha meses antes a las puertas de un tribunal de El Cairo. Se espera que Ali presente apelaciones contra esta decisión, pero si se confirma, no podría concurrir en la carrera electoral.
El excandidato Ahmed Shafiq, que perdió ante Mohammed Morsi en 2012, ha insinuado que volverá a presentarse en 2018. A principios del mes de septiembre dijo en televisión que lo anunciaría “en una semana o diez días”, pero no ha ocurrido. Shafiq, ex primer ministro y comandante de las Fuerzas Aéreas egipcias, está vinculado al poderoso ejército del país y al derrocado autócrata Hosni Mubarak. Sin embargo, por el momento no ha vuelto de su exilio de cinco año en los Emiratos Árabes, incluso después de que su nombre se haya eliminado de las listas de vigilancia de los aeropuertos.
Habrá candidatos, aunque sea difícil
A pesar de que cada vez hay más obstáculos, los candidatos de la oposición tienen motivos para criticar al actual presidente. Una encuesta de 2016 elaborada por el Centre for Public Opinion Reserach de Egipto halló que la caída del 14% de la popularidad de Sisi se debe al aumento de precios provocado por la crisis económica. Mientras tanto, un grupo de parlamentarios egipcios han estado presionando por extender el mandato del presidente seis años, sosteniendo que necesita más tiempo para alcanzar sus (desde hace tiempo prometidas) reformas económicas.
El primer desafío al que se enfrentará cualquier candidato será el de entrar en la votación, un acto que requiere una petición de al menos 30.000 firmas procedentes de 15 provincias. Prince afirma que en su página personal de Facebook tiene 110.300 seguidores –su página de campaña tenía 7.230 en el momento en el que se escribió este artículo– por lo que conseguir el número requerido de firmas es factible, a diferencia de su última intentona en 2012. “Si lo consigo, será un logro”, apunta.
Prince cuenta también que está recibiendo mensajes de apoyo de todo Egipto, entre los que se incluyen textos de chicas que se han sentido inspiradas por su descarada imagen pública en un país conservador. Pero encontrar votantes podría resultar más difícil. Se detiene a hablar con dos amigos que están comiendo y tomando una cerveza a mitad de la entrevista, que reconocen que no tienen intención de votar por ella. El camarero de la casa, Saeed, se acerca para hablar con Prince y saber cómo va el progreso de su juicio disciplinario. Los dos son personas cercanas, se conocen desde hace una década.
En cuanto a votar a una de sus mejores clientas, Saeed tiene sus reparos. “Como clienta, es amable y amistosa. Pero no la veo como para ser la responsable de un país. Eso no es fácil”, asegura. “No le votaría. Todo el que se presente para esa posición debe tener experiencia”.
Prince sigue desafiante, y está planeando dar comienzo a su campaña con seriedad a finales de este año. “Algunos me llaman loca, pero creo que necesitamos un poco de locura en nuestras vidas”, asegura. “Necesitamos una pizca de locura en un presidente. Alguien que sea osado”.
Traducido por Cristina Amunia Berges