Al menos la mitad de la población mundial vive en países donde hay más empleados privados de seguridad que oficiales de policía, según un análisis de the Guardian. En más de 40 países, entre los que se incluyen Estados Unidos, China, Canadá, Australia y Reino Unido, los trabajadores contratados para proteger personas, lugares y cosas superan a los oficiales de policía dedicados a proteger al público en general. Durante 2015, en Reino Unido hubo 232.000 guardias privados contratados frente a 151.000 policías.
El mercado global de servicios de seguridad privada, que incluye la custodia, la vigilancia y el transporte armado, equivale a unos 161.000 millones de euros hoy y se estima que para 2020 representará unos 215.000 millones de euros. Una cifra muy superior al presupuesto total de ayuda internacional para terminar con la pobreza en el mundo (125.000 millones de euros al año) y al PIB de más de 100 países, como Hungría o Marruecos.
Los guardias de seguridad privados custodian centros comerciales, comunidades cerradas para las élites y hasta calles públicas. A menudo visten uniformes que se asemejan a los de la policía de algunos países, como en Italia y España. También llevan pistolas.
Desde El Salvador hasta Vietnam, guardias de seguridad privados controlan el acceso a las zonas residenciales de las élites, aisladas de las ciudades que las rodean. En la capital comercial de Myanmar, Yangon, guardias y detectores de metales regulan la entrada en los hoteles de lujo levantados sobre la pobreza extrema de su alrededor.
Los perros guardianes ladran tras los altos muros y alambres de púas que se han extendido por los barrios ricos de Sudáfrica. En 2015 había casi 500.000 guardias de seguridad en todo el país, dos veces más que todas sus fuerzas armadas y policiales.
La expansión del mercado de la seguridad privada
Las estimaciones hablan de más de 20 millones de trabajadores de seguridad privada en todo el mundo, un número mayor al de holandeses o chilenos. Según Rita Abrahamsen, de la Universidad de Ottawa, la seguridad privada “cotidiana” se ha vuelto “tan extendida que apenas se detecta, se da por descontada. Uno deja de darse cuenta de que hay guardias por todas partes”. En su opinión, la expansión de guardias privados, vallas y puertas es una “muestra muy física de la desigualdad”. Aunque también reconoce que la industria da empleo a una gran cantidad de personas. En varios países, es uno de los pocos sectores en crecimiento.
De acuerdo con Deborah Avant, de la Universidad de Denver, la industria de la seguridad privada explotó con los contratos de las guerras de Irak y Afganistán lideradas por Estados Unidos, cuando “un ejército de trabajadores privados inundó esos países para hacer todo tipo de cosas”. Después de eso, dijo, el sector “comenzó a buscar clientes en otros lugares... en la seguridad privada de sus países de origen pero también en la gente que vive fuera, en el sector privado, en las empresas”. En opinión de Avant, el crecimiento de la desigualdad también ha jugado un papel importante. “El que tiene un montón más (de dinero) que todos los que están alrededor quiere protegerlo. Contratar (seguridad) en el sector privado es la manera más directa de lograrlo”.
Servicios para el 1%
Según la cámara que agrupa al sector en Reino Unido, la industria de la seguridad privada movió más de 7.000 millones de euros en ese país en 2015. Entre los clientes también hay comunidades locales. Hay informes de un pueblo de Essex en el que, tras el cierre de la comisaría local, los residentes contrataron seguridad privada para que patrullara las calles (públicas) por las noches.
Otras empresas buscan sus clientes entre la élite: el servicio para suscriptores My Local Bobby (Mi policía local) atiende a los ricos de las zonas más caras de Londres. Según uno de sus fundadores, exoficial de policía, el servicio “es similar al pagado por los que contratan seguros de salud privada: gente que paga por algo que el Estado provee”.
Este mes, Jeremy Corbyn prometió que si el Partido Laborista gana las próximas elecciones sumarán 10.000 agentes a las fuerzas policiales. “Muy pocos de nosotros viven en comunidades cerradas con su propia seguridad privada”, justificó la medida su responsable de Interior, Diane Abbott. “La gente común es la que sufre la mayoría de los crímenes”, remató.
Algunas empresas de seguridad privada se dirigen de forma explícita al 1% más adinerado, ofreciendo servicios como respuesta a situaciones de crisis para ultra millonarios, paquetes de “protección personal para ejecutivos”, y seguridad para súper yates. “En las casas bien dotadas de personal de todo el mundo, el guardaespaldas es la nueva niñera”, decía en 2016 la revista estadounidense Town & Country. “El miedo al terrorismo, un clima político volátil y la sensación generalizada de que la creación de riqueza de unos pocos ha ocurrido en detrimento de la de muchos han convertido en norma a la paranoia”, explicaba el artículo.
En Reino Unido, la empresa londinense Westminster Security se enorgullece de tener empleados con experiencia militar y policial para ofrecer “seguridad completa y gestionar la vida de individuos de alto valor, familias y empresas”. En Estados Unidos, la agencia Pinkerton dice contar con 170 años de experiencia y “agentes altamente capacitados” para proteger a “gerentes de empresas del ranking Fortune 100 y sus empleados, artistas famosos, atletas, personas con muchas posesiones, familias reales y diplomáticos”.
El ciclo vicioso de la desigualdad
Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “todos tienen derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona” y “nadie puede ser arbitrariamente privado de su propiedad”.
Se espera de los gobiernos que trabajen poco a poco en la realización de estos derechos, pero cuando la seguridad privada permite saltarse al Estado a los ricos y también a la clase media, las desigualdades en un país pueden intensificarse.
El Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas lanzó una advertencia ante la expansión de la seguridad privada en América Latina: “Este fenómeno aumenta aún más la desigualdad, teniendo en cuenta que los diferentes grupos sociales tienen capacidades diferentes para enfrentar el crimen”.
En una investigación publicada en 2014, los economistas Samuel Bowles y Arjun Jayadev encontraron que en Estados Unidos había “tantos guardias de seguridad como profesores de secundaria”. Según las estadísticas del Departamento de Trabajo, más de 1,1 millones de guardias de seguridad privada trabajan en los EEUU, comparado con aproximadamente 660.000 policías y sheriffs.
En Reino Unido, y según la Confederación de Servicios de Seguridad Europeos (CoESS, por sus siglas en inglés), había 232.000 guardias de seguridad en 2015. Un número comparable al de profesores de secundaria (unos 250.000) y muy superior al de policías: excluyendo a los oficiales de apoyo y a los agentes voluntarios, en marzo de 2016 había un total de 151.000 oficiales de policía operando dentro del país.
Bowles y Jayadeve también encontraron que las ciudades y los estados más desiguales de EEUU tenían niveles superiores de “trabajo de guardia”, un término amplio que incluye seguridad privada, policía, alguaciles, funcionarios de prisiones, custodia para el transporte y otras ocupaciones relacionadas. El mismo patrón impera a nivel global: los países más desiguales son también los que tienen más gente cobrando un sueldo a cambio de proteger a personas o cosas.
Para Jayadev, el crecimiento de la industria de seguridad privada tal vez sea un reflejo del “quiebre de la confianza y los lazos comunitarios” provocados por la creciente desigualdad. En su estudio le impresionó especialmente constatar que el “trabajo de guardia” es un sector en crecimiento en la economía de Estados Unidos, y no la inversión en educación, de gran importancia para el conjunto de la sociedad.
Entrevistado por the Guardian desde Bangalore, donde enseña en la Universidad de Azim Premji, Jayadev afirma que en India se ha producido una gran “separación de los ricos del resto de la economía: descansan en los servicios privados para cada aspecto de su vida”.
En su opinión, buscan en esos servicios “todas las cosas que el Estado podría proporcionar, incluyendo la seguridad”. Se calcula que la industria de la seguridad privada emplea al menos a 7 millones de personas en India, mucho más que la policía (aproximadamente 1,7 millones de oficiales en 2013).
La seguridad como símbolo
La mayor empresa de seguridad privada del planeta, G4S, contrata a más de medio millón de personas en todo el mundo. Publicado en marzo, su último informe anual habla de ingresos por 7.900 millones de euros para 2016, y beneficios de 524.000.000. Entre 2015 y 2016, sus ingresos en América del Norte crecieron un 12%. En América Latina y África, un 7%.
Se espera que el negocio global de la seguridad privada (incluye a los guardias y también al control de alarmas, el transporte armado y otros servicios para clientes residenciales, gobiernos y negocios) siga creciendo hasta llegar 215.000 millones de euros en 2020, de acuerdo con la empresa de investigación de mercados Freedonia Group, en la que firmas como G4S confían para elaborar sus propios informes.
Pero los números reales podrían ser aún mayores. Hay pocas estadísticas actualizadas y comparables a nivel internacional, poco seguimiento independiente y transparente, y escasean los registros. Los datos de la industria también dejan fuera los trabajos de seguridad informales y en negro. Según las estimaciones de Freedonia, el negocio mundial crece más rápido que el conjunto de la economía, a casi un 6% anual. Parece estar expandiéndose más velozmente en países en desarrollo y en Asia, con China e India como sus principales mercados.
En enero de 2017, los responsables de comunicación de Freedonia escribieron que había “una percepción extendida de que el crimen está aumentando”, lo que redunda en los intereses de los servicios de seguridad, “incluso cuando las tasas de criminalidad están bajando en muchos países”. “En varios países en desarrollo, los guardaespaldas y otros servicios de seguridad residencial son vistos como símbolos de riqueza, proveen tanto protección como estatus social... La demanda de guardias es especialmente fuerte en los países en desarrollo, donde contratar guardias es más asequible que invertir en tecnología debido al bajo costo de la mano de obra”.
Según Abrahamsen, en la mayoría de los países africanos “se ha hecho muy poco por regular el sector de la seguridad privada”. En su opinión, “es porque era una fuente de empleo. El Estado y los gobiernos estaban muy contentos con dejarlo a su aire”.
De acuerdo con Abrahamsen, gobiernos como los de Uganda y Sierra Leona también han facilitado la exportación de trabajadores de seguridad apoyando activamente el reclutamiento de sus ciudadanos para trabajar como guardias en otros países. Pero no solo la élite compra seguridad. En Kenya también está “creciendo entre las áreas de la clase baja y media”. “La gente te dice que, en cuanto pueda, invertirá en seguridad privada”, asegura Abrahamsen.
Más rápido que la regulación
Las subcontrataciones gubernamentales no son la razón principal detrás del crecimiento de la seguridad privada. De hecho, en los últimos años los Estados ni siquiera son los principales clientes. Según Catherine Piana, directora general de CoESS, en Europa el 70% de los clientes de la industria está compuesto por otras empresas privadas, no por las autoridades públicas.
Según Piana, “el catálogo de servicios ahora es muy amplio, por supuesto en función del cliente”. Para la protección de amenazas terroristas, por ejemplo, los guardias “a menudo están en puestos de vigilancia frente a los edificios, donde pueden detectar actividades extrañas y reportarlas”: “Así que también tienen la posibilidad de recoger información”.
La información sobre el sector a nivel internacional es irregular, pero la Encuesta de Armas Ligeras de Ginebra informó en 2011 que había unos 19,5 millones de guardias de seguridad privada en 70 países. “Como otros servicios comerciales, sólo aquellos que pueden y quieren pagarla se benefician de ella. Esta dinámica genera el riesgo de exacerbar las disparidades entre los ricos, protegidos por sistemas cada vez más sofisticados, y los más pobres, que podrían tener que acudir a medios informales, a veces ilegales, para asegurar su seguridad”.
The Guardian actualizó sus datos de 2011 incluyendo a 81 países y las estimaciones más recientes posibles del CoESS, la Organización de Estados Americanos (OEA), el Centro de Ginebra para el Control Democrático de Fuerzas Armadas, las Naciones Unidas y otros organismos: de los 81 países con estadísticas fiables, los trabajadores de seguridad privada superan a las fuerzas policiales en 44 de ellos, que suman unos 4.000 millones de personas (más de la mitad de los 7.000 millones y medio de personas que viven en el mundo).
En 2011, la Encuesta de Armas Ligeras advertía de que el rápido crecimiento de la industria de seguridad privada en todo el mundo había “sido más veloz que la regulación y que los mecanismos de control”. Hoy en día el código de conducta internacional para proveedores de seguridad privada es voluntario. Según los críticos, la industria necesita algo mejor que auto-regularse.
En la universidad de Denver, Avant codirige el Private Security Monitor (Control de Seguridad Privada), un observatorio que lleva desde los años 90 recolectando datos de incidentes protagonizados por guardias privados de África, América Latina y el Sudeste Asiático involucrados en manifestaciones, disturbios, huelgas o conflictos, o relacionados con muertos o heridos por hacer su trabajo “rutinario”.
En Bruselas, los eurodiputados de Asuntos Exteriores y los comités de Defensa pidieron este mes nuevas reglas para las empresas de seguridad privada en Europa. También, que se les prohíban las funciones militares. Se espera que el Parlamento Europeo vote en Estrasburgo la propuesta durante su sesión plenaria de junio.
Traducido por Francisco de Zárate