Llegó la primera ola del calor del año y con ella un fin de semana importante y esperado. Miles de griegos inauguraron la temporada de verano en la costa ateniense refrescándose en el mar y tomando el sol. Ni el tiempo ni el lugar defraudaron.
“¡Vida! ¡Libertad! ¡Aire fresco!”. Eran las palabras que María, una empleada de banca jubilada, saboreaba con entusiasmo. Su amiga Danae añadía “alivio” mientras alzaba los brazos al aire. “Después de tanto tiempo, algo de alivio mental”.
Pero se trata de una libertad medida en metros incluso para aquellos países que, y es el caso de Grecia, han logrado mantener las tasas de mortalidad y contagio en cifras sorprendentemente bajas. María y Danae disfrutaban del sol en tumbonas a un mínimo 10 metros del resto de usuarios de la playa. A su espalda, Zissimos Zissos, empleado municipal, manejaba un dron sobre la playa. Su misión: detectar zonas de posible congestión y lanzar mensajes como “mantenemos la distancia, respetamos la salud pública”.
“Sorprende a la gente, pero lo respetan y se mueven”, sonreía y explicaba Zissos, sin dejar de mirar a los policías municipales que se abrían paso por entre parasoles para advertir a la gente de que si no cumplían las reglas se arriesgaban a una multa.
Las playas griegas entran en “territorio desconocido”
Zissos Giorgios Papanicolau, alcalde de Glyfada, el municipio que gestiona la playa pública al sur de Atenas, afirma que “nos adentramos en territorio desconocido, en un mundo desconocido”. Y añade que “está yendo mejor de lo que esperábamos. Los niños son un poco más difíciles de controlar pero por ahora no ha habido sanciones”.
Ante temperaturas más altas de las habituales en esta época del año y que hacen temer que mucha gente se acerque al mar, el alcalde se ha erigido en voz cantante de un grupo de alcaldes que, desde la semana pasada, le pide al Gobierno algún modelo de tarifa organizada para acceder a las playas de la región de Ática. El viernes pasado, en un movimiento que parece crucial para comprender el turismo que viene, la administración de centroderecha que gobierna el país aceptó incluir 515 playas en una lista de lugares que podían abrirse al acceso público y la actividad económica siguiendo estrictas reglas.
A las 8 de la mañana del sábado, los establecimientos de la playa abrieron sin música, sin alcohol y sin acceso a las instalaciones deportivas que podrían incrementar la interacción social. En cada cambio de cliente se desinfectaban las tumbonas, algunas encadenadas para garantizar que nadie las mueva. La misma lógica aplica a los parasoles, a cuatro metros de distancia entre sí, un espacio que a muchos, incluido Papanicolau, se les hace escaso y respecto al que se demanda incluso el doble de separación. Además, solo se permiten 40 personas por cada 1000 metros cuadrados de playa al mismo tiempo.
Turismo interno y restricciones en las playas del Sur
Todo el sur de Europa necesita que el turismo se salve de la crisis. En Grecia, una quinta parte de la fuerza de trabajo, más de un millón de personas, está empleada directamente en el sector turístico.
En la costa italiana del Mar Jónico, donde el turismo es responsable del 15% del empleo, es muy importante relanzar el sector para que la economía eche a andar de nuevo y garantizar que la brecha entre el norte y sur de la eurozona no aumente más aún. Con esto en mente, el Primer Ministro italiano, Giuseppe Conte, ha prometido a los italianos que este verano podrán irse de vacaciones.
Italia tiene más de 7000 kilómetros de costa repleta de turistas cada verano, la mitad que Grecia. Muchos de ellos alquilan tumbonas y sombrillas para toda la temporada. Los locales ubicados en playas privadas -stabilimenti- son parte fundamental de la economía de los enclaves playeros y se están preparando para abrir después de que las autoridades hayan decretado nuevas normas.
Según las mismas, anunciadas el viernes, hay que reservar las tumbonas, que tendrán que ser desinfectadas antes de cada uso. Es probable que haya que controlar la temperatura y, en función del criterio del encargado de cada playa, podría impedirse el acceso a cualquier persona con fiebre (más de 37,5 grados).
También hay que mantener una distancia de entre dos y tres metros al usar los baños y las zonas de duchas. Las piscinas seguirán cerradas y se recomienda que se eviten las actividades deportivas. Se aplicarán las mismas reglas a las playas de acceso público y gratuito.
Hay incluso rumores de que se ha pedido a algunas personas que lleven códigos electrónicos que permitan seguir sus movimientos y que sea necesario hacer turnos para darse un chapuzón en el mar. Loredana, la persona que maneja Romeo, un local en la playa de Santa Severa, al sur de Roma, dice: “estamos un poco perdidos. No tenemos muy claro lo que tenemos que hacer. Está claro que habrá distancia social y que seguiremos las normas de seguridad mientras el virus siga circulando. Tenemos que entenderlas correctamente. Hemos oídos que podemos empezar el 1 de junio pero no estamos seguros”.
Al igual que Italia, es probable que Grecia se vea obligado a depender exclusivamente del turismo interno este verano. Pero una vez que todo mejore y si todo se ajusta a lo esperado, cuando se relajen los controles fronterizos, a partir del 1 de julio, la competición girará en torno a la atracción del turismo internacional, responsable de la mayor parte de la cifra de negocio. El archipiélago griego, inaccesible al turismo por ahora, permanece libre de coronavirus. El lunes se retomarán los viajes de los ferris que unen las islas con la península.
Los psicólogos conductuales ven la regulación de lo recreativo como un obstáculo. Pero lo que suceda estos días a lo largo de la costa griega enviará una señal importante para entender el futuro que le espera al sur de Europa. “Todos miran hacia Grecia”, dijo Stelios Petsas, portavoz del gobierno, al anunciar la reapertura de playas públicas y privadas, que podrán disfrutarse con un poco más de cuidado que antes.
Traducido por Alberto Arce