En el mercado electoral de Gouda, detrás del museo del queso de la ciudad, todo el caleidoscopio de los partidos holandeses está haciendo el último intento para atrapar a votantes indecisos. Los peatones tienen de todo para elegir: hay nueve partidos representados, todos con presencia actual en el Parlamento, desde los liberales y laboristas, en el Gobierno de coalición, hasta el partido Derechos de los Animales, que cuenta con bufandas con los colores de un panda y un hombre tocando a la guitarra canciones de la campaña.
Los tres principales contendientes –el VVD del primer ministro Mark Rutte, los democristianos del CDA y el Partido por la Libertad (PVVV) de Geert Wilders– están todos en la derecha, lo que sugiere que los holandeses están dando la espalda a su tradición política progresista y liberal. El Partido Laborista (PvdA) ha pagado un alto precio por entrar en el Gobierno de coalición con los liberales –de ideología conservadora– hace cuatro años y poner en práctica un programa de austeridad que ha castigado a su base tradicional de votantes.
El diputado laborista Mohamed Mohandis, que se presenta a la reelección, admite que muchos votantes se sienten abandonados. “Algunos votantes creen que hicimos lo correcto al asumir la responsabilidad en el Gobierno, pero otros dicen '¿qué están haciendo junto al VVD?'. Escuchas las dos cosas”.
Los laboristas tienen ahora 38 diputados, pero podrían quedar en menos de diez. Mohandis admite que lo tiene muy difícil para ser reelegido con un sistema electoral proporcional en el que los votantes eligen a un partido, no a un diputado en concreto.
Rinus Wouterse, votante de 31 años, dice que el líder laborista, Lodewijk Asscher, que es ministro de Asuntos Sociales en el Gobierno, es el culpable de la mala situación del partido. “Se ha equivocado en todo con la política de integración. Fue una mala idea elegirle como líder. No tiene carisma. No es un líder. En los debates, ha sido invisible”.
En la izquierda, las esperanzas están centradas en el partido verde, GroenLinks, que ha realizado una campaña optimista con su líder Jesse Klaver, de 30 años, al frente. La militante verde Carolijn Hofte comenta que muchos jóvenes se han sentido atraídos por el mensaje ecologista: “Hay muchas posibilidades de que recibamos votos del PvdA, pero también espero que la gente que vota por primera vez elija a GroenLinks, porque somos el partido del futuro”.
A unos días de la votación del miércoles, la contienda no puede estar más apretada. El líder ultraderechista Wilders ha visto evaporarse la clara ventaja que le daban las encuestas, pero su principal rival, Rutte, no ha sido capaz de beneficiarse. El partido liberal VVD, de Rutte, tiene una escasa ventaja en los sondeos con unos 25 escaños, frente a los 22 del PVV de Wilders. Los perseguidores se están acercando. Los democristianos y el partido D66 (liberal progresista) están con 19, seguidos de GroenLinks con 16 (en las elecciones de 2012, Rutte ganó 41 escaños, los laboristas 38, y Wilders 15).
Wilders es el gran ausente, tanto en el mercado electoral de Gouda como en la campaña. Ha boicoteado los debates y entrevistas en televisión, pero continúa disfrutando de una inmensa influencia. Ha pedido una sesión especial del Parlamento para debatir el intento del Gobierno turco de celebrar mítines en Holadna por su referéndum constitucional en la semana anterior a las elecciones holandesas. Pero incluso si obtuviera el mayor número de escaños, no cuenta con esperanzas para entrar en el Gobierno, porque todos sus grandes rivales descartan formar una coalición con él.
Elizabeth Wiztier, de compras con su hija de cinco años, está pensando votar al VVD para impedir que Wilders acabe primero. “La señal que se mandaría al resto de Europa sería terrible”, dice. “Creo en Europa y en que necesitamos trabajar juntos”. Pero si los otros partidos siguen reduciendo las distancias, quizá vote al CDA o incluso a GroenLinks.
Con diferencias tan escasas entre los partidos, estas elecciones holandesas no se van a decidir hasta el último momento.